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miércoles, 30 de diciembre de 2009

China no tiene ningún respeto por la libertad de expresión. Ahora teme a la palabra "democracia" según La Nación de Baires

El milagro económico de China no ha sido acompañado todavía por la democratización del país. Por ello, es obvio, el pueblo chino no goza de las libertades esenciales, comprendidas en los derechos humanos. Vive sofocado por un régimen político dictatorial en el cual el Partido Comunista Chino no admite más que su propio discurso y su propia visión de la realidad.

China es hoy el país que más ahorro atesora. Sus reservas en moneda extranjera alcanzan este mes los 2,3 billones de dólares. Por ello, cada año invierte varios millones en los Estados Unidos y Europa. Esa sensación de pujanza contrasta con la política doméstica, que mella la confianza en el país como inversor soberano. Eso debería corregirse.

La publicación y, más aún, la extendida difusión de la llamada "Carta 08", en diciembre del año pasado, alarmó a las autoridades. Se trata de una pieza suscripta originalmente por varios centenares de intelectuales locales, endosada por más de 10.000 firmas, cuyo contenido, considerado explosivo, habla sin rodeos de la necesidad de aplicar reformas políticas urgentes que conduzcan a la democracia.

Uno de sus más prominentes autores, Liu Xiaobo, acaba de ser condenado a 11 años de prisión por "incitar a la subversión del poder (absoluto) del Estado". Esto significa que en China animarse a predicar la democracia es considerado un delito peligroso que se condena con inusual dureza.

Además de la condena, Xiaobo ha perdido sus derechos políticos por un período adicional de dos años. Es un escritor y ex profesor universitario de la Universidad Normal de Pekín, de 54 años. Fue detenido hace más de seis meses. En su momento se caracterizó por ser uno de los dirigentes más activos en la organización de las protestas estudiantiles que tuvieron como escenario la plaza Tiananmen, en 1989, liquidadas con una tremenda masacre que nunca fue aclarada.

En ese momento Xiaobo pasó 20 meses en prisión. Eso parece haber templado su coraje en la búsqueda de la libertad con la convicción de que la democracia es mucho más que cifras y estadísticas; es una forma de vida sin miedo, donde se escucha, se tolera, se respeta y se gobierna por consenso.

La severa sentencia que acaba de condenarlo por sus ideas se difundió en coincidencia con las celebraciones navideñas, aparentemente con la esperanza de que pase más o menos inadvertida para la comunidad internacional.

Merece el más duro repudio. Es evidente que en China la palabra es considerada un instrumento criminal. Difundir ideas y opiniones disidentes se convierte así en una actividad delictiva. Esto no sólo es un atropello manifiesto a la libertad de pensar y opinar de sus ciudadanos, sino una afrenta a la dignidad humana.


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