El Movimiento al Socialismo conducido por Evo Morales logró un triunfo aplastante en las recientes elecciones nacionales bolivianas. Por primera vez en la historia tendrá ahora los dos tercios de ambas Cámaras del Poder Legislativo.
Podrá entonces sancionar a voluntad el centenar de leyes de distinto tipo que requiere la peculiar Constitución Política del Estado promulgada el pasado 7 de febrero. Esto no había ocurrido ni en 2005, cuando Morales llegó a la presidencia de Bolivia, ni en oportunidad de elegir a los miembros de la Asamblea Constituyente que redactó la nueva Constitución boliviana.
Morales triunfó en todos los departamentos del país, con excepción de Beni, Pando y Santa Cruz, tradicionalmente opositores. En La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba la victoria fue arrasadora. Cabe destacar que también la clase media lo acompañó, una vez más, apostando al futuro que Morales propone.
Pero, además, Morales podrá designar, sin consultas o consensos con terceros de ninguna naturaleza, a los candidatos a integrar los nuevos Tribunal Constitucional Plurinacional, Tribunal Supremo de Justicia, Consejo de la Magistratura y Tribunal Agroambiental.
Todos ellos deberán luego triunfar en las respectivas elecciones para ser consagrados en las urnas, como dispone la nueva Carta Magna. Ante la realidad de hoy, éste será apenas un trámite. Particularmente porque Morales designará directamente a quienes integren el nuevo Organo Electoral Plurinacional.
Esto supone el riesgo, grave por cierto, de que Bolivia tenga, de ahora en más, una justicia de corte sectario y no independiente, ni imparcial. Ello sería un lamentable paso atrás, que sólo puede evitarse designando para esos altos tribunales a hombres o mujeres de excelente nivel profesional, por todos respetados y más allá de toda sospecha.
Pero hay muchos que sólo ven en las estructuras democráticas clásicas una superestructura que, dicen, apunta a preservar las cosas y los privilegios de algunos, por lo que creen deben demolerse. Si prevaleciera esta particular visión, en un país en el que existe ya un deterioro institucional muy serio, el peligro es que los jueces bolivianos se transformen en meros agentes del Estado, como en Cuba. Esto supone ciertamente el riesgo de que las libertades personales de todos queden a total merced del partido de gobierno.
Por esto, algunos temores de totalitarismo flotan sobre Bolivia alimentados por las conductas recientes, frecuentemente autoritarias, del gobierno de Evo Morales todo a lo largo de los últimos cuatro años.
Morales, que hizo una campaña electoral en la que los recursos económicos parecieron inagotables y evitó de plano los debates de ideas, tiene ahora una opción de peso: la de conducir a Bolivia a su gusto y paladar (como si hubiera obtenido una carta blanca para edificar lo que le parezca) o procurar avanzar con responsabilidad, intentando obtener en la marcha hacia un futuro que luce diferente el consenso más amplio posible.
En otras palabras, la de avanzar avasallando e ignorando a las minorías o la de hacerlo respetándolas. Este es quizás el desafío más grande para Bolivia después de unas elecciones que indudablemente consolidaron al socialismo en el país.
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