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miércoles, 18 de mayo de 2011

karem aráuz pone el dedo en la llaga cuando menciona actitudes masistas típicas de una dictadura. los ataques a Jaime Solares, pinchan teléfonos, persiguen a opositores pero no paran la corrupción

Gracias a la espectacularidad de las puestas en escena de los más simples actos gubernamentales, existen los que se niegan a reconocer que son simples partes del montón. De omnipotentes, perfectos, imperecederos e infalibles, nada.

El tema pasa por creerse súper héroes de la corrección, la justicia y la verdad. Pero las fantasías son producto de la imaginación y no está bueno creerse al pie de la letra las historietas. Guarda, que cuando la realidad golpea, da fuerte.

Algunos parlamentarios de oposición que con gran tino se fueron con sus propios recursos a Estados Unidos, han sido “acusados” por los inquisidores justicieros de haberse reunido con Manfred Reyes Villa. ¿Y qué? ¿Quién les ha dado la facultad de sentenciar con quién sí y con quién no se puede uno reunir?

Otra. Saltan a “denunciar” con tono de aberrante crimen, que Jaime Solares tiene registradas llamadas telefónicas con “derechistas”. ¿Qué es esto?, ¿una dictadura?, ¿con qué prerrogativas? Por muy Ministros que sean, ¿con qué base legal le revisan a nadie sus llamadas telefónicas que no sean autorizadas por autoridad competente en el desarrollo de un proceso judicial? Hay los que queman un ejemplar de la Constitución. Pero creo que es peor mal usar su espíritu para fines privativos del poder.

Se recibe en suelo boliviano, que es de todos -porque esto no es cancha de nadie- a personajes de escabroso proceder y peor reputación mundial, con honores militares incluidos y nadie puede decir nada. Esto está pasando del cansancio al hartazgo.

Un grupo de ciudadanos comprometidos y preocupados por el acontecer político de su propio país, publica un documento rechazando una norma inconstitucional para la “inédita” elección de magistrados, que pone ahora sí, al sistema judicial al borde del abismo, y son inmediatamente “imputados” no como ciudadanos, sino como militantes opositores de partidos políticos vigentes o desaparecidos. A las personas que han desarrollado actividades políticas en democracia, ¿con qué derecho se pretende descalificarlas? La acusación sin pruebas no pasa de ser difamación. Mejor no lanzar la primera piedra. No olviden que somos pocos y nos conocemos mucho.

Los infalibles no existen señores. Que se les haya otorgado una mayoría circunstancial, no los convierte por arte de magia e iluminación divina en superiores a nadie y no se les reconoce el derecho de estar exentos del cumplimiento de las leyes. Es gracias a esa repudiada República y sus instituciones que están sentados y subidos donde están. ¿O de verdad creen que son una entelequia sideral y que son el principio y el fin de este país?

¿Con qué base el Presidente, en un país extraño para peor, se estrella contra los medios al declarar que la prensa nacional parece defender al narcotráfico? Se equivoca de blanco. Mirando un poco más en la vecindad quién sabe acierte. Respetos guardan respetos reza la sabiduría popular.

El insulto más grosso que les brota, es el de derechistas. Dejando de lado la etiqueta trasnochada de derechas e izquierdas, quisiera apuntar que aquellos a los que se tilda de derechistas, simplemente reclaman, por ejemplo, una política exterior coherente por la que no nos avergüencen las improvisaciones ni nos humillen las respuestas fuera de tono. Se reclama, el respeto a los derechos y libertades de todos y cada uno de los habitantes y estantes de nuestro país. Por el no avasallamiento a las minorías, la vigencia de plena democracia y no así su uso solapado.

Se reclama la irrestricta libertad de prensa y expresión. Deben dejar de pretender pensar y decidir por todos los demás. Cada cual tiene derecho a discernir por sí mismo y a optar en absoluta libertad, incluso el equivocarse. Se reclama una justicia proba en manos de personas independientes cuyos méritos y conocimientos sean las únicas herramientas para fallar en conciencia. Esa justicia que no tiene nada que ver con la apología de la revancha y del poder total.

Se reclama por absoluta seriedad cuando de la fe del Estado se trata. Del cumplimiento cabal de los compromisos adquiridos con el resto del mundo. Por la transparencia en la administración de los dineros públicos y la ampliación del universo impositivo, sin tratamientos preferenciales por militancia. Y por el no uso de Impuestos Internos como método de coerción política.

Porque se reclama tolerancia cero al narcotráfico y a la violencia delincuencial. Porque, llámese República o Estado, no puede soslayarse la atención de la salud, la educación, la seguridad ciudadana y la protección prioritaria de nuestros niños y nuestros ancianos. Porque se torne preferente la actividad productiva sin importar que sea dentro del ámbito privado y sean éstos cambas, altiplánicos o vallunos.
Si éstos son algunos de los elementos que impulsa a denostar a los adversarios etiquetándolos de derechistas, hay insultos que pueden sonar a lisonja.

Basta ya de propaganda y de escudarse en el pasado. Demuestren que aún podrán enfrentar el futuro sin sobresaltos. Prueben que el 54% de los bolivianos que los votaron no se equivocaron del todo.

Reduzcan las revoluciones, tómense su tiempo para reflexionar de modo que sus actitudes y decisiones, sean tratadas mañana con mayor benevolencia y justicia de cómo se está procediendo hoy.

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