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miércoles, 16 de diciembre de 2009

está nevando en Gotemburgo mientras en Bolivia tres familias entierran a sus muertos linchados por una turba enceguecida de odio en El Chapare.Qué es!


Mientras caen los copos de nieve…

Mauricio Aira

Hace ya rato que empezó a nevar y mientras lentamente todo se cubre de un manto blanco, nuestro espíritu se traslada a la tierra añorada sumida en nuevos/viejos problemas y preocupaciones. Uno de ellos es la repetida frecuencia de los linchamientos como un fenómeno de criminalidad colectiva que aflora aquí y allá por diversas causas, muchas veces por simples sospechas de robos y otros delitos menores que terminan por costarles la vida a los desgraciados seres víctimas de la ira colectiva que se ceba en ellos les proporciona crueles palizas, les provoca heridas, la sangre mana abundante y duelo de dolorosa y cruel agonía la muerte les llega casi como una bendición, sin embargo la multitud ciega de furos y sedienta de sangre prende fuego a sus cuerpos como queriendo hacer desaparecer con la llamas que se elevan a lo alto todo vestigio del acto monstruoso que acaban de cometer.

De nada sirve que un vice ministro y algunos juristas quieran aclarar que justicia comunitaria no es linchamiento, que es ilegal, que la prensa debe marcar las diferencias entre uno y otro mientras desde La Habana el presidente repite por enésima vez: “no somos de la cultura de la muerte, somos de la cultura de la vida”, es que no piensa en los 74 muertos de su gestión de 4 años, sin tomar en cuenta los cientos de casos de intento de linchamiento y varias decenas de linchados?

Que la ley faculta a las autoridades para aplicar sus propias normas (nos referimos a las autoridades comunarias) cuando se trata de dirimir conflictos, sin olvidar que la pena de muerte no está vigente en nuestra Constitución cuyo artículo 171 autoriza a las comunidades indígenas y campesinas administrar normas en la solución alternativa de conflictos, en conformidad con usos y costumbres puntualizando “siempre que no sean contrarios a la CPE y sus leyes.

Me asomo por el gran ventanal de nuestra diminuta cocina y aunque no son aún las cuatro de la tarde empieza a cubrirse el cielo gris de un manto negro, en el jardín desierto los juegos infantiles esperan por los pocos niños del barrio escandinavo. Todo está pensado para preservar la vida, que los niños puedan jugar hasta el cansancio a pesar de la nieve y del frío, y los adultos tomarse su merecido descanso en las casas calentadas artificialmente hasta 21 grados de temperatura. ¡Por Dios, cuanto se hace para preservar la vida, mientras allá lejos cuánto para terminarla!

Los recientes linchamientos en Ivirgarzama comienzan cuando los cuatro sospechosos son acusados de robo a un vecino del pueblo, la acusación cambiará más tarde por acción violenta contra el mismo vecino, termina con la dudosa afirmación de tratarse de “volteadores” o sea extorsionadores que actuaron bajo amenaza de delación por tráfico de cocaína. O sea, como en Epizana, los violentamente ajusticiados sería “mafiosos actuando contra pichicateros” y como hay una culpabilidad colectiva, entonces “se les debe aplicar un castigo ejemplar”. El cronista tiembla de sólo pensar que tal cosa fuera cierta. En los cientos de seres humanos, como el caso de otros tres linchados hace poco en El Alto, porque eran albañiles y se habían presentado en la obra, que bajo falsa sospecha se convierten en víctimas inocentes, o de chantajistas que en ningún caso deben pagar con la vida su nefasto comportamiento.

El mundo entero condena el crimen del linchamiento inadmisible en nuestra civilización humanista y cristiana. Que los hubo en el pasado, es cierto. Que los hay en otros sitios de la tierra, es cierto pero recordando que “mal de muchos consuelo de tontos” no sirve de justificación alguna.

Produce repudio colectivo, indignación y rabia ante la impotencia de no poder evitarlo. No basta la declaración vice presidencial. Ni la intención del viceministro de Justicia de “aplicaremos 30 años de condena a los linchadores” que suena risible si pensamos en todos los casos anteriores como el de Achacachi con 9 víctimas mortales, cuando hasta el día de hoy, ni siquiera existe un solo detenido.

El testimonio del único superviviente al linchamiento de Ivirgarzama será importante para ratificarnos en la presunción de tratarse todo de una mortal emergencia del tráfico de drogas. No habrá mucho más, porque de ser así todo el poder del narcotráfico se volcará a desmentirle si acaso no a silenciarle. De todos modos existe ya la duda, la población sospecha de una contraofensiva de los mafiosos que, por desgracia, pululan en todo El Chapare Tropical. En éste caso tendrá que actuar sin demora la Misión de Verificación de las Naciones Unidas.

Ya son las cuatro post meridium, se ha hecho la noche y enciendo las luces del adviento en cada ventanal, continúa nevando mientras en Cochabamba varios hogares humildes lloran a sus muertos torturados y asesinados por una turba anónima en el pueblo de Ivirgarzama.





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