Leopoldo Fernández ya tenía ganado un lugar en la historia de la última etapa democrática, cuando transitó por la política a punta de riñones y ocupó cargos de responsabilidad sin necesidad de padrinazgos de nadie, menos del Jefe. Fue, más bien, un contestatario dentro del Partido, un respondón que no tenía miedo decir su parecer con franqueza, sabiendo que ésa era la única manera de ayudar para que el gobierno de entonces – del presidente Hugo Banzer – no se viniera al suelo, como sucedería después con dos de sus sucesores.
Pero, además, Leopoldo Fernández ha sido, sin duda, el hombre más respetado y querido en su terruño, en su patria chica, en Pando. Con él allí el MAS no hubiera podido hacer lo que hace, ni el señor Quintana se hubiera enseñoreado, como un matón de baja estofa, en el único departamento oriental, que, por pequeño, incomunicado y pobre, era el eslabón más débil de la resistencia camba ante el avance colonizador aimara. El estado mayor masista se dio cuenta de que el portón de entrada a esa fortaleza que se llamaba Media Luna, estaba en Pando, que ahí había que plantar la “wiphala”, y que, sucesivamente, caerían Tarija, Beni, y Santa Cruz. Fallaron hasta hoy porque ni Ernesto Suárez ni Rubén Costas piensan ceder.
Eso saca de quicio a S.E. Para derrotar a los chúcaros, a los indómitos del oriente y del sur, había que tumbar al Cacique pandino. Había que extirpar al líder de manera definitiva de Cobija y matarlo – como anunció Quintana al borde de la demencia – o encerrarlo de por vida lejos de los suyos, en La Paz. Así fue cómo el gobierno del MAS, con pleno conocimiento de S.E. – porque sin su venia no se mueve ni una pulga en el Estado Plurinacional – planificó la encerrona de Porvenir, peor todavía si hacía pocas semanas que Leopoldo había sido ratificado por el pueblo en su cargo de Gobernador, propinándole una paliza a las huestes que dirigía el propio Quintana.
La cantidad de muertos que hubo en Porvenir y la probada invasión que promovió el Gobierno desde Riberalta no ha sido suficiente, empero, para que Quintana y el MAS admitan su culpa. Ahora resulta que quienes jamás respetaron la ley, se esconden detrás de los códigos. Algunos fiscales y jueces hacen ahora el papel que antes hacían los esbirros y sicarios del ministerio de Gobierno. El gasto debe ser el mismo: un fiscal debe ganar lo mismo que un matón. Los oficialistas no envían mastodontes a patear a sus adversarios, no hay necesidad de ser tan torpes si los derechos humanos se los puede violar más sutilmente, con una justicia venal, enviando a los enemigos a la cárcel sin derecho al pataleo. Es peor ir a las mazmorras del gobierno durante meses o años que recibir una paliza y quedar con algunas costillas rotas. Es más duro y denigrante que a uno lo encierren calumniado de asesino o ladrón que recibir una tunda de palos. Pero los prevaricadores de hoy van a estar tras los barrotes mañana.
A Leopoldo Fernández decidieron matarlo en vida. No sabemos de dónde vino tanto odio contra él a quien no se lo pudo acusar nunca de muertes, torturas, corrupción, durante sus años de poder, cuando llegó hasta ocupar el resbaloso ministerio de Gobierno. Ahora, claro, desesperados como están, los masistas tratan de armar una confusa telaraña de mentiras para incriminar a Leopoldo y sin poder vincularlo con muertes, resulta que hoy aparecen otros cargos que nadie conocía relacionados con el estatuto autonómico y dizque con un embarcadero.
Es decir que ya no es el responsable de las muertes de Porvenir – porque en tres años no le pudieron probar nada – sino que se propasó como impulsor de las autonomías. ¿Pero acaso el gobierno no es autonomista ahora? ¿Acaso no gastó fortunas en propaganda cuando de centralista secante se hizo un converso? Denota, nomás, lo que sabemos todos los orientales, que los aimaras en el poder odian toda autonomía porque ahora se creen dueños únicos del país entero.
Sólo una vez he podido visitar a Leopoldo en San Pedro, porque no vivo ya en La Paz y voy a esa querida ciudad sólo de paso. Pero cuando estuve con él, durante varias horas, cara a cara, recordando tiempos idos, no advertí ni una sola fisura en su espíritu. Es más, vi que estaba decidido a aguantar todo el tiempo que fuera, sin doblegarse. Ese ánimo del camba macho es el que estamos perdiendo. Ya nos critican por todos lados. La farándula y el dinero nos están convirtiendo en fenicios más que en romanos. La diversión es necesaria, pero pensar en el futuro amenazado desde adentro de la ciudad y desde fuera, es mayor.
Ahora parece, que luego de tres años de prisión sin sentencia la salud de Leopoldo decae un tanto. ¡No el espíritu! ¡No la rebeldía! Pero el hombre está cansado, abandonado, con más cargos y menos esperanzas, aunque apoyado por una esposa y unas hijas admirables que todos quisiéramos tener. He ahí su fortaleza. Mientras tanto, con los cruceños de brazos cruzados, el titiritero de las fronteras – Quintana –, ya está dentro de nuestra ciudad, designando delegados, maquinando perversidades, cuando se ciernen nubarrones negros para octubre con la inaudita elección de “magistrados” para reproducir a Leopoldo en mil víctimas más.
