Antes de dar paso al homenaje que le rinde Dardichón en Opinión de Cochabamba, séanos permitido recordar una faceta de su personalidad, su preocupación por el pensamiento social que se plasmó en la revista Cuarto Intermedio que mantuvo durante muchos años junto a notables intelectuales como ramón alais, xavier albó, victor codina, antonio menacho. Cuato Intermedio fue una pausa pra la reflexión, el diálogo, la lectura y la búsqueda de caminos de solución y le dedicó sendos estudios a los más inquietantes problemas de la última década y que conservamos como preciado legado de su obra, allí se dió paso a las corrientes de opinión a veces disidentes aunque sí empeñados en dialogar y construír una sociedad justa y fraterna, desde la compañía de Jesús a la que representó dignamente Javier tuvo el coraje de decir "su verdad" en medio de la estridencia que por momentos no pudo entender el mensaje de sus análisis. Mucho habría que escribir sobre éste sacerdote tan humilde como inteligente, tan íntegro como modesto en todas las facetas de su existencia. Loor a Javier y paz en su tumba! (El editor)
Francisco Dardichon sj.
SABÍAMOS que su salud estaba deteriorada, pero no por ello no dejó de sorprendernos su repentino fallecimiento, precisamente en la madrugada del día que cumplía 74 años. Una vida fecunda y polifacética como pocas. Su “currículum vitae” es impresionante. Para sus largos estudios, estuvo en España, Francia, México, Jerusalén donde se especializó en estudios de la Biblia. Su campo de actividades es también muy amplio. Como historiador fue docente de Historia de la Iglesia en la Universidad Católica y realizó trabajos de investigación en el Instituto Histórico de los jesuitas en Roma. Integró el equipo de traductores de la Biblia al quechua y tradujo también otros libros litúrgicos a esta lengua que dominaba y amaba. Estuvo también al frente de la Biblioteca Julio Murillo de Cochabamba. Fecundo escritor desde trabajos eruditos de historia hasta novelas pasando por editar cuentos. Párroco del templo de la Compañía de Jesús. En sus buenos tiempos, visitaba comunidades campesinas, durmiendo mal y comiendo peor, para anunciar, en lengua nativa, la buena noticia a campesinos. TENGO recuerdos más personales y para mi más simpáticos. Ambos habíamos pasado años en Francia, yo en mi infancia y él en sus estudios, seguramente por ello, cada vez que nos encontrábamos, nuestras primeras palabras, nuestro saludo era en francés: “Mon père, comment ça va”, enseguida pasábamos al castellano. Su gran erudición y su memoria hacían de él un conversador infatigable y ameno como pocos. Sobre cualquier tema, salpicaba su charla con cantidad de anécdotas e historietas de manera que uno no se cansaba de escucharlo y de aprender al mismo tiempo. Sin darnos cuenta el tiempo pasaba volando. Hablando del tiempo, se puede añadir que eso de la puntualidad no era su fuerte. Mientras unos nos ponemos nerviosos mirando el reloj, con el temor de llegar tarde, Javier, sin perder la serenidad ni ponerse nervioso, seguía tomando su cafecito y acabando su cigarrillo. Eso, antes de que los médicos le prohibieran ambas cosas. Hoy, ya ausente, es fácil recordarlo sentado a la mesa, charlando, saboreando despacito su café y su consabido cigarrillo. Se nos fue este buen conversador y amigo.UNA PERSONA tan plenamente humana, de tanta y variada actividad, fácil a la amistad y al servicio nos plantea un interrogante: ¿Cuál era el motor de su vida? ¿Cuáles fueron sus más íntimos ideales? Creo adivinar la respuesta: su vocación a la Compañía de Jesús, su entrega al Señor y su entrega al servicio de sus hermanos, los hombres y mujeres que Dios puso en su camino. No es exagerado decir que el P. Javier se empeñó en vivir el evangelio que hoy se lee en la Eucaristía y lo consiguió en grado eminente. Jesús ha sido su Camino, el camino que él ha seguido hasta el fin; ha sido la Verdad que él ha conocido, ha predicado con su palabra y su ejemplo; ha sido la Vida de Jesús que, como buen jesuita se ha esforzado en vivir. Quienes hemos tenido la suerte de conocerle, y somos muchos, hemos de dar gracias por su ejemplo, por su amistad, por haber sido una persona tan humana y tan cristiana. --Francisco Dardichon es sacerdote y profesor universitario.
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