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domingo, 29 de agosto de 2010

Soliz Rada quién fuera inspirador de la nacionalización de las empresas petroleras se convirtió en el primer ex-ministro de Evo. Hoy crítico duro.

El Gobierno de Evo Morales es censurado por reemplazar a la República de Bolivia por un Estado plurinacional de 36 inviables naciones indígenas; equiparar los símbolos patrios con otros de índole local y étnica, no haber creado, con las reservas de litio, hierro y gas, empresas estatales corporativas capaces de garantizar financiamientos autónomos; instalar un régimen autoritario que traslada detenidos a la sede de Gobierno sin respeto a las jurisdicciones departamentales; tolerar abusos del indigenismo sobre derechos humanos y el ordenamiento jurídico vigente; adquirir sin licitación el avión presidencial por 38 millones de dólares; ocasionar, por la negativa gestión de YPFB, que el país se convirtiera en importador de gasolina, GLP y diésel; y acentuar el sometimiento a los intereses geopolíticos de Chile y Brasil.
¿Cómo explicar que, a pesar de lo anterior, Evo hubiera sido reelecto, en diciembre de 2009, con el 64% de votos? Ese porcentaje posibilitó al Movimiento Al Socialismo (MAS) controlar los cuatro poderes del Estado y descabezar cualquier alternativa real que amenace su continuidad. Una vez aniquilada la otrora poderosa “media luna” (dirigencia cívica de Santa Cruz, Beni, Pando, Chuquisaca y Tarija), sólo existen inconexos focos de protestas regionales y sectoriales, aunque no se descartan antagonismos entre el oficialismo y organizaciones indígenas que tratan de conseguir mayores dotaciones de tierra y cuotas de poder.
El Presidente consolidó su liderazgo gracias a que tocó la fibra más sensible de la política nacional: el racismo explícito hasta la revolución de 1952 y encubierto a partir de entonces. Es la primera vez que las mayorías precolombinas han dejado de ser minorías políticas excluidas y que hoy utilizan en su beneficio la democracia formal. El colonialismo interno impidió construir una comunidad nacional que tenga en cuenta a todos sus conglomerados humanos, sin lo cual no pueden forjarse proyectos viables. Esa falencia intrínseca hizo que Bolivia fuera despojada de la mitad del territorio con que nació en 1825. Tampoco pudo impedir la succión sistemática de sus recursos naturales.
Evo, después de arrinconar al racismo interno, debiera comprender que no es posible construir un país sin tomar en cuenta los hechos positivos y negativos de la historia patria, porque, sencillamente, no hay país sin historia. La voluntad de existir nace del rescate de acontecimientos históricos indomestizos, como la Revolución de 1952 o las guerras internacionales. Afirmar, como hace Fausto Reinaga, que en estos sucesos sólo participaron indígenas, sencillamente (y repetimos la palabra de manera premeditada) no es verdad.
La voluntad indomestiza emerge de la evocación de nuestros pensadores y políticos que defendieron la existencia de Bolivia, como Montenegro, Almaraz, Quiroga Santa Cruz y Zavaleta Mercado. Ese rescate abre el horizonte para articular una interculturalidad más equilibrada, defender la soberanía, potenciar la autodeterminación, coadyuvar a que los costos ecológicos sean distribuidos de modo equitativo en el concierto internacional, e industrializar los recursos naturales del país a fin de proyectarlo en la comunidad de naciones de Indoamérica.
La mayor autoestima de las etnias necesita traducirse en una mayor autoestima de la sociedad boliviana. La ciudadanía debería tomar conciencia de que las rectificaciones necesarias no se harán contra el MAS ni sin el MAS, sino con los sectores nacionales y democráticos del MAS (no alienados por las ONG y el ultraindigenismo) en alianza con los conglomerados obreros, patrióticos y populares del conjunto de la Nación oprimida.
Ex ministro de Hidrocarburos
Andrés Soliz Rada

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