Los países que surgieron de las guerras de la independencia, sin excepción, adoptaron desde su inicio el sistema republicano que se caracteriza por elecciones periódicas, libres y transparentes de sus gobernantes y por el respeto a las libertades y derechos de los ciudadanos que deben ser protegidos por una administración idónea y transparente de la justicia. No hubo legalización de dinastías, propias de los regímenes monárquicos.
Es verdad, hubo largas dictaduras, pero nunca se abandonó el ideal de la república democrática en la que rija la alternancia en el poder, puesto que no hay mayorías ni minorías permanentes. Siempre se consideró una anomalía política la continuidad indefinida de los caudillos en el poder.
En la mayoría de los países americanos, las constituciones prohibían la reelección inmediata de los presidentes. Esto, por supuesto, no se aplicó en las dictaduras, como la de Cuba, en la que, desde 1959, no hubo término ni limitación para el caudillo, quien solo se retiró del gobierno aquejado por una enfermedad, dejando el poder en manos de un heredero: su hermano.
Con este ejemplo, el presidente de Venezuela, forzó la modificación constitucional de su país para el intento de perpetuación en el gobierno; lo que fue, hasta ahora, conseguido con métodos poco democráticos, como fue asegurar una mayoría congresal, aun perdiendo en la votación popular.
A esto siguió la reforma constitucional ecuatoriana, que también apunta a la continuidad de Rafael Correa como presidente, y la reciente reelección forzada e ilegal del nicaragüense Ortega.
En Bolivia se apunta a lo mismo. Se sabe de esfuerzos por convencer de que el actual es el primer período del presidente y que, por ello, estaría habilitado para intentar un nuevo mandato en 2014, que lo mantendría en el poder por más de una docena de años.
En la Argentina hubo un precedente: la imposición de la candidatura a la vicepresidencia –ciertamente de segura elección– de la segunda esposa del presidente Juan Domingo Perón, lo que repitió luego Néstor Kirchner, a quien su muerte le impidió “suceder a su sucesora”: su esposa Cristina Fernández.
Ahora, la señora, que tuvo un resonante triunfo para su reelección, ya tiene partidarios que están en la tarea de estudiar reformas constitucionales que aseguren la posibilidad de postular a la presidente por un tercer período –o más–que, sumado a los dos desempeñados por su fallecido esposo, se llegaría al record de cinco mandatos continuos del kirchnerismo.
El diario La Nación de Buenos Aires (28.01.2012), registra la declaración del diputado oficialista José María Díaz Bancalari “que admitió hoy que ‘hay muchos que están trabajando en una reforma de la Constitución’ lo que ‘habilitaría la reelección indefinida, pero advirtió que ‘primero hay que ver qué opina la presidenta Cristina Kirchner’”. Francamente, hacer depender de la opinión de la interesada el cambio de un precepto constitucional, linda en la sumisión política.
Otra crónica de mismo diario: “El clamor por habilitar otro mandato de Cristina Kirchner por medio de una modificación de la Constitución Nacional emergió anteayer en una cumbre de intendentes bonaerenses y legisladores convocada por el ex ministro de Economía (el actual Vicepresidente), en el restaurante marplatense La Bita. La propuesta surgió de La Cámpora, la agrupación juvenil que conduce el hijo de la Presidenta y que no deja de ganar espacio en la nueva etapa”.
El kirchnerismo ya tiene heredero, para consolidar la dinastía: Máximo Kirchner.
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