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jueves, 24 de julio de 2008

la doctrina social de la Iglesia ha inspirado las grandes ideas de justicia social y movimientos sociales. Guillermo Bedregal nos habla del Bien Común

El gran pontificio León XIII, inauguró en el siglo XIX la “Doctrina Social de la Iglesia” (DSI). Inicia el desarrollo de una teoría magisterial, heredero del pensamiento político escolástico y renacentista cristiano que afianzó la noción del bien común como base de su concepción político social.
La DSI ha reformulado a partir de la realidad histórica, la teoría clásica, haciendo un examen del bien común que contribuyó a su actualización, y sirve de contrapunto a muchas de las tesis por las teorías políticas procedimentalistas que dominan el ámbito intelectual contemporáneo.
El documento básico de la DSI está contenido en la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891), allí se expresa una preocupación por la “cuestión social/obrera” y denuncia de manera rotunda, por una parte, la dramática situación social y económica de los obreros, punto de un sistema económico injusto y desigual, y por otra, el comunismo que se erigía como único medio ideológico de solución de estas injusticias.
El Papa defiende un modelo de sociedad fundado en la justicia social y la dignidad humana, derivada del valor trascendente del ser humano. A partir de entonces la Iglesia asume un compromiso institucional sostenido y enriquecido en el tiempo. Se puede afirmar que todos los pontífices desarrollaron una labor excepcional.
Conviene recordar y citar los documentos de ese magisterio: Pio XI, encíclica Quadragésimo Anno (40 aniversario de la R. N.1931); Pio XII, Mensaje de Navidad, 1941; Juan XXIII y su encíclica Mater et Magistra de 1961 que conmemora los 60 años de la R.N. y Pacem in Terra (1963); Concilio Vaticano constitución pastoral Gaudium et Spes (1965) sobre la Iglesia en el mundo actual; Pablo VI y su carta Apostólica Octogésima Adveniens (80 años de la R.N.,1971); Populorium Progressio (1967); Juan Pablo II y sus encíclicas: Laborem excersens (1981), Solicitude rei socialis (1987), Centesimus Anno (1991) en el centenario de la R.N.
Es importante anotar que Juan Pablo II descartó cualquier intento ideológico de convertir la DSI en una alternativa política entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista. Destaca “que ni siquiera existe esa posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente. La DSI tiene una categoría propia”. No es una ideología sino “la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en sociedad y en el contexto internacional a la luz de la fe y de la tradición eclesial”. No podemos negar que la DSI es un espacio por la verdad de la dignidad humana en el ámbito de los conflictos sociales del hombre. Se opuso siempre a esas grandes corrientes de pensamiento social actual opuestas a la verdad de la dignidad humana (fascismo, liberalismo, comunismo).
LA DSI es polémica con su tiempo y, en ocasiones, por su carácter directamente defensiva. Desde su aparición, la DSI ha advertido de los riesgos que conlleva la adscripción a una ideología que se funda en una concepción reduccionista. Pablo VI (Octogésima Adveniens, 1996.7 ) señala “el cristianismo que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas que se oponen o en los puntos sustanciales de su fe, o en su concepción del hombre”, uno no puede, como cristiano, alentar el odio, la violencia; negar la trascendencia del hombre.
Si reconocemos a Dios, nuestra vida y acción debe refugiarse en la paz, la justicia y la libertad, si no hay eso, se expande la barbarie, sin dignidad, la intolerancia sin ética ni límite. Si realmente somos católicos, no podemos admitir la fuerza irracional y alienante de los que creen que “el fin significa los medios”. En los medios y su uso sensato, está la paz y el supremo respeto respecto al Otro. * Ex ministro, congresal y dirigente del MNR guibedre@yahoo.es

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