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jueves, 6 de marzo de 2008

Guillermo Bedregal político, legislador, preclaro hombre público de indiscutida integridad explaya en el texto valioso concepto de Nación Boliviana

Fluye en el proyecto de Nueva Constitución del MAS una corriente de nueva vida democrática? El vocablo Estado es monopólico en la chapuza del texto cuartelero y pretende sustituir a la República, la Nación, la “sociedad política”; el Estado Nacional, para identificar y destacar una forma de poder político autoritario y tramposo. Esa Constitución es una abstracción subjetiva y voluntarista carente de tradición; peor aún, se esmera en repudiar la realidad republicana y, por lo tanto, ignorar la historia y ante todo negar a la Nación boliviana. La Nación no es sinónimo de Estado. Es una categoría ontológica, es decir, el ser mismo de la presencia de las y los bolivianos en la historia hace más de 180 años. El Estado es un elemento instrumental, es decir, adjetivo al ser de la Nación. La confusión que se difunde encierra una verdadera conspiración sobre la esencia republicana de la Nación boliviana y ante todo cuando se habla de plurinacional y se “inventan 36 naciones” dentro del Estado boliviano. Se atenta y amenaza la vigencia, la existencia y el contenido ontológico de Bolivia en la historia. Esta confusión va más allá de lo etimológico para transformarse en un asunto controversial, porque la Nación, para ser tal, es única y no puede compartir con ninguna otra “nacionalidad” evocando un tribalismo antihistórico que pretende dividir en el orden institucional del poder a la Nación boliviana, como si fuera uno más de los 36 grupos que se pretende autocalificar como “naciones” dentro del Estado, lo que es una aberración conceptual y práctica, y una falacia histórica insufrible. La Nación boliviana es única, y si no fuera así, sería inexistente como realidad material, antropológica y política. El Estado boliviano, cuya estructura es adjetiva a la categoría de Nación boliviana, configura una absoluta radicalidad incompatible entre lo estructural axiológico (la Nación) y lo adjetivo instrumental (el Estado). A lo largo del texto no aparece la expresión Nación boliviana; se la omite mañosamente estableciendo un texto constitucional reducido al Estado. Cuando aparece la palabra nacional y/o Nación expresa una adjetivación reduccionista del Estado, hace figurar implícitamente a la Nación boliviana como si fuera una entidad inexistente o, en el mejor de los casos, del mismo nivel que las llamadas naciones o “nacionalidades originarias campesinas”. Se repite temáticamente el concepto “campesino originario” como elemento central del Estado que estaría al servicio de esos humanos cuyo origen precolombino se exalta hasta el delirio para alentar dentro de lo plural la noción gelatinosa de “movimientos sociales”, los cuales no alcanzan ningún nivel institucional. Parece que esa penumbra jurídico-política se la sitúa así para hacer de ella un instrumento de violencia y opresión. El partido de la Revolución Nacional es ante todo nacionalista y revolucionario. Su origen se remonta en la realidad de una nación incoada, aún no realizada. Abril del 52 es el cimiento moderno para formar la Nación soñada por los libertadores y los patriotas que al crear la Nación Boliviana configuran un Estado, un poder político para hacer de Bolivia “una Nación de Verdad” (Paz Estenssoro), la cual, a su vez, sólo puede ser tal si practica y vive la Democracia del voto universal y el desarrollo para la justicia social. Las grandes realizaciones nacionalistas están en la nacionalización de las minas, la Reforma Agraria y el voto universal, que afirma al boliviano excluido dentro del concepto y la práctica de la plena propiedad agraria. La Nación construye con el poder al Estado y no al revés como pretenden instrumentar los descuartizadores de la Patria.

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