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sábado, 20 de abril de 2019

jugábamos fútbol con pelota de trapo, en Potosí Bolivia. ambos periodistas. ambos emprendedores. siempre amigos desde más de 70 años. Alfonso Rojas escribe su imperdible testimonio.


Damas y caballeros.

Minutos antes de que comenzara este programa, he tenido el privilegio de saludar a muchas de las personalidades presentes de quienes conozco sus intensas y honrosas actividades profesionales, políticas, académicas y principalmente cívicas, convergentes en los mayores e imprescindibles objetivos -y por eso mismo irrenunciables- dirigidos a lograr el desarrollo regional.

Cada una de estas personalidades a través de las históricas experiencias que han protagonizado, constituyeron el mayor impulso que durante la década de los años 70 y algo más, transformó la parsimonia y resignación con la que se especulaba el porvenir del Departamento, en una actidud disciplinada y exigente, que diseñó con precisión, los proyectos concernientes al desarrollo dentro de un plan estratégico departamental, cuya dinámica fue y sigue siendo constante con el flujo y diversidad de los problemas contemporáneos.

Reclamo pues, por un pronto recuento testimonial de aquella época, o mas bien dicho, de aquellas luchas, para que forme parte de la memoria histórica activa y sea el referente idóneo para continuar actuando en procura de todas nuestras metas.

Distinguidos presentes:

Aquí estoy invitado para ser parte de este momento dedicado a Don Mauricio Aira Flores.

Y voy a aprovecharlo para una breve semblanza en la que quiero que prevalezca nítida no otra condición que la del culto a la amistad, ese intenso, franco e inquebrantable lazo que nos une a ambos. Se trata del tiempo en que se inició nuestro tiempo.

Algo así como siete décadas -perdonen la distancia- desde la escuela y quizá antes, nos juntó la irrepetible experiencia de jugar alborotando el barrio, reunidos con otros changos como nosotros. Podría decir sus nombres, sus apellidos, sus apodos. Podría dibujar los portones y los balcones de sus casas en la calle Bustillos, casi en el mismo centro de la ciudad de Potosí.

Mauricio, con dificultades físicas en los pies, era un integrante puntual del bullicio vespertino, con una voz chillona -como la de todos- apurando el desempeño de cada uno para sacarle el jugo a las horas porque las teníamos disponibles como querríamos.

Mauricio, ten por seguro que eras el más querido de la tojpa. Porque no nos dabas chance para pensar en tu dificultad. Estabas listo para cualquier puesto  y jugar como los mejores. Cuando era fútbol lo que jugábamos, casi siempre era eso, cada cual aportaba sin jactancia, con su pelota propia. Por supuesto pelota de trapo. Cuando con el tiempo pudimos entender el significado de las actitudes, supimos que la tuya se llamaba autoestima.

Empezamos a cambiar la voz, con frecuentes gallos de por medio y las bromas de esa aparentemente larga temporada. Un poco mas que adolescentes en aulas y colegios distintos, transcurrimos edades sintonizados en inquietudes, curioseando novedades y descubriendo aptitudes.

Fue el tiempo de la juventud explosiva. La que quiere transformarlo todo para fundar el mundo de las maravillas. Entonces todo se califica anacrónico, obsoleto, desigual e inútil. Quieres nuevos paradigmas, nuevas visiones. Incluso quieres líderes a los que  llamas “verdaderos”. Quieres gritar desde tu conciencia y quieres convertirte en el ser esencial. En esa etapa ocurrió nuestro encuentro intermedio. En una calle de La Paz: “hola Mauricio” el grave impedimento físico ya no estaba. Sucesivas cirugías incluso en el exterior, lo habían superado al más óptimo de los resultados.

Ver Mauricio así, ha sido la vivencia que con más emoción he recordado y recuerdo hasta hoy como si se tratara de un refuerzo, mejor dicho, un revitalizador de nuestra amistad. Pocos meses después estaría organizando en el centro minero Siglo XX una emisora católica, para inducir y reflejar la espiritualidad de esa comunidad en su convivencia diaria. En mi caso, también pocos meses después, estaría en el centro minero Huanuni, para reflejar la realidad de los obreros y defenderlos de los atropellos del Estado. Los recovecos de la vida profesional en áreas de periodismo y formación de la opinión pública, nos colocaron por entonces en veredas -por entonces- contrarias. Puede ser, que inclusive ahora, no compartamos los mismos principios. Ni siquiera la acción y los procedimientos para alcanzar horizontes en los cuales figuran nuestros anhelos, es decir, las expectitivas de todas las personas que carecemos de poder.

Sin embargo, la presencia casi tangible de una amistad total, es una fortaleza irreductible. En ella están protegidos los mejores sentimientos y la voluntad de que siempre, siempre sean invariables y auténticos. En Mauricio y yo, es una tradición. Proviene del ejercicio constante desde la infancia. Por eso actuamos de consumo hace medio siglo para fundar con otros meritorios periodistas, la entidad sindical máxima de los trabajadores de Radio y Televisión.

Organizamos seminarios de profesionalización en los centros mineros y asistimos a innumerables conferencias y congresos. Aquí en Cochabamba, la faceta cívica de Mauricio Aira, es decir la que tiene que ver con el desarrollo se hizo notable respaldando la Gestión del Dr. Hugo Bilbao La Vieja y de otros líderes, la ardua e inefable actividad de la denominada Junta de la Comunidad, JUNCO, la cual abanderada con y por el desarrollo departamental obtuvo éxitos que son visibles y patentes.

Queda una reflexión: no existe un final en la esencia del verdadero civismo. Aquí cabe la máxima de que se “cosecha lo que se siembra” sin importar quién está o ya no está “para todos, el sol sale cada mañana”. Querido Mauricio: me tomo la libertad de decirte que auí en Cochabamba eres bienvenido, junto a Jenny, tus hijos y nietos. En cuanto a mi familia y mi persona tienes el lugar cariñoso de siempre. Alfonso Rojas Moncayo, julio 16 del 2013. Cochabamba.

 

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