La visita de Juan Bosco a Bolivia
Mauricio Aira
Refería el padre Alberto Aramayo que Don Bosco soñó con Bolivia y uno de sus colaboradores pudo tomar nota de su relato. El sueño resultó profético aunque todavía no se ha cumplido a cabalidad. ¿Quién era Juan Bosco y porqué soñó con Bolivia?
El mismo salesiano Aramayo escribió un grueso volumen con el tema de los sueños del santo varón que había fundado la orden religiosa de Los Salesianos en su natal Turín y propagado su obra apostólica por todo el mundo, aunque América del Sur por muchos aspectos le mereció un trato muy especial.
Recién ordenado sacerdote regresó a la casa materna y yendo por la calle durante una tarde fría de otoño se encontró con algunos niños con quienes empezó a conversar y descubrió que no tenían qué comer y ni siquiera dónde dormir. Se condolió de ellos y los llevó consigo al humilde hogar que compartía con su madre. Ya bien alimentados, se dieron modos para acomodarles un sitio de descanso. Tras este pasaje de su vida encontró Juan Bosco su misión sacerdotal ocuparse de los niños de la calle, darles alimento, darles cobijo y sobretodo instruirlos en la fe y ofrecerles los conocimientos para que pudieran valerse por sí mismos aprendiendo un oficio práctico.
Por obra de Dios, Don Bosco resultó siendo el instrumento para atender al segmento humano de niños huérfanos y abandonados a los que transformar en hombres de bien, lo que le permitió desarrollar una nueva pedagogía, la preventiva, que tan excelentes resultados arrojó al cabo de los años cuando se propagó por el mundo entero. Conocer su biografía y descubrir que fue el primero en utilizar como recursos pedagógicos el teatro, el deporte, la magia, la música y el canto resulta un verdadero deleite y adentrarse en el lema que dejó para sus seguidores “Da ami animas coetera tolle” (dadme almas y llevaos lo demás) la Providencia hizo llover bendiciones sobre su obra. A la par que niños y jóvenes se acogían a su protección crecía el número de albergues, de colegios, de oratorios donde concurrían enjambres de pequeños a recibir el catecismo. En poco tiempo su trabajo social rompió los límites de Italia y del viejo continente, se expandió al nuevo y llegó a nuestra querida Bolivia.
Fueron dos ciudades que se beneficiaron primeras de la obra de los misioneros salesianos. La Paz y Sucre en ese orden, y con ayuda de los gobernantes de entonces que les dotaron del espacio material para las fundaciones acogieron a los religiosos. Sacerdotes, estudiantes de teología, hermanos con traje civil común y corriente que a menudo eran los maestros de talleres, carpinteros, sastres, zapateros, impresores, mecánicos, etc., que llegaron con el corazón y la fe cristiana y por cada ladrillo levantado, elevaron oraciones a Dios y se unieron al sacerdote que desde la Casa Matriz cuidaba por cada detalle de su apostolado en Bolivia. Así fue que soñó con nuestra Patria, lo que sigue es una reconstrucción del relato que nos hacía el Padre Alberto una y otra vez, para referir el portento de un humildísimo sacerdote convertido por voluntad propia en el mayor educador católico de todos los tiempos y la cabeza de la orden de los Hijos de Maria Auxiliadora protectora de los misioneros y de los niños que ellos amparaban.
Sin precisar el nombre pero en territorios que bordean al Titicaca vio un extraordinario desarrollo urbano, altas torres de extracción de petróleo, puentes y carreteras, edificios tan altos como rascacielos y circular vehículos de toda laya y sobrevolar naves e ingentes cantidades de gente de todos los colores, con toda clase de vestimenta. Diversas interpretaciones han surgido de aquella visión profética, como la de algunos estudiosos que ven en zonas próximas al Lago la existencia de yacimientos hidrocarburíferos que podrían entrar en explotación e instalarse allí refinaderías y plantas para procesar derivados, ahora con la actualidad que cobra la explotación del litio y sus componentes, como gran reserva de combustible moderno que sustituirá a las gasolinas y metanos, la proliferación de vías de transporte como resultado natural del crecimiento demográfico, todo ello conforme a una visión de algo más de 100 años ha, resulta verdaderamente extraordinario sólo explicable a los ojos de la fe. Y de la vocación salesiana. Y de su preferencia por los más pobres.
Cuando de regreso a su matriz los jóvenes misioneros referían al anciano los prodigios de sus viajes, Don Bosco llegó a formular deseos de venir a nuestro Continente, lo que no pudo ser por su fallecimiento a los 72 años, con un cuerpo lleno de achaques por lo trabajoso de su existencia y su desatendida salud. Sin embargo sus restos o al menos parte de su osamenta acaban de llegar a Bolivia y permanecerán aquí dos semanas. Reproducción del sepulcro que guarda sus restos llega en un féretro de media tonelada de peso para visitar las tierras que en vida no llegó a ver. El tema es tan apasionante que bien merece una crónica adicional.
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