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domingo, 26 de junio de 2011

UN EXTRAÑO CAPITALISMO INVADE BOLIVIA Y SE APOLTRONA. ACERTADO TÍTULO CON QUE EDWIN TAPIA PINTA DE COLOR EL FENÓMENO FINANCIERO. PUNTO ALTO!

Una corriente amorfa, sin alma, preponderantemente material invade ciudades, ocupa grandes espacios, se instala en plazas, avenidas y calles, dando lugar a una competencia instintiva por tener más, cada vez más. Mientras la superestructura discurre en la lógica de sus creaciones mentales.

La informalidad comercial mueve millones de dólares y compromete a muchas personas, hay familias especializadas en este modo de hacer negocios. Es posible que muy pocos, quizá nadie, pueda afirmar que nunca estuvo en los grandes mercados en los que se vende casi todo, desde artefactos eléctricos y electrónicos hasta clavos y alfileres. La periferia, parece estar condenada a repetir las etapas primarias del sistema imperante en el mundo. En materia de automotores, en algunas ciudades, hay más unidades que en las ciudades ricas del mundo, un vehículo para cada cinco personas. Los importadores dicen que nunca vendieron tanto como en los últimos años, lo grave de este componente capitalista es la internación de automotores usados de dudosa procedencia. La ropa que viene del extranjero está modificando la imagen externa de la gente, no sólo citadina, sino también del campo. 

Si admitimos que hay, por lo menos un celular por familia, estamos hablando de dos millones de estos aparatos. Algunas personas poseen más de uno, fuera de los teléfonos tradicionales que tienen en sus casas. El que no posee un celular se siente inferior, despojado de una parte de su dignidad y honor. El efecto de demostración de los medios de comunicación, especialmente la televisión, introduce en la formación cultural de la gente hábitos y costumbres que antes eran extrañas.

Un fenómeno reciente es el crecimiento masivo de la construcción, las zonas urbanas crecen tan aceleradamente que sólo en meses cambian de imagen. Santa Cruz se extiende con una tasa anual del quince por ciento, es posible que Cochabamba también esté muy cerca de ese ritmo de expansión. La demanda de cemento y de otros materiales necesarios para la construcción se ha incrementado en más del cien por ciento. Estamos ante un agrandamiento espontaneo, sin rumbo definido ni planificación, mínimamente, racional.

Por lo menos tres son las causas de esta fenomenología capitalista. En primer lugar, la movilidad social que a partir de 1952 se produce en todo el país. Millones de seres humanos que antes estaban marginados, excluidos, humillados ahora están en las universidades, en los negocios, en las actividades profesionales y en la política. Han tomado conciencia de su número, de su cultura, de sus derechos y quieren tener lo que supuestamente tenían las clases dominantes del pasado. Históricamente, cuando los oprimidos se liberan, lo primero que quieren es satisfacer sus necesidades y como, tal propósito humano, cualitativamente hablando, es ilimitado, después de tener mil dolares quieren tener dos mil, después tres mil y así sucesivamente hasta los límites que el propio sistema establece como parte de su propia naturaleza. La gente quiere tener casa, automóvil, televisor, celular y cuenta bancaria. Tal deseo no es malo, es parte de la naturaleza humana, así somos las personas. Los que siempre vivieron sin alimentación suficiente, sin vivienda cómoda, con poca ropa y oportunidades restringidas, cuando vencen esos niveles ominosos de existencia, hacen todo lo que pueden, no sólo para tener lo necesario, sino para lograr márgenes de seguridad confiables. Después, es posible que descubran fórmulas de cooperación que eviten los extremos. El capitalismo es una etapa de la evolución humana, no es eterno.

La segunda causa, es el aumento sorprendente del dinero como consecuencia del incremento de precios de los productos que exportamos, sector en el que, indudablemente, juega papel importante la nacionalización de los hidrocarburos. La cooperación internacional y las remesas de los emigrantes es significativa. Lo más sorprendente y al mismo tiempo preocupante es el dinero de origen sospechoso que tiene doble efecto en la economía. Financieramente, este es un momento excepcional.

Las causas externas deben ser tomadas en cuenta en su verdadera dimensión, una de ellas, ciertamente novedosa, es la cantidad de dólares que los Estados Unidos ha difundido en el mundo, como una forma de resolver su contradicciones, insuficiencias y crisis. Antes, Norteamérica imprimía billetes, con poco o ningún control, dinero con el que podía comprar, casi todo, en otros países del mundo, ahora ha hecho más o menos lo mismo, pero con más control y competencia de la Unión Europea y de China. 

La descripción que hago de lo que está sucediendo en la base real de la sociedad, no es una denuncia y menos una queja, es positiva, plena, constructiva, lo hago para hacer notar que debemos comprender dicha realidad a fin de apropiar la organización de la sociedad a las exigencias de esas nuevas fuerzas sociales y productivas que están en todos los niveles y sectores de la sociedad, esperando que alguien las encauce, organice y regule. La primera obligación corresponde al Gobierno. Paradójicamente, en un país tan pobre como el nuestro, sobra dinero en los bancos y en otros centros receptores del excedente. Miles de personas que ahorran entre cinco y diez mil dólares no tienen dónde invertir, lo mejor que saben hacer es comprar taxis, con lo que, en poco tiempo, pierden la mayor parte de ese trabajo acumulado. El aumento acelerado de la construcción es también porque la gente no tiene otras alternativas de inversión de sumas, relativamente modestas. No hay quién elabore un cuadro de oportunidades de inversión para orientar la utilización eficiente del dinero. Las etapas de la historia no son inventos de nadie, son fruto de leyes que se cumplen a despecho de la voluntad de las personas. Lo que ahora sucede en Bolivia, es la única realidad que existe, lo demás son manifestaciones retóricas. Sabemos que las ideas valen, no tanto por su belleza formal, como por su correspondencia con la realidad.

Está bien transformar el viejo Estado exaccionador y represivo. El mayor obstáculo para el desarrollo ha sido ese viejo aparato violento e ineficaz. Pero la transformación tiene dos etapas, una la destructiva y otra en la que debe construirse el nuevo orden. Lo que hasta ahora ha sucedido y sólo a medias es la primera etapa, acerca de la segunda no se vislumbra un proyecto factible. En esa situación el peligro no es precisamente la ausencia de acciones creadoras, sino el vacío, donde todo es posible. Los problemas que tiene el Gobierno son consecuencia de esa ausencia. Siendo un régimen novedoso y fuerte comienza a debilitarse por efecto de sus propias insuficiencias y contradicciones.

Es fundamental reconocer la realidad tal como es, organizar las nuevas fuerzas sociales y productivas en el marco de un orden propio, pero capaz de incorporar, en su evolucion, las corrientes externas inevitables. La mayor exigencia consiste en dar una cobertura de racionalidad ética a las fuerzas que surgen por efecto de su propio impulso.

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