El reciente 6 de agosto podría ser el último con los usuales homenajes a la independencia de Bolivia. Todavía, en este 2010, se han sucedido desfiles, declaraciones y discursos. Fue una celebración ruidosa, aunque estuvo precedida por el anuncio del vicepresidente de que ha llegado la hora de la quinta etapa del proceso de cambio impulsado por el MAS, para la ‘ofensiva estratégica’ que tienda a la toma del poder político, económico y cultural, es decir de todo el poder y en todos los ámbitos.
Ya están en manos del oficialismo los tres poderes del Estado y la corte nacional electoral; ahora, según el anuncio del vicepresidente, se trata de ocupar todo: gobernaciones y municipios y, para ello, ya está desatada la persecución judicial, y seguramente lo serán las universidades, como parte de la actividad cultural, y otros sectores de la actividad nacional. Se llegará así a detentar el “poder total” que implica dictadura, la que no tiene contrapesos. Todo en contraposición a lo que se celebraba el 6 de agosto: el día de la Patria y de la lucha por la libertad.
Y vino la andanada: Esteban Urquizo –habría que creerle porque es gobernador de Chuquisaca– acaba de afirmar que, para ellos (los “masistas” se entiende), en “el 6 de agosto no hay nada que celebrar” y que la verdadera fiesta –wiphala y todo– es el 22 de enero, conmemorando el inicio, en 2006, de la era del Movimiento al Socialismo; cuando asumió la presidencia Evo Morales Ayma.
La verdad es que en esto de los cambios de nombres, de fechas, de símbolos y hasta de héroes, hay una gran variedad. Hubo, luego de la II Guerra Mundial, es decir durante la corriente comunista, la manía de añadir a las Repúblicas el mote de “popular” y, en algunos casos, el de “socialista” y hasta “democrática”. Luego de la caída del Muro de Berlín, estas repúblicas revirtieron esa tendencia: No más populares o socialistas, simplemente repúblicas. Por lo menos en Europa, se había acabado la era de los regímenes tiránicos que detentaban el poder total.
Un caso singular es el del gobierno de Venezuela. Chávez ha añadido a la República el apelativo de “bolivariana”, dizque siguiendo el pensamiento del Libertador Simón Bolívar. Por supuesto que esto no tiene parangón con el nombre de Bolivia, derivado de Bolívar, que nace del célebre discurso del Presbítero Manuel Martín Cruz: “Si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia", pero no por connotación ideológica, sino como homenaje al héroe.
Bolívar era un demócrata; un demócrata del que se dijo que era el "canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque (el tirano haitiano)"; carta a Engels, de fecha 14-2-1858, que la escribió nada menos que Karl Marx, el inspirador del socialismo del siglo XXI que sigue el “bolivariano” Hugo Chávez.
A Bolivia ya se le ha escamoteado el nombre de República que ostentaba como todas las naciones de América del Sur independizadas de España. Es que República conlleva la condición de ser del pueblo: es la “res pública”, o sea la de todos y que, a la vez, “no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia” (José Martí - 1853 – 1895).
Los asambleístas constituyentes del Movimiento al Socialismo y sus asesores extranjeros, evitaron la incongruencia de llamar República a un estado que proyectaron para ser dominado por la dictadura de una “nueva clase”, igual a la denunciada por el yugoslavo Milovan Djilas (1911-1995), que se apodera de todo el poder y lo usa discrecionalmente.
Y el remate: este 6 de agosto de 2010, podría ser el último en que se conmemoró la independencia de Bolivia…
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