"¡Bajo el efecto —cobarde, premeditado y solapado— del alcohol, producto de una larga noche de tragos que concluyó con la salida de los primeros rayos de sol, probablemente de festejos anticipados por la pronta toma bélica del poder, del Gobierno, de la ejecución de un golpe de Estado que derrocaría a la presidenta constitucional Lydia Gueiler, y con el afán de emborrachar y con ello acallar la razón y la conciencia, un grupo de paramilitares armados con artillería automática, camuflados en el interior de ambulancias de propiedad de los hospitales de la institución de la seguridad social, ingresaron a las instalaciones de la Central Obrera Boliviana (COB) para perpetrar los asesinatos más condenados y sentidos por la historia democrática de Bolivia.
La mañana del 17 de julio de 1980 auspiciaba todavía los rezagos de las fiestas julianas, cuando la ciudadanía aún no renunciaba a un último canto, a un último “¡que viva!”, como respuesta al “viva La Paz”. Sin embargo, algunas radios mañaneras, alertadas por corresponsables del interior, comentaban el levantamiento de las Fuerzas Armadas a manos de Luis García Mesa y Luis Arce Gómez. El Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade), como consecuencia de esta noticia, se había reunido en dependencias de la COB a efectos de tomar acciones, mediante la resistencia popular, en contra de esta insurgencia. Se había definido el inicio de un bloqueo de caminos, una huelga de hambre general e indefinida y otras medidas. Sin embargo, mientras esperaban la llegada de periodistas de la televisión nacional, ante cuyas cámaras se leería de manera inextensa y para todo el país la resolución del Conade, bajo el estruendo de metralletas, feroces gritos y alaridos, las oficinas fueron tomadas por los “cuchillos largos”, soldados que respondían a las órdenes de los “coroneles de la cocaína”.
Los militares no demoraron en reducir a los dirigentes. Para esto habían sido entrenados. En esta oportunidad no habría errores. Fueron asesinados Gualberto Vega y el joven Carlos Flores Bedregal. Una ráfaga de proyectiles cayó sobre el cuerpo de Marcelo Quiroga Santa Cruz, quien cayó, aún con vida, sobre las gradas de cemento del edificio. Su cuerpo fue llevado al Estado Mayor en Miraflores, donde se presume falleció. Desde entonces, sus restos no han sido encontrados.
Han pasado 31 años de aquella tragedia que ha traído consigo luto a centenares de personas. La más sangrienta y corrupta dictadura que ha vivido nuestra nación. Tiempo que no ha sido suficiente para esclarecer los hechos, para desclasificar los archivos de las Fuerzas Armadas y conocer la verdad de estos crímenes.
En esta oportunidad, esta casa editorial rinde homenaje a los mártires del 17 de julio, a todos aquellos que fueron víctimas de este golpe de Estado, rememorando siempre a Marcelo Quiroga Santa Cruz, el líder más representativo, carismático y activo de la izquierda boliviana.
Nota testimonial: A las 7.am concurrí a Radio Cosmos para presentar el Noticiero Matinal como solía hacerlo siempre. El golpe estaba cantado y en cualquier momento García Meza tomaría el poder. Todos lo habían aceptado como algo inevitable sea porque la Presidenta Lydia Guiller no pudo abortar el golpe, sea porque los militares con mando de tropa habían recibido sendos dólares en sus cuentas corrientes de banco y estaban ya "juramentados.comprometidos" en la subversión a gritos que aquel 17 de julio se dió de madrugada en la ciudad de Trinidad donde "casualmente se encontraba el dictador". El momento de la lectura de las noticias, Trinidad había sido tomada y el golpe se venía extendiendo al resto geográfico. Cochabamba no tardaría en caer en manos de los militares sublebados, el prefecto Eduardo Pérez Beltrán, el alcalde Mario Mercado, estaban al tanto y listos ya a rendir sus fuerzas y entregar las llaves. Hay sin embargo dos hechos que deseo rescatar de la memoria colectiva. El primero. Tiene que ver con la estrategia del golpe planificada y desarrollada por los militares argentinos que deseaban tener un gobierno satélite en ésta caso Bolivia como ahora lo tiene Venezuela. Convocar a los líderes de la oposición en La Paz, era parte del maquiabélico y macabra plan para asesinar a todos los líderes con un sólo golpe de timón. El segundo. Habría de producirse un "vacío de poder" para cometer los crímenes sin posibilidad de asumir las responsabilidad civiles del hecho al no existir gobierno constituído. Abundaré en ambos hechos históricos en notas venideras. Mauricio Aira
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