Otro paso más hacia la dictadura
Pese a sus imperfecciones, la democracia ha sido una conquista del pueblo boliviano, que no le pertenece al MAS, a Evo Morales ni a los sindicatos que lo respaldan. La actual administración gubernamental se debe a esa democracia.
Luego de observar las imágenes de una diputada que fue escupida, pateada, empujada y revolcada en las puertas del Congreso, son pocas las esperanzas de que el actual proceso político se encamine por la senda de la democracia.
Cientos de mineros lanzando dinamitazos en la plaza Murillo, dirigentes de los “ponchos rojos” que ingresaban al Parlamento con la autorización de la Policía, a agredir e impedir el ingreso de los opositores, se convirtieron en emblemas del linchamiento de los más elementales derechos democráticos y del aniquilamiento de las esperanzas de construir el cambio que prometió el MAS cuando asumió el gobierno gracias a una votación histórica a su favor.
Con este ajusticiamiento que se hace de la democracia, el MAS confirma que la única vía que concibe para cumplir con sus objetivos es el uso de la montonera campesina y sindicalista, que si bien satisface sus deseos de revancha, posterga aún más las posibilidades de lograr un país viable en el que se dignifique a las mayorías postergadas y excluidas durante siglos. Es probable que con esos métodos, el oficialismo consiga mantener en sus manos un botín político, pero sin duda alguna, a largo plazo, el proceso democrático continuará en deuda con el país, al que le debe la construcción de un estado integrador y la búsqueda de respuestas que ayuden a superar la miseria del pueblo. Los partidos tradicionales compraban parlamentarios para aprobar sus leyes; el MAS ya recurrió a esa estrategia y en este caso apela a la violencia con idéntica finalidad. En resumidas cuentas, se trata de otros actores con la misma angurria de poder.
Pese a sus imperfecciones, la democracia ha sido una conquista del pueblo boliviano, que no le pertenece al MAS, a Evo Morales ni a los sindicatos que lo respaldan. La actual administración gubernamental se debe a esa democracia y tiene que aportar para fortalecerla, no para destruirla, como lo está haciendo a pasos acelerados. Que nadie dude de la sabiduría e intuición de la gran masa social del país, que siempre ha reaccionado a su tiempo contra los intentos totalitarios y los abusos de los gobernantes de turno. Esos dirigentes alcoholizados con sed de violencia no representan los intereses del país y tampoco los de la democracia boliviana. En todo caso la están enajenando y sumiendo en un pozo tan negro y espurio como el que heredaron de los gobiernos que tanto ha criticado el MAS.
La población está afligida y golpeada. Bolivia está viviendo uno de los peores desastres climáticos de su historia, está a las puertas de una crisis energética sin precedentes, con una inflación galopante y pocas esperanzas de un cambio que mejore su calidad de vida. El MAS no da señales de tener la voluntad y la capacidad para atender estas urgencias, más bien desilusiona a la gente con su mezquindad y su torpeza. El Poder Ejecutivo, convertido en un gran sindicato, hace lo que mejor sabe: bloquear al país y tratar de linchar el proceso democrático.
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