Lo que revelan los documentos oficiales de Estados Unidos divulgados hasta ahora por Wikileaks sobre América Latina es más o menos reconfortante. Resulta que Washington, la centro-izquierda latinoamericana y el gobierno socialista de España eran menos ingenuos de lo que se pensaba acerca de la naturaleza del populismo autoritario en el hemisferio occidental.
La información más importante corresponde a la penetración generalizada del Estado venezolano por los servicios de inteligencia cubanos. Su acceso a Hugo Chávez es mayor que el de los venezolanos y que tienen carta blanca para actuar contra los críticos internos, reales o imaginarios. También constituyen el grueso de la custodia militar del autócrata. De acuerdo al cable 51158 fechado en enero de 2006, proporcionan a Hugo Chávez “informes de inteligencia no corroborados por los oficiales venezolanos”. El cable 246071 de 2010 indica que la Dirección de Inteligencia Militar y el Servicio Bolivariano de Inteligencia “son controlados por el Servicio de Inteligencia Cubano que opera en Venezuela”.
Durante años, los críticos venezolanos han denunciado que la antiimperialista república bolivariana ha permitido a la inteligencia cubana establecer allí un muy imperialista “Estado dentro del Estado”. Nadie parecía prestarle mayor atención fuera de Venezuela. A juzgar por los cables intercambiados entre diplomáticos estadounidenses y el Departamento de Estado, Washington y varios gobiernos latinoamericanos conocían todos los detalles. Lo que importa aquí no es que lo sabían sino que había una alarma generalizada y un esfuerzo diplomático para frenar el empeño conjunto de Chávez y los hermanos Castro en extender su revolución a otras partes del continente.
Es sorprendente que, de acuerdo a los cables enviados por la Embajada norteamericana en Buenos Aires, incluso dentro del gobierno argentino hubiera funcionarios preocupados por el peligro de que Cristina y Néstor Kirchner llevasen a ese país al campo revolucionario. Las expresiones de funcionarios argentinos salientes que critican a los Kirchner a sus espaldas en diálogo con diplomáticos extranjeros confirman esta preocupación y dejan constancia de las fuerzas activas que conjuran dicho riesgo de una chavización argentina. De acuerdo al cable de 235941, Sergio Massa, ex Jefe de Gabinete del presidente Kirchner, aseguró que “la Argentina no permitirá a los Kirchner consolidar su poder con más gobierno autocrático”. A su ex jefe lo llama “psicópata”.
Aún más significativa es la opinión transmitida en 2008 a un alto diplomático estadounidense por Bernardino León, Secretario General de la Presidencia del gobierno español, en Madrid respecto a la amenaza contra la inversión extranjera representada por Kirchner, cuya corrupción y populismo condena, y el boliviano Evo Morales, cuya impopularidad sobreestima. El gobierno español era percibido en esa época como amigo de Chávez, a quien había vendido armas; de Argentina, donde los inversores españoles no obstante eran sometidos de forma rutinaria a chantajes mafiosos, y de Bolivia, cuyo autoproclamado líder indígena era objeto de adulación.
Incluso la izquierda bien pensante de América Latina andaba horrorizada, en privado, con la orgía de populismo que tenía lugar en Argentina. La ex Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, que gobernó con pragmatismo en casa pero que fue complaciente con los revolucionarios latinoamericanos, es citada en el cable 243823 fechado en Santiago. Se le atribuye haber expresado una profunda desconfianza hacia Cristina Kirchner e incluso haber aludido a su “inestabilidad” (presumiblemente emocional).
Todo esto sugiere que el esfuerzo norteamericano por trabajar con los latinoamericanos para aislar diplomáticamente a las manzanas podridas del continente era más consistente de lo que las blandas declaraciones a menudo emitidas por las cancillerías sugerían. Hasta cierto punto, esto reivindica a Tom Shannon, el Secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental en tiempos de Bush, que empujó a Washington a llevar a cabo una diplomacia más inteligente y “aislacionista” contra la izquierda carnívora de la región, por oposición a las actitudes reflejas de vieja estirpe que han tendido por lo general a fortalecer el antiamericanismo. También parece, a juzgar por los fragmentos de información que hasta ahora han circulado, que los crecientes lazos de Brasil con Irán no fueron tomados tan despreocupadamente como alguna vez se pensó por la región.
Esto es relativamente tranquilizador. Pero también pone de relieve la impotencia del hemisferio para llevar a cabo políticas capaces de hacer un uso eficaz de la valiosa información y de las agudas percepciones que muchas de estas cancillerías tienen con respecto a la amenaza del populismo autoritario y la autodenominada revolución bolivariana. La inoperancia de la Organización de Estados Americanos, en la que todos estos gobiernos se encuentran representados, a la hora de defender el Estado de Derecho en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua marca un pavoroso contraste con la aguda conciencia del peligro que suponen esos regímenes para el futuro de la democracia liberal y la prosperidad económica de la región.
El Diario Exterior
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