El evento concentró una multitud impresionante de gente que llegó desde distintos puntos del planeta. Indígenas, ecologistas, “investigadores”, organizaciones no gubernamentales, organizaciones sindicales, etc., conformaron un conglomerado de tendencias dispares, pero todas coincidiendo en un punto común: la tierra agoniza por culpa del capitalismo que la explota de manera irracional porque lo que prima es la sed ilimitada de ganancia.
Evo Morales buscó desesperadamente usar la cumbre para hacer campaña política y echar tierra a su herida sangrante, su fracaso electoral último; su discurso chabacano rayó en lo ridículo y la torpeza, calificado por sus seguidores como “profundo y didáctico”. Sus afirmaciones sobre los transgénicos, la homosexualidad y la calvicie de los europeos dieron la vuelta al mundo provocando las protestas de los aludidos. El abucheo a la representante de Naciones Unidas también fue noticia mundial y resultó chistoso que gringos y “hipis” terminen sumándose a los rituales ancestrales de los pueblos originarios. En fin, la cumbre fue unas torre de Babel, podríamos decir formalmente anticapitalista, pero esencialmente pro capitalista, aunque parezca absurda la afirmación.
¿Dónde terminan las conclusiones y discursos “anticapitalistas”? No en la necesidad de su derrota a través de la destrucción de la gran propiedad privada de los medios de producción y de la expulsión de sus tentáculos, las transnacionales, que operan en todos los rincones del mundo saqueando y depredando a la naturaleza y al hombre. Los radicales “anticapitalistas”, por el contrario, deciden acudir a tribunales internacionales para obligar a las metrópolis imperialistas a que reduzcan las emisiones de gases tóxicos a un nivel que la Tierra pueda soportar para no seguir degradándose; para obligarles a indemnizar con el 6% de su producción interna a los países pobres que sufren las consecuencias del calentamiento global; crear redes internacionales e intercontinentales para presionar hasta que las potencias imperialistas escuchen y atiendan las demandas de los “pueblos” del mundo y otras sandeces de esta naturaleza.
En el fondo, esta orientación de la cumbre, común a todas la tendencias reformistas y reaccionarias que confluyen en ella, está planteando la sobrevivencia del capitalismo y la necesidad de convivir con él; está sugiriendo la posibilidad de un capitalismo humanizado que renuncie a una parte de sus ganancias para proteger a la Tierra y dar de comer a las víctimas de su acción depredadora. Estas pamplinas del reformismo, en última instancia, salvan al sistema capitalista moribundo y que, en su agonía, no tiene más camino que acentuar su naturaleza explotadora y destructora de la naturaleza y del hombre.
En esta cumbre se han desnudado de cuerpo entero Evo Morales y su entorno como vulgares manipuladores, negando sistemáticamente la palabra y la libertad de acción a cualquiera que se atreviera a pensar con su propia cabeza. Las conclusiones previamente cocinadas por los organizadores han sido impuestas despóticamente provocando protestas airadas de muchos de los asistentes que se han sentido instrumentalizados políticamente; una activista mapuche ha declarado en la comisión 18 que volvía a su tierra más confundida.
Estaba ausente el proletariado enarbolando su política revolucionaria, las débiles voces de los activistas revolucionarios no eran percibidas por la muchedumbre. Se ha visto a algunos con el emblemático guardatojo minero, pero eran impostores provenientes de las cooperativas que coreaban los dislates reformistas. El gobierno y sus agentes hacían esfuerzos por minimizar la soberbia presión de los indígenas de los Lipes denunciando que en la Bolivia de Evo Morales, el guía espiritual del universo, existía una transnacional que consumía sin pagar un centavo el agua que se les privaba a los habitantes de la región y que gozaba de la misma protección del gobierno. En este ambiente ¿qué se podía esperar? Sólo una impostura desenfrenada.
Los “rebeldes” de la Mesa 18 rompieron el cerco oficialista
Es preciso señalar que la instalación de esta mesa en la cumbre, a pesar de que ha sido duramente combatida por el gobierno, expresa -a su modo- el proceso de desencantamiento de importantes sectores que hasta ahora estuvieron atrapados por el MAS; por esta razón, tiene sentido caracterizarla como “rebelde”.
