El anuncio por parte de Washington del envío del USS Cole a las costas del Líbano, el 28 de febrero de 2008, provoca el surgimiento de numerosas interrogantes en el Medio Oriente. ¿Qué nueva maniobra está preparando el Pentágono con el envío de ese destructor, último grito de la tecnología militar estadounidense, equipado con el sistema de radar Aegis, con un sistema de tiro vertical y con sistemas avanzados de lucha antiaérea y antisubmarinos así como con misiles de ataque del tipo Tomahawk?
Según un «alto responsable de la administración Bush, que prefirió mantenerse en el anonimato», «Estados Unidos estima que una señal de apoyo resulta importante para la estabilidad regional. Estamos muy preocupados por la situación en el Líbano. Ha durado ya demasiado tiempo (…) Nos parece que el nerviosismo se acrecienta, con las amenazas del Hezbollah y la impresión general de que no hay avance hacia una solución». El envío del USS Cole, prosiguió, «es parte de una serie de medidas que adoptamos nosotros y otros miembros de la comunidad internacional para expresar nuestra inquietud en cuanto al comportamiento de los sirios» [1].
Como siempre, la prensa libanesa comentó estas declaraciones de forma febril, dividida entre su deseo de informar a sus lectores y sus sentimientos hacia cada una de las partes. Los diarios y canales de televisión de la mayoría popular temían una nueva agresión militar contra un país que viene sufriendo constantes ataques desde hace 60 años. Por el contrario, los que apoyan a la mayoría parlamentaria aplaudieron la llegada de sus salvadores, convencidos de que Washington está finalmente dispuesto a aplastar a «la oposición» y a acabar con el apoyo logístico proveniente de Siria.
En vez de sumarnos a ese falso debate en el que las simpatías de cada cual sustituyen a los argumentos, analicemos los hechos y volvamos a la declaración que citamos al principio de este mismo artículo. ¿Qué trata de decirnos la administración Bush? Describir el envío de un destructor como «una señal de apoyo importante para la estabilidad regional» significa que la marina de guerra estadounidense no tiene la intención de atacar sino de disuadir al Hezbollah en cuanto a la ejecución de sus amenazas contra Israel. Subrayar que la crisis política libanesa dura desde hace demasiado tiempo y que no avanza hacia una solución significa, en boca del principal organizador de dicha crisis, que no hay intenciones de ceder pero que tampoco se desea que los adversarios saquen provecho de dicho período. Algo más extraño: declarar que ese despliegue «es parte de una serie de medidas que adoptamos nosotros y otros miembros de la comunidad internacional» indica que el envío del USS Cole no se debe interpretar por sí solo sino en relación con otras medidas, de otros Estados. Finalmente, la estigmatización del «comportamiento de los sirios» tiene como objetivo justificarse en el plano jurídico atribuyendo a otros la responsabilidad por la internacionalización de la crisis. De no hacerlo así podría acusarse a Estados Unidos de recurrir a la amenaza del uso de la fuerza para abrirse mercados [2].
Según un «alto responsable de la administración Bush, que prefirió mantenerse en el anonimato», «Estados Unidos estima que una señal de apoyo resulta importante para la estabilidad regional. Estamos muy preocupados por la situación en el Líbano. Ha durado ya demasiado tiempo (…) Nos parece que el nerviosismo se acrecienta, con las amenazas del Hezbollah y la impresión general de que no hay avance hacia una solución». El envío del USS Cole, prosiguió, «es parte de una serie de medidas que adoptamos nosotros y otros miembros de la comunidad internacional para expresar nuestra inquietud en cuanto al comportamiento de los sirios» [1].
Como siempre, la prensa libanesa comentó estas declaraciones de forma febril, dividida entre su deseo de informar a sus lectores y sus sentimientos hacia cada una de las partes. Los diarios y canales de televisión de la mayoría popular temían una nueva agresión militar contra un país que viene sufriendo constantes ataques desde hace 60 años. Por el contrario, los que apoyan a la mayoría parlamentaria aplaudieron la llegada de sus salvadores, convencidos de que Washington está finalmente dispuesto a aplastar a «la oposición» y a acabar con el apoyo logístico proveniente de Siria.
En vez de sumarnos a ese falso debate en el que las simpatías de cada cual sustituyen a los argumentos, analicemos los hechos y volvamos a la declaración que citamos al principio de este mismo artículo. ¿Qué trata de decirnos la administración Bush? Describir el envío de un destructor como «una señal de apoyo importante para la estabilidad regional» significa que la marina de guerra estadounidense no tiene la intención de atacar sino de disuadir al Hezbollah en cuanto a la ejecución de sus amenazas contra Israel. Subrayar que la crisis política libanesa dura desde hace demasiado tiempo y que no avanza hacia una solución significa, en boca del principal organizador de dicha crisis, que no hay intenciones de ceder pero que tampoco se desea que los adversarios saquen provecho de dicho período. Algo más extraño: declarar que ese despliegue «es parte de una serie de medidas que adoptamos nosotros y otros miembros de la comunidad internacional» indica que el envío del USS Cole no se debe interpretar por sí solo sino en relación con otras medidas, de otros Estados. Finalmente, la estigmatización del «comportamiento de los sirios» tiene como objetivo justificarse en el plano jurídico atribuyendo a otros la responsabilidad por la internacionalización de la crisis. De no hacerlo así podría acusarse a Estados Unidos de recurrir a la amenaza del uso de la fuerza para abrirse mercados [2].
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