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viernes, 21 de diciembre de 2012

lacerante y doloroso comprobar que el mismo staff que desvalijó a Ostreicher utilizando "todo el poder" actuó, actúa y quiere hacerlo en el futuro para vulnerar el espíritu de Santa Cruz. Manfredo Kempff afina la pluma y reclama un salvador para las víctimas de la extorsión política.


Me adhiero plenamente a lo que ha expresado el Gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, en sentido de que hay muchos Ostreicher en Bolivia, como hay un Dirk Schmidt, pero, además, ¿qué sucede con Leopoldo Fernández? ¿Qué de las decenas de cambas que están encarcelados o que han tenido que huir de Bolivia para buscar refugio abandonando familia y trabajo? Mediáticamente todo se ha centrado en Jacob Ostreicher y nos alegra que ahora pueda defenderse desde fuera de la cárcel y lo mismo sucede con el alemán Schmidt, ¿pero y los nuestros? ¿Qué pasará con ellos?
Existe una red de extorsión que está siendo desmantelada en algunos ministerios del país. Está comprometida la justicia de una manera que avergüenza. Lo que han hecho con Ostreicher ha sido desvalijarlo, lisa y llanamente. Sus acusadores iban detrás de su plata. Pero, nos preguntamos, ¿y los extorsionadores políticos? ¿Dónde se han sumergido los que montaron la tramoya del hotel Las Américas que sirvió para descabezar al anti-masismo cruceño? ¿Quiénes son los responsables de los muertos de Porvenir por lo que involucraron a Leopoldo Fernández y a tantos otros pandinos? ¿Quién está detrás del senador Pinto y con qué fines?
Si el viernes no estamos todos calcinados con nuestras células esparcidas por el espacio como anuncian algunos heraldos de mal agüero malinterpretando el calendario maya; si el domingo podemos leer esta columna en El Diario y en algunas agencias informativas nacionales mientras el Gobierno se recupera de la tremenda resaca que le producirá los onerosos festejos de la Isla del Sol, será muy saludable que meditemos si, como hay comprobadamente una mafia que extorsiona por dinero, no hay otra mafia del chantaje político, más peligrosa todavía, porque lleva el puñal bajo el poncho.
Leopoldo Fernández – nos hemos cansado de decirlo – es el emblema de las innumerables víctimas de la represión política del ahora llamado Estado Plurinacional. Ha sido acusado de “genocidio” y hasta hoy no se prueba la muerte de nadie. Sin embargo, ¿quién le pagará y cómo por las cinco navidades que está pasando en el penal de San Pedro? ¿Quién le devolverá los casi cinco años de prisión a un hombre de sesenta años que ha perdido un lustro en un momento clave de su vida? ¿Estará alguien para dar la cara cuando llegue el momento de la verdad? ¿O esperarán que Leopoldo sucumba lo mismo que nuestro recordado Guillermo Fortún?
Si por algo va a pasar a la historia este gobierno es por el abusivo manejo que ha tenido de la justicia. Ha superado a todos los anteriores en arbitrariedad y torpeza; como los está superando, con creces, en corrupción. Esa imagen falsa de ingenuidad e indefensión con que se presenta; ese discurso irrisorio de transparencia que ofrece; su permanente exhortación a la defensa de los derechos humanos nunca cumplida; aquello de que S.E. presida a todos los cocaleros del Chapare y se proclame el campeón de la lucha contra el narcotráfico; eso y mucho más está dentro de su pasivo, dentro del “debe” que algún día le cobrarán al MAS y tendrá que esclarecerlo.
Haberse enseñoreado esta administración como dueña del Poder Judicial con inusitada prepotencia ha asustado a los bolivianos y asombrado a los extranjeros, al extremo de que nadie puede convencerles que esta es una nación donde se respeta la ley. Por más que se hable y se gaste millones de dólares en propaganda sobre la presunta seguridad jurídica, nadie lo cree.
El problema de fondo es ese afán autocrático, alejado del diálogo, que se campea en Bolivia. Se le advirtió al Gobierno que era disparatado elegir mediante voto popular a los magistrados. Fue suficiente para que aparecieran voces airadas dentro del MAS afirmando que el pueblo tenía derecho a participar en la administración de la justicia; que los tribunos no podían ser elegidos entre cuatro paredes en el Congreso, sometidos al cuoteo; que nuestra nación sería la primera en el mundo que daría ese paso trascendental; por último, que los méritos académicos no eran suficientes porque importaba más la conciencia social y el nuevo espíritu que reinaba en el Estado Plurinacional.
El resultado está a la vista. Es algo deplorable. La ciudadanía votó mayoritariamente por la abstención, temerosa de lo que podía producirse si la justicia iba a manos de legos o de principiantes prohijados por el partido de gobierno. Y así nos fue. Bolivia tuvo que abstenerse, pero los ingenuos, las buenas gentes engañadas por la propaganda oficial, aquellos votaron por el sí. Sin embargo eligieron a quienes estaban designados de antemano en la Asamblea Legislativa. Nadie podía elegir a un solo magistrado que antes no hubiera sido aprobado por el MAS. Por tanto fue el Gobierno quien puso a todos quienes ahora estamos viendo presos en Palmasola o huyendo al exterior y muchos que aún están embozados. Esta es la triste historia. Bolivia es una nación extorsionada.

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