El 9 de abril de 1952 y Juan Lechín
René Guarachi
El testimonio que regularmente un año tras otro ofrezco a los lectores, especialmente a los trabajadores bolivianos, me fue transmitido de viva voz por el maestro Juan Lechin O. No escuché la historia por una vez, si no que fueron repitiendo a lo largo de una relación ininterrumpida y siempre que se daba la ocasión de hablar del 9 de abril.
Tras las primeras horas del amanecer Juan Lechín Oquendo se dirige a la fábrica Forno donde pide a los trabajadores el apoyo a la revolución popular, luego se dirige a la fábrica Soligno posteriormente se dirige a la cervecería, desde allí a la fábrica Said, empresa de vidrios y todos los fabriles encabezaron una marcha por la Buenos Aires, Tumusla. Centenares de trabajadores fabriles en torno de Juan Lechín Oquendo el indiscutible ‘hombre de abril’. Estos compañeros fabriles procedían de todos los barrios marginales y su lucha fue tan decisiva que dieron fin con regimientos militares acantonados en La Paz, El Alto, Viacha, Corocoro y Guaqui, donde la rosca minero-feudal los tenía pertrechados y entrenados para reprimir al pueblo. Esa madrugada centenares de carabineros dirigidos por el Gral. Seleme se rebelan, es oportuno destacar que Juan Lechín Oquendo y Antonio Seleme, eran ambos hijos de inmigrantes árabes, amigos de muchos años y fueron capaces de unir a trabajadores y policías para ejecutar durante tres días las tareas de resistencia. Juan Lechín dirigió personalmente a los revolucionarios que lograron capturar el arsenal de la plaza Antofagasta, ya con las armas en las manos se fue ganando la ciudad palmo a palmo, de cuadra en cuadra.
Los grupos obreros, con las armas en la mano recorrieron los barrios incitando al levantamiento. Los contrarrevolucionarios a cuya cabeza se ubica el Gral. Tórrez Ortiz en El Alto amenazan con bajar a la ciudad y dar fin al alzamiento, aplastar al movimiento popular con derramamiento de sangre. Las tropas de la rosca minera provocaron muchos muertos, heridos, pero no logran aplastar al trabajador armado, a los nobles combatientes mineros fabriles.
Esa tarde del 9 de abril un centenar de trabajadores de Milluni encabezados por el compañero Natalio Mamani que con valentía y coraje cercan la Ceja de El Alto sorprendió a los refuerzos del ejército masacrador que llegaban de Oruro y se apoderaron del armamento y munición. También en Villa Victoria un barrio de fabriles y artesanos tienen lugar los primeros enfrentamientos con saldo de víctimas fatales, en este mismo sector de Villa Victoria un año antes el ejército ahogó en sangre una revuelta fabril. Los revolucionarios cortan el suministro de electricidad, esa noche. El Montículo fue escenario de una terrible batalla, la ciudad en total oscuridad fue iluminada tan sólo por el fuego cruzado de morteros y el tronar de las dinamitas. La lucha prosigue el día siguiente 10 de abril con mayor bravura. En Miraflores se producen enfrentamientos con los uniformados, en las calles Yungas, Corrales, en la Av. Arze, la revolución se extiende a los barrios populares donde están ubicados los regimientos Bolívar y Sucre, allí la lucha se logra desbandar al regimiento Pérez. Sin embargo es al enfrentarse con los cadetes del Colegio Militar donde la sangre generosa de los trabajadores se derrama a raudales, esa misma tarde en Oruro los mineros de Catavi, Siglo XX, Huanuni, Machacamarca, Japo y los de San José combatieron y vencieron a tres regimientos que pretendían trasladarse a La Paz para destruir la Revolución triunfante.
En otro escenario se produce una reunión entre Tórrez Ortiz, el movimientista Siles Zuazo y representantes de la Nunciatura Apostólica, el Nuncio del Papa Monseñor Sergio Pignedoli, para acordar una especie de tregua, frente a las batallas que libraban los obreros contra los soldados y los caballeros cadetes. Fueron los mineros y los fabriles los artífices de esta jornada heroica, sin embargo, los “otros actores” hablan en nombre del pueblo y llegan a firmar un documento que se llamó “El Pacto de Laja” que declara que “en aras de la pacificación nacional y para evitar derramamiento de sangre se llegaba a una solución patriótica, dando fin a las hostilidades a partir de ese momento, para luego entrar a la ciudad y sellar la paz y la concordia”. A este documento la verdadera historia de Bolivia le ha llamado “El Pacto de la Traición al Pueblo” que estuvo dirigido contra el auténtico levantamiento que fue protagonizado por los obreros fabriles, por los trabajadores mineros encabezados por el compañero Juan Lechín Oquendo. Quienes en verdad arrebataron los fusiles de las manos de seis regimientos de la rosca minero – feudal fueron los mineros de Lechín, los fabriles de La Paz, que impusieron su programa político consistente en tres grandes medidas.
La Nacionalización de las Minas, el Voto Universal, la Reforma Agraria. La primera devolvió al pueblo su riqueza, puso en sus manos el control económico del Estado, la segunda reconoció el legítimo derecho del hombre boliviano, de la mujer boliviana de poder elegir y ser elegido y la tercera. arrebató la tierra de los señores feudales e instituyó los sindicatos campesinos, hizo al agricultor dueño de la tierra que trabajaba, le dio dignidad y libertad al hombre aymara, quechua, guaraní.
Un fuerte olor a pólvora se siente por las calles y las explosiones de dinamita de las fuerzas mineras. El ejército resistió ese día cada vez menos mientras los grupos armados de fabriles y mineros tomaban virtualmente la ciudad y las instalaciones oficiales ese 11 de abril se consolida el triunfo revolucionario cuando una multitud armada con fusiles todavía humeantes levanta en hombros a Juan Lechín Oquendo y lo conducen hasta el Palacio de Gobierno a eso de las 14:00 horas, donde es entonado el Himno Nacional y el único que habla desde los balcones del Palacio de Gobierno es Juan Lechín Oquendo manifestando que el nuevo Gobierno cumplirá la trilogía que lanzaron los trabajadores mineros: Nacionalización de las Minas, Reforma Agraria y Voto Universal.
René Guarachi correligionario de Juan Lechin Oquendo.
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