De su trabajo no se podía esperar conclusiones revolucionarias coherentes, éstas reflejan la diversidad de tendencias que actúan en su seno, desde indigenistas impregnados de posmodernismo reaccionario, pasando por ONGs que cuestionan al gobierno, tendencias revolucionarias y hasta individuos oportunistas y aventureros que, dado el éxito publicitario, asoman la cabeza buscando encontrar un auditorio para hablar. El documento es difuso, políticamente contradictorio y con profundas concesiones al indigenismo. Podríamos decir que se encuentra la huella de todos estos actores.
Lo rescatable es que se dibuja con claridad la crítica a los gobiernos de Chávez, Correa y Evo Morales que aparecen como gobiernos furiosamente anticapitalistas y desarrollan una política hipócrita al propiciar inversiones de las transnacionales y convertir a sus estados en socios de las transnacionales en sectores estratégicos de sus economías. La limitación de las conclusiones de la mesa es que no señalan por qué estos gobiernos están condenados a terminar desarrollado una política burguesa y pro imperialista.
Este documento de conclusiones plantea una nueva “alternativa socialista a la política de depredación del capitalismo” que consistiría en “la movilización social permanente y la articulación de nuestras luchas”. Pero está subyacente en todo su contexto la idea equivocada de que en el vientre del capitalismo puede sobrevivir y potenciarse –de manera autónoma- “una sociedad basada en la propiedad colectiva y en el manejo comunitario y racional de los recursos naturales.”
A continuación comentamos algunos de los nueve puntos de la declaración de la Mesa 18:
Primero.- Repudia “al capitalismo, a las transnacionales y a los gobiernos del denominado progresismo latinoamericano que impulsan… la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA)”, lo último en clara alusión a Chávez, Correa y Morales. No sólo se trata de repudiar, sobre todo al imperialismo, sino de combatirlo e impulsar su expulsión del continente. Además, señalar que estos proyectos “progresistas”, en el marco del capitalismo, están condenados a fracasar. Los bolivianos ya conocemos la experiencia del liberalismo y posteriormente del nacionalismo de contendido burgués.
Segundo.- Exige cambiar “el modelo de pseudo desarrollo…y “avanzar en la construcción de alternativas que estén en función de los intereses de los pueblos, privilegiando la equidad, solidaridad y la complementariedad”. ¿A quién exigen? ¿A los gobiernos que acaban de repudiar en el punto anterior o al imperialismo? ¿Es posible desarrollar solidaridad, equidad, etc., en el ámbito del capitalismo? Estas ideas son altamente confusionistas y despiertan ilusiones en los explotados.
Cuarto.- “Ante la falta de la voluntad política de los gobiernos del mundo” –dice que- "las organizaciones sociales y campesinas deben tener la facultad de definir un nuevo modelo de gestión y control directo del patrimonio natural”. Para lograr esto, primero tienen que expulsar al imperialismo y derrumbar a los gobiernos hipócritas que, en definitiva, actúan como instrumentos del amo extranjero.
Quinto.- “Pedimos a los estados –dice- respetar y hacer cumplir los derechos indígenas aprobados en la ONU…”. Esos derechos aprobados en esa “cueva de bandidos”, como gustaba llamar Lenín, son papel mojado. Los derechos de los indígenas sólo serán respetados en un nuevo orden social socialista protagonizado por todos los explotados y bajo la dirección del proletariado.
Sexto.- “Hacer público –dice- la necesidad de eliminar el latifundio”. ¿Sólo eso? Se trata de convocar, ahora, a la movilización de todo el país y particularmente de los indígenas y campesinos para expropiar esos latifundios de manos de los terratenientes. No olvidar que la nueva Constitución protege el latifundio en Bolivia.
Séptimo.- “Exigimos –dice- la expulsión de las corporaciones transnacionales, de algunas ONGs….” ¿A quién exigen? ¿al gobierno que es socio de ellas? No, la expulsión de estos tentáculos de imperialismo será obra de la revolución social.
* Profesor de Filosofía y dirigente del Partido Obrero Revolucionario (POR).
No hay comentarios:
Publicar un comentario