"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír." Esto es lo que escribe George Orwell en el prólogo de Rebelión en la granja, y en estas sencillas palabras condensa en síntesis el espíritu que anima a la libertad de expresión, que implica decir a como dé lugar y corriendo todos los riesgos aquello que muchos no quieren oír porque resulta lesivo a sus intereses o inoportuno para sus planes.
Resulta sin duda interesante indagar los motivos por los que generalmente no se desea escuchar a los demás, que suelen ser los mismos por los que también se intenta acallar o bloquear la posibilidad de que los demás dejen oír su voz.
Permitir la libertad de conciencia implica un grado de civilización, implica haber salido de la fase perversa del poder para entrar en la aceptación de la igualdad de derechos, en la tolerancia hacia la verdad y el sentir del otro.
El perverso sólo busca conseguir su propio placer, su goce, sin que le interese si este se realiza en desmedro del otro, o si este violenta los derechos de los demás. Por eso decimos que la libertad es sólo posible cuando el poder respira un poco, cuando se cuida de no imponerse en forma desmesurada, cuando este no se ejercita a costa de la violencia, cuando se toma en cuenta al otro.
La libertad es un tema insoslayable en todas las sociedades y por lo que muchos pensadores han opinado al respecto. En este sentido podemos también mirar la libertad de expresión desde la perspectiva que le dio Voltaire a quien se le atribuye haber expresado: "No estoy de acuerdo con una sola palabra de lo que dices, pero daría la vida por defender tu derecho a decirlo".
Concepto absolutamente dignificante del respeto que debe inspirar lo que los otros piensen pasando incluso por encima del hecho de compartir o no las mismas ideas.
Pero esta concepción de la libertad implica sin duda estar más allá de la perversión, tal como lo mencionamos antes, pues el concepto perverso de libertad exige que el otro goce de lo que se quiere inducirlo a que goce, porque en la perversión el goce está determinado por la decisión del amo, quien dictamina lo que se debe hacer, cómo y de qué manera se debe gozar. Este es el esquema autoritario-dictatorial en el que se imponen los márgenes de la libertad y se bloquean los canales de la libre expresión, puesto que quien impone necesita silenciar y dominar a los demás.
Haciendo honor a las citas que existen sobre este importante tema, no podemos dejar aquella que puso Miguel de Cervantes en boca de Don Quijote de la Mancha en uno de sus diálogos con su fiel escudero: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los Cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres."
La libertad es sin lugar a dudas una aspiración que nace con la humanidad misma, pero es un principio moderno en cuanto a la organización de los Estados y a los regímenes que rigen la vida en sociedad, puesto que en los regímenes autocráticos el concepto para guiar los destinos de la sociedad era el de dominio y no el de buen gobierno.
Gobernar implica por ende escuchar a todos, respetar un marco de acciones en las que cabe la oposición e incluso la disidencia, que tiene interlocutores y posibilidades instituidas dentro de los Estados y que permiten que los ciudadanos se manifiesten por la elección y el voto, pero sin apelar a fraudes o manipulaciones de este recurso, tal como lo implementan hoy día las democracias de baja intensidad, que hacen de estos elementos sólo un remedo o un instrumento perverso para camuflar la vulneración que se hace del verdadero y fidedigno sistema democrático.
Por supuesto que la libertad es tarea de todos, y no es sólo un atributo que tengan que detentar los medios de comunicación. La libertad se pierde cuando por temor o por intereses creados la sociedad en su conjunto comienza a callarse, a consentir con su silencio las violaciones de los derechos, a ser permisiva, a dejar de luchar, a ser cómplice de la perversión que emana del poder.
Esto es lo que nos dejan traducir los famosos versos que algunos atribuyen a Bertolt Brecht y otros al reverendo Martin Niemüller que expresan tan claramente la necesidad de que todo el cuerpo social, de que cada uno de los ciudadanos se involucre en la férrea lucha por preservar la libertad de expresión.
"Primero apresaron a los comunistas, y no dije nada porque yo no era comunista. Luego se llevaron a los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los obreros, y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista. Luego se metieron con los católicos, y no dije nada porque yo era protestante. Y cuando finalmente vinieron por mí, no quedaba nadie para protestar".
Sería terrible que a los bolivianos nos ocurra esto, y desgraciadamente nos están conduciendo por ese camino.
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