Con sus 85 años, la abuela Claudia levanta las manos rogando a Dios que le dé “paciencia y fe” para afrontar las nuevas inclemencias de vivir en Estados Unidos. Su nieta, Nina, acaba de perder una beca para seguir sus estudios en la universidad y las cosas se complicaron para sus hijos que, a duras penas, llevan adelante un negocio de radiotaxis en Nueva York. Los padres y la abuela harán lo que sea para que la chica cumpla el sueño americano de los latinos. Ésa es la trama de En los Altos, el musical más exitoso de temporada en Broadway. Una obra que retrata el ascenso, los tropiezos y el drama de millones de latinoamericanos que intentan hacer su vida en las grandes ciudades estadounidenses.
Que los latinos se han transformado, desde 2003, en la primera minoría de EEUU con más de 45 millones de personas no es una novedad. Lo que no deja de sorprender es la expansión de la cultura latina, de su lengua y sus costumbres. Las obras de arte también reflejan ese universo que se observa en cada una de las calles. Todo en medio de la mayor crisis económica de este país en los últimos 80 años. Hasta 2007, a los latinos les tocó disfrutar y aprovechar el boom de una economía que les permitía enviar millones de dólares a sus familias. Ahora, es al revés, muchos tienen que pedir un giro para mantenerse en EEUU, la supuesta nación de las oportunidades.
Uno de los dramas de los latinoamericanos que viven en EEUU es que no cuentan con una formación sólida como para conseguir trabajos mejor remunerados. La mayoría hace las tareas que los estadounidenses evitan hacer: servicios de gastronomía, limpieza y atención de niños y ancianos, principalmente. “Paciencia y fe”, canta la abuelita a sus hijos y nietos para que sigan con la lucha contra la exclusión social que campea, incluso, para los estadounidenses que son expulsados a diario por miles del sistema económico. No se ven indigentes latinos, la mayoría son afroamericanos y blancos de clase baja. Los latinos ganan menos ahora, pero están peleando por mantenerse; los que no pueden regresan irremediablemente a sus casas.
Estados Unidos es un país que, históricamente, ha sufrido el flagelo del racismo y la discriminación. No es por ello casual que los latinos también la afronten. Una reciente encuesta entre los habitantes del conservador estado de Ohio, en el centro norte del país, muestra que la mayoría de los ciudadanos observa a los latinos con desconfianza y rechazo. Mucho más ahora que la crisis azota al país y el desempleo amenaza a millones de familias. Paradójicamente, precisan los periodistas, las ciudades con mayor cantidad de inmigrantes son las que presentan mayor actividad económica. Es que los recién llegados impulsan una cantidad inimaginable de negocios.
Pero lo más interesante pasa por la cultura que se observa. En cualquier vuelo regular, en los puestos de venta de boletos del subterráneo, en los hospitales, en los museos, las oficinas del Gobierno central, en escuelas y universidades, EEUU ofrece un país bilingüe, inglés-español, sin lugar a dudas. El peso de los latinos en este país ha obligado a poner a todos a tono con la nueva “minoría”. Como dicen los periodistas, no muchos la aceptan, pero está allí, cada vez más fortalecida. Ya casi quedan pocos estadounidenses que no tengan al español como su segunda lengua y no pocos medios ya ofrecen productos en la lengua de Cervantes. Por ello, no sorprende a nadie que una hija de puertorriqueños, Sonia Sotomayor, haya llegado a la Corte Suprema de Justicia, la cumbre de la Justicia norteamericana, ni que el venezolano Johan Santana sea el alma de los Mets de Nueva York.
Los latinos llegaron para quedarse, eso no es novedad, lo que sí es cada vez más interesante es que la cultura latina transforma un país que siempre se pensó como parte del mundo anglosajón, pero cuyas raíces están en la inmigración.
El autor es Jefe de Redacción de La Prensa
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