Cuatro grandes pifias se inscriben en la contabilidad del prolongado gobierno de don Evo. Un somero examen de los principales hechos que ha dañado la credibilidad del Gobierno nos da los siguientes resultados:
1ª pifia. La nacionalización de los hidrocarburos (1 de mayo del 2006) el proyecto estrella de don Evo derivó en un simple arreglo entre Gobierno y petroleras sobre el pago de regalías por parte de las empresas ya instaladas. La primera consecuencia fue ahuyentar las inversiones, especialmente las extranjeras, pues las nacionales no suelen asumir riesgos. Muy pronto, pero demasiado pronto, YPFB se desbarrancó por los senderos delictivos de Santos Ramírez (procesado y encarcelado), hombre fuerte del partido gobernante. Más tarde, se hundió por la incapacidad administrativa de sus directivos.
2ª El gasolinazo (del 26 al 31 de diciembre del 2010) impuso a los carburantes los precios del mercado internacional. Los precios de la canasta familiar subieron. Se interrumpió por sólo cinco días la sangría de la subvención estatal al carburante. Los precios de los productos de primera necesidad no bajaron, como suele ocurrir en cualquiera de los mercados salvajes neoliberales. Y esto, ante la pasividad de los movimientos sociales masistas. El decreto “maldito” tuvo que ser derogado.
3ª. El chilenazo, cuando don Evo decidió interrumpir abruptamente las conversaciones con Chile sobre una agenda de 13 puntos y cambió de rumbo, anunciando que se llevaría el litigio por la vía contenciosa ante un tribunal internacional no especificado. La respuesta chilena vino a decir algo parecido a lo que sigue: “estamos dispuestos a negociar una solución digna y pragmática, pero sin soberanía. De lo contrario, rompemos el diálogo. Y entonces, aténganse uds. a un posible dictamen internacional que apague para siempre el sueño boliviano de recuperar un espacio útil en la costa del Pacífico”. Para colmo de fracasos, en la asamblea de la OEA, celebrada en San Salvador, ni se trató de la “multilateralidad hemisférica” ni de la “cualidad marítima de Bolivia”, dos fórmulas diplomáticas que podían ser útiles para perforar la muralla chilena que tiene sometida a Bolivia en el enclaustramiento marítimo.
4. Por último: la Ley de Saneamiento de Vehículos Indocumentados que legalizó el blanqueo de coches viejos —llamados chutos— de contrabando, y ordenó la retirada de la circulación de los vehículos públicos que hubiesen cumplido 12 años de servicio. El 26 de junio, el Gobierno revocó parte del decreto referente a la “prohibición de los 12 años” pero no la liberación de los chutos. Gracias a esto último, se han beneficiado miles de contrabandistas profesionales y advenedizos, además de muchos narcotraficantes que canjean chutos por droga. La Aduana informó ayer martes que en los últimos 11 días había inscrito a más de 70.000 chutos. Una humillante derrota para el fisco y la FELCN.
Al liberar del entierro a los vehículos públicos con más de 12 años, el señor Presidente tuvo la hombría de reconocer que aquella disposición restrictiva había sido una equivocación del Gobierno. Aunque si se suman las cuatro pifias aquí reseñadas a los deslices verbales de don Evo, cada vez más rudos, y añadiendo otras fallas cuya simple enumeración no cabría en este comentario, los analistas más incisivos reprocharían al sr. Presidente por no haber dicho las cosas como son. Algo así como: “reconozco que tengo un Gobierno de ineptos”.
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