Pero, además, Leopoldo Fernández ha sido, sin duda, el hombre más respetado y querido en su terruño, en su patria chica, en Pando. Con él allí el MAS no hubiera podido hacer lo que hace, ni el señor Quintana se hubiera enseñoreado, como un matón de baja estofa, en el único departamento oriental, que, por pequeño, incomunicado y pobre, era el eslabón más débil de la resistencia camba ante el avance colonizador aimara. El estado mayor masista se dio cuenta de que el portón de entrada a esa fortaleza que se llamaba Media Luna, estaba en Pando, que ahí había que plantar la “wiphala”, y que, sucesivamente, caerían Tarija, Beni, y Santa Cruz. Fallaron hasta hoy porque ni Ernesto Suárez ni Rubén Costas piensan ceder.
Eso saca de quicio a S.E. Para derrotar a los chúcaros, a los indómitos del oriente y del sur, había que tumbar al Cacique pandino. Había que extirpar al líder de manera definitiva de Cobija y matarlo – como anunció Quintana al borde de la demencia – o encerrarlo de por vida lejos de los suyos, en La Paz. Así fue cómo el gobierno del MAS, con pleno conocimiento de S.E. – porque sin su venia no se mueve ni una pulga en el Estado Plurinacional – planificó la encerrona de Porvenir, peor todavía si hacía pocas semanas que Leopoldo había sido ratificado por el pueblo en su cargo de Gobernador, propinándole una paliza a las huestes que dirigía el propio Quintana.
La cantidad de muertos que hubo en Porvenir y la probada invasión que promovió el Gobierno desde Riberalta no ha sido suficiente, empero, para que Quintana y el MAS admitan su culpa. Ahora resulta que quienes jamás respetaron la ley, se esconden detrás de los códigos. Algunos fiscales y jueces hacen ahora el papel que antes hacían los esbirros y sicarios del ministerio de Gobierno. El gasto debe ser el mismo: un fiscal debe ganar lo mismo que un matón. Los oficialistas no envían mastodontes a patear a sus adversarios, no hay necesidad de ser tan torpes si los derechos humanos se los puede violar más sutilmente, con una justicia venal, enviando a los enemigos a la cárcel sin derecho al pataleo. Es peor ir a las mazmorras del gobierno durante meses o años que recibir una paliza y quedar con algunas costillas rotas. Es más duro y denigrante que a uno lo encierren calumniado de asesino o ladrón que recibir una tunda de palos. Pero los prevaricadores de hoy van a estar tras los barrotes mañana.
A Leopoldo Fernández decidieron matarlo en vida. No sabemos de dónde vino tanto odio contra él a quien no se lo pudo acusar nunca de muertes, torturas, corrupción, durante sus años de poder, cuando llegó hasta ocupar el resbaloso ministerio de Gobierno. Ahora, claro, desesperados como están, los masistas tratan de armar una confusa telaraña de mentiras para incriminar a Leopoldo y sin poder vincularlo con muertes, resulta que hoy aparecen otros cargos que nadie conocía relacionados con el estatuto autonómico y dizque con un embarcadero.
Es decir que ya no es el responsable de las muertes de Porvenir – porque en tres años no le pudieron probar nada – sino que se propasó como impulsor de las autonomías. ¿Pero acaso el gobierno no es autonomista ahora? ¿Acaso no gastó fortunas en propaganda cuando de centralista secante se hizo un converso? Denota, nomás, lo que sabemos todos los orientales, que los aimaras en el poder odian toda autonomía porque ahora se creen dueños únicos del país entero.
Sólo una vez he podido visitar a Leopoldo en San Pedro, porque no vivo ya en La Paz y voy a esa querida ciudad sólo de paso. Pero cuando estuve con él, durante varias horas, cara a cara, recordando tiempos idos, no advertí ni una sola fisura en su espíritu. Es más, vi que estaba decidido a aguantar todo el tiempo que fuera, sin doblegarse. Ese ánimo del camba macho es el que estamos perdiendo. Ya nos critican por todos lados. La farándula y el dinero nos están convirtiendo en fenicios más que en romanos. La diversión es necesaria, pero pensar en el futuro amenazado desde adentro de la ciudad y desde fuera, es mayor.
Ahora parece, que luego de tres años de prisión sin sentencia la salud de Leopoldo decae un tanto. ¡No el espíritu! ¡No la rebeldía! Pero el hombre está cansado, abandonado, con más cargos y menos esperanzas, aunque apoyado por una esposa y unas hijas admirables que todos quisiéramos tener. He ahí su fortaleza. Mientras tanto, con los cruceños de brazos cruzados, el titiritero de las fronteras – Quintana –, ya está dentro de nuestra ciudad, designando delegados, maquinando perversidades, cuando se ciernen nubarrones negros para octubre con la inaudita elección de “magistrados” para reproducir a Leopoldo en mil víctimas más.
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