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domingo, 31 de enero de 2010

el prestigiado La Nación de Baires entrevista al politólogo Guillermo O'Donnell que curiosamente también habla sobre el diablo en la política gaucha


"El poder ejerce atracciones demoníacas", afirma el politólogo Guillermo O´Donnell, y, cuando lo dice, uno no puede evitar pensar cómo el diablo se ha instalado en la política argentina. Es que algo raro sucede. Algún espíritu maléfico se metió en el cuerpo de algunos de nuestros dirigentes. De qué forma explicar, si no, que la presidenta Cristina Kirchner brinde tórridos consejos en la Casa Rosada sobre la carne de cerdo y la actividad sexual. O que el gobernador Daniel Scioli se haya dejado ver esquiando en la lujosa Saint Moritz, en Suiza, en medio de tantos problemas de su provincia. O´Donnell no es precisamente un exorcista, pero se nota que, como uno de los expertos argentinos en ciencias políticas más reconocidos en todo el mundo, quiere ahuyentar ciertos malos espíritus que, a su juicio, están enquistados en la -a veces satánica- política nacional.

En la entrevista con Enfoques, al hablar de las atracciones demoníacas que ejerce el poder se refería a las tentaciones de distintos presidentes por perpetuarse en el gobierno, aunque su gran preocupación actual está vinculada con el clima de violencia verbal entre los dirigentes. "Los argentinos debemos pedir un armisticio general para limpiar un poco la escena política de exabruptos y de denuestos", dijo.

Con la mira en el kirchnerismo, es concluyente: "Hay un riesgo autoritario". Aunque también admite que "la oposición no está llena de santos ni de ejemplos republicanos".

Cálido y amable en el trato, O´Donnell, pese a las canas, aparenta menos de los 73 años que tiene. Se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en Ciencias Políticas en la Universidad de Yale. Es hermano de Pacho, el escritor, y padre de cinco hijos, entre ellos los periodistas María y Santiago. Recibió hace tres años el premio de la Asociación Internacional de Ciencia Política, algo así como el Oscar de los politólogos, y es profesor e investigador de universidades como las de Notre Dame, San Pablo y California.

Se fue de la Argentina en 1979, amenazado por la izquierda y por la derecha, y desde el regreso de la democracia, en 1983, vivió con un pie en nuestro país y otro en el extranjero. Se afincó aquí nuevamente hace un año y medio, cuando terminó la repatriación de su enorme biblioteca ("uno vive donde están los libros", dice).(fragmento)

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