Medianoche. Devoré la prensa boliviana, la de mañana. Ventajas de la tecnología que me permiten leer con antelación lo que discutirán luego los que ahora duermen, entre un café y unas salteñas. Como cada día me lleno de preguntas sin respuesta.
Alguien me anota que giro a la derecha y le contesto de la obsolencia de esos clichés idiomáticos. Basta mirar a la “izquierda” y asombrarse que debajo de esa categoría habiten personajes como Morales, Assad, Chávez, Correa, Ahmadinejad, Gaddafi (bueno, éste ya no habita, ya no usa habitación), el mullah Omar y gran suerte de fatídicos combatientes del conservadurismo, la contrarrevolución, el fascismo, la soberbia feudal y sectaria. Ante “eso”, el fraude mayúsculo, pónganme en cualquier lado pero no con ellos.
Quizá sea drástico, pero no reconozco y menos acepto esa institución nacional del linchamiento, y a pesar de una inicial alegría deploro que al asesino de Libia le dieran a tomar por culo, como dicen los procaces españoles. Voté por su muerte, sin duda, y debían haberlo colgado con todas las de la ley, como debieran hacer con su hijo al-Islam. Ya sucedió, no hay vuelta atrás. Hoy les toca al tirano de Siria, al de Yemén y al sietemesino de Irán, para quienes hay que poner las cosas duras, de color canela, aunque ello implique que el descastado Benjamín Netanyahu barra con las instalaciones nucleares de esos barbones de falda representantes de Alá-dino en la tierra.
Dicen que se aproxima otra guerra, qué desgracia; volvemos a lo mismo, a la brega inconsciente de fundamentalismos entre los Born Again Christians y los imanes que odian y oprimen a las mujeres porque son maricas. Estamos en punto cero, punto muerto mejor. Si al menos podemos sacar de ello un par de ahorcados, Assad y el persa, habrá cosecha; pequeña, pero producto al fin.
¿Y qué del hombre que venció a la muerte? El milico tonto de Venezuela rezonga y rebuzna en alta voz, sin darse cuenta que ya le estiran los pies. Debe ser tremendamente complicado caer en cuenta que la presidencia eterna era espejismo, la vida eterna falacia. Ya en los infiernos intentará subvertir el subsuelo de tal forma de poder regresar a gobernar en la superficie. Pobre mico, aherrojado lo echarán al hoyo, como a cualquiera.
Seguimos con el Principito, el anodino Correa. Mal le queda posar de macho, con esa vocecilla de eunuco en crisis. Se le ha dado por enjuiciar periodistas por millones de dólares. Alega ante la ¿justicia? que cuando lo desprestigian, comentan de él, sufre, tiene espasmos y diarreas psicológicas que se subsanan con fajos de dólares. ¿Nadie le ha dicho que para enriquecerse hay que trabajar? Me guardo el comentario de mi sentencia contra el monaguillo ecuatoriano de camisas floridas.
Pasada la medianoche. Por un momento hice de juez. Por qué no, si en mi país los jueces aparecen con chicote en bandolera, dispuestos a impartir justicia con ellos a los hombres transformados en hato de llamas. Leo una controversia de instituciones ante un artículo de prensa considerado insultante. El autor permanece en su puesto y dice escribir lo que le venga en gana. Me parece bien, pero recuerdo a mi amigo Iván Castro, censurado y vetado de inmediato luego de hacer algunas comparaciones zoomorfas de la genealogía presidencial. Y yo de paso, de rebote, por valientes nosotros y cobardes ellos, afuera. No pudimos quedarnos porque el que es rebelde en serio no se protege bajo ningún estamento de poder. Cosas que pasan, infortunios e imposturas.
Hora de irse a dormir. La una de la medianoche ya. Tal vez sueñe que al afectado presidente sirio, macabro Modigliani, lo arrastran por Damasco y le enseñan una lección elemental: que la vanidad se corta de golpe al chascar de un percutor.
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