Un extraño final de acto siguió a la firma, en el “Palacio Quemado”, de convenios concertados entre el gobierno de Bolivia y la Organización de los Estados Americanos. Los protagonistas: el presidente del estado plurinacional y el secretario general de la Organización regional.
Ahí, José Miguel Insulza volvió a sus viejas andanzas. Muy orondo, dijo: “nosotros admiramos cómo en Bolivia se ha ido transformando la vida, cómo se ha ido permitiendo que la gente viva mejor, viva bien, al mismo tiempo manteniendo su capacidad de diálogo, manteniendo un conjunto de valores que son intrínsecos a la democracia”. Por supuesto no dijo quiénes son “nosotros” porque este personaje sólo es un funcionario de la OEA que lo integran los países miembros a los que, por supuesto, Insulza no los representa.
Pero no es cuestión de formas: Hay en Insulza alineamientos que desvirtúan una condición esencial de su función: la no injerencia –en favor o en contra de la política de un régimen– a la que está obligado por la Carta de la Organización. Pero no es cuestión de formas: Hay en Insulza alineamientos que desvirtúan una condición esencial de su función: la no injerencia –en favor o en contra de la política de un régimen– a la que está obligado por la Carta de la Organización.
Sin embargo, pese a esa regla de prescindencia, por la Carta Democrática Interamericana, el secretario general de la OEA debe denunciar las violaciones al sistema democrático, a las libertades civiles, a los derechos humanos, etc., lo que constantemente Insulza soslaya como cómplice de conductas antidemocráticas. En esta oportunidad Insulza olvidó que él calificó de “inaceptable” la torpe amenaza de un general venezolano, que anunciaba que los militares “bolivarianos” no reconocerán una eventual derrota del “chavismo” en las elecciones de 2012. Ahora, el funcionario de la OEA calla ante la declaración de un comandante militar que alinea a las Fuerzas Armadas de Bolivia en la corriente del MAS ¡dizque socialista!, representada en el llamado “proceso de cambio”. Claro Insulza, luego de una sucesión de cambios de partidos en Chile, ahora es socialista.
Insulza no se quedó corto: “Bolivia –dijo– …es un Estado democrático en plena transformación revolucionaria. Es un ejemplo para el continente y estamos muy felices de poder apoyarlo” –¡nuevamente el “estamos”! ¿Está este sujeto en sus cabales? ¿Se atrevería a recomendar, como expresión de sus resentimientos y desvaríos, que el presidente de Chile, Sebastián Piñera, siga el ejemplo de Evo Morales, y que, avasallando la independencia de poderes del Estado, persiga a sus adversarios, multiplicando juicios especialmente dirigidos contra los opositores que triunfaron en elecciones. ¿O le pedirá al presidente de su país que siga el ejemplo de insultar a la Iglesia cuando ésta señala atropellos e injusticias? ¿O, él mismo, arremeterá –olvidando su origen democristiano– contra el Papa, como lo oyó al presidente de Bolivia?
Esto de las diatribas masistas contra la Iglesia Católica, tiene antecedentes en los “bolivarianos”. Hace poco, Hugo Chávez, desorbitado, insultaba al cardenal venezolano Jorge Urosa; lo llamó "troglodita", "vagabundo", "maleante", "embustero", "obispo indigno", entre otras cosas. (ACI Prensa, 06 Jul. 10). Fue el mismo Chávez que, cada vez que Insulza abre la boca, lo llena de improperios que éste recibe mansamente.
Afortunadamente, Insulza no podrá influir con su inmoral recomendación –“buen ejemplo”, dice– a presidentes democráticos, ni inducirá a que se crea que les asiste la razón a quienes sólo esgrimen dicterios y violencia.
“Vivir bien” parece ser, para Insulza, gozar del poder y de las canonjías de la Secretaría General de la OEA, a la que se ha aferrado, pese a que contribuye a su descrédito y ocaso. En efecto, hay designios de la ALBA para destruirla, e Insulza está en la conjura, pese a que Chávez cree que es un “pendejo” (sic).
Este Insulza es uno de los juntados por el diablo.
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