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domingo, 21 de agosto de 2011

realmente lo de Chávez y su s.s.21, no fue otra cosa que una aventura que se acerca al ocaso. cualquiera sea la suerte del caudillo, su "revolución bolivariana" ya no será la misma. se caerá y vendrán otros por el efecto "dominó" Brillante Marcelo Ostria.


En las aventuras, como en todo lo que emprenden las personas, se alcanzan éxitos o se sufren fracasos. Y mientras no haya desenlace, es difícil saber si el quebranto se debió a circunstancias imprevisibles, a errores culpables o a la voluntad ciudadana, que no es fácil de medir cuando es manipulada y deformada.
En cualquier caso, lo inesperado suele determinar la transformación o la aceleración del fin los proyectos y de las aventuras. Son las sorpresas –ajenas a la voluntad individual o colectiva– que marcan a las personas y a los grupos que comparten ideas, proyectos, luchas, y hasta tropelías. Muchos son los ingenuos que defienden las aventuras, y muchos los insatisfechos que las objetan. Entre los primeros están los que concuerdan en un deseo: “Me da igual que mis sueños no se hagan realidad. Lo que quiero es que no me despierten...” (Pascual Candel Palazón, poeta español).
Quizá, lo anterior sirve para introducirnos en un drama político: el ocaso de la aventura del presidente venezolano Hugo Chávez Frías que enfrenta un final inesperado: le han diagnosticado una grave enfermedad y ahora está sometido a un tratamiento penoso. Cuando vienen estas caídas impensadas, ya nada es igual para un caudillo, ni para los que le rodean. El movimiento “bolivariano” ya no es –ni será aun si se recupera Chávez– el mismo de hace pocos meses. Todo indica –cualquiera sea el fin de la enfermedad del caudillo– que habrá cambios perceptibles en la aventura emprendida hace doce años.
Hay –y esto es natural que suceda en quien soporta lo inadvertido– un notorio escapismo de la realidad; y, entonces, se apela lo que los angloparlantes llaman “wishful thinking”, es decir a la expresión de deseos y de esperanzas. Hugo Chávez, conoce la realidad de su estado de salud –que ciertamente le impedirá seguir por mucho más tiempo con su aventura autoritaria– y, quizá por ello, ha caído en una nueva vorágine de excesos, los que pueden conducir a que él despierte de sus sueños, y que los venezolanos se libren de una larga pesadilla.
Hugo Chávez, sumido en una confusión existencial, aún pretende desafiar al destino, y sus seguidores ya están sumidos en la incertidumbre que produce la quiebra física del caudillo. Probablemente ya piensan en las futuras pugnas por la sucesión. Es que ya no hay lugar para la duda: el fin de la aventura política se acerca. Y los venezolanos están expectantes de cómo bajará el telón del drama “bolivariano” y cómo Hugo Chávez hará “mutis por el foro”.
Mientras tanto, el irrefrenable hábito de pendencia del caudillo, lo llevará, no a un “grand finale”, sino a la retirada, porque ya no le alcanzarán las arengas ni los audaces desafíos revolucionarios del “socialismo del siglo XXI”, cuyo ideólogo, Heinz Dieterich Steffan, públicamente lo ha abandonarlo. Desde su perspectiva, el teórico alemán afirmó: “Hoy día, la gran oportunidad de Chávez de construir el primer Socialismo científico y democrático del Siglo XXI, se ha perdido para siempre. Y la estructura presentada como tal, efectivamente, no pasa a ser más ‘que una humilde choza, levantada sobre los cimientos de un rascacielos’ que construyeron Marx y Engels”.
En sus “manotazos” finales, luego de años de estatizaciones, Hugo Chávez acaba de anunciar que nacionalizará la explotación del oro de Venezuela.
Quizá, en medio de sus ya menguadas pretensiones imperiales, está repitiendo “Après moi, le déluge” (“Después de mi, el diluvio”). Sí: el diluvio que puede desencadenar un “efecto dominó”, pues otros estarán esperando en línea la marejada de la caída.


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