Vistas de página en total

martes, 21 de julio de 2009

el presidencialismo es un verdadero cáncer sostiene Mario Bunge en La Nación. lo ideal, el gran cambio sería el parlamentarismo

Es sabido que hay dos regímenes de gobierno democrático: el parlamentario, de origen británico, y el presidencial, de estilo norteamericano. También es sabido que casi todas las repúblicas del Tercer Mundo son presidencialistas.

En el régimen parlamentario, el primer ministro y sus colegas del gabinete son diputados elegidos por la ciudadanía. Sus poderes están estrictamente limitados y sus actos son juzgados constantemente, ya que sus opositores les exigen cuentas y los interpelan todas las semanas en el recinto parlamentario, en sesiones televisadas.

Los gobiernos parlamentarios tienen la gran virtud de ser vulnerables, por lo cual deben andarse con cuidado: pueden caer de la noche a la mañana por haber perdido un voto de confianza.

Este peligro o, mejor dicho, esta oportunidad, se da cada vez que el gobierno se vuelve minoritario. Esto ocurre cuando ha subido en virtud de una alianza de partidos y luego perdió el respaldo de las agrupaciones que lo han ayudado a llegar al poder.

En este caso, el primer ministro puede cambiar de ocupación, pero conservará su banca hasta las siguientes elecciones.

Semejante cambio transcurre sin que se dispare un solo tiro, sin que se mande a nadie al destierro y sin que ni siquiera se gaste dinero en una campaña electoral. La única erogación que ocasiona la operación de cambio de gobierno puede ser la redecoración de la residencia del primer ministro.

(Esto ocurrió en Canadá dos veces en el curso de ocho meses: cuando Pierre Elliott Trudeau, liberal y hombre de mundo, fue derrotado en el Parlamento por Joe Clark, conservador y provincial, quien a su vez fue sucedido por su predecesor. Al volver, Trudeau se sintió asqueado por el mal gusto de su rival. Repintar una residencia oficial cuesta mucho menos que derribar o enjuiciar a un presidente.)

En el régimen presidencial, el primer mandatario nombra los ministros que se le antoja, y ellos obran to his pleasure , a su gusto, a espaldas de la opinión pública y sin inquietarse por su futuro político. El presidente puede vetar cualquier proyecto de ley, y el parlamento no puede exigirles a él ni a sus ministros que comparezcan en cualquier momento ante los representantes del pueblo para dar cuenta de sus actos. Y si se lo permite un parlamento amigo o cobarde, el mandalluvias puede gobernar por decreto. Incluso puede derogar centenares de leyes, como lo hizo en un solo día el anterior presidente norteamericano.

Si comparece y queda en evidencia, al ministro-lacayo nada le pasa. Podrá ser acusado de crímenes de guerra, como ocurrió con John McNamara, Henry Kissinger y Donald Rumsfeld. Pero gozará de la impunidad que le confiere la complicidad con un mandatario casi todopoderoso.

En resumen, el régimen presidencial es lo más parecido a una autocracia que puede darse en una democracia política. No debiera de extrañar, entonces, que la mayoría de los gobiernos presidencialistas sean dictaduras o, por lo menos, dictablandas.

Tampoco debería extrañar que tantos de esos presidentes y sus ministros saqueen impunemente el tesoro público, incluso en naciones pobrísimas. Este saqueo no siempre implica meter la mano en la caja fuerte. Puede consistir en asignar inmensos trabajos a empresas amigas, a costos fabulosos y sin licitación pública. (Recuérdese los casos de las legendarias empresas Halliburton, Bechtel y Kroll, amigas de George W. Bush y de su vice, Dick Cheney.)

Si el presidente cuasiomnipotente es carismático, o si dispone de una buena agencia de imagen pública o de una eficiente maquinaria de movilización popular, puede generar el personalismo. Este, a su vez, le permite abusar del poder, como pasó con tantos personajes sin más visión ni competencia que la necesaria para seguir aferrados al poder.

El presidente cuasiomnipotente tiende a ser tomado como modelo. Los jóvenes que quieren triunfar lo copian hasta en sus tics. Si es propenso a la violencia, alienta a los matones. Si es corrupto, propicia el robo. Si es mitómano, justifica a los mentirosos. Si es inculto, pone de moda la incultura. En resumen, el mandalluvias torcido imprime su carácter deforme en toda una generación.

El presidencialismo disminuye todas las instituciones democráticas, empezando por el parlamento. Hace medio siglo, en pleno auge del PRI, un equipo de politicólogos mexicanos hizo una encuesta reveladora entre chicos de la escuela primaria. Una de las preguntas era: "¿Cuál es la función de los diputados?". La respuesta mayoritaria fue: "Los diputados son los ayudantes del señor presidente". ¡Sobresaliente!

Pocos años después, uno de mis hijos, que cursaba el tercer grado en una buena escuela mexicana, hizo una monografía sobre la historia del país. Allí escribió: "Las personas más importantes de la historia mexicana son Hernán Cortés y el presidente Echeverría". Su trabajo mereció una buena nota.

En aquella época, los mexicanos típicos que tenían alguna queja o pedido se dirigían al señor presidente, no al parlamentario de su distrito electoral. Y si les fallaba el presidente, no les quedaba sino la Virgen de Guadalupe.

Entre el Estado y el individuo no había organizaciones no gubernamentales que defendieran sus derechos.

El presidencialismo no sólo disminuye la democracia y favorece la corrupción, sino que también da un mal ejemplo que cunde: los dirigentes de todas las organizaciones tienden a adoptar el estilo presidencialista.

O sea: dan órdenes sin consultar a sus subordinados y menos aún los invitan a que participen en la toma de decisiones. El jefe de oficina actúa como un tirano, lo que es particularmente dañino cuando es incompetente.

El resultado del ejercicio de semejante liderazgo antidemocrático es la apatía de los de abajo: trabajan lo menos posible y no se atreven a sugerir cambios para resolver problemas. Muchísimo menos todavía piensan en modificaciones para mejorar el rendimiento de la organización, ya que no la sienten como cosa suya.

La democracia auténtica es participativa, porque no es otra cosa que autogobierno. La participación libre (voluntaria) no se puede falsear.

En cambio, la representación puede desvirtuarse de varias maneras: mediante el fraude, la compraventa de votos, la compra de espacios televisivos, la votación del tipo "quien saca más votos se queda con todo" (a diferencia de la proporcional), etcétera.

En una organización grande, la participación no puede ser directa: ha de ser representativa. Pero siempre es posible y deseable subdividir un sistema social grande en unidades menores. De esta manera, puede asegurarse la participación intensa en las unidades básica, junto con la representativa en las de orden superior.

Esta democracia, que llamo escalonada, se practica en todo el mundo. Pero, de hecho, rara vez se consulta a los de abajo sobre cuestiones importantes. Y rara vez se asciende de petiso de los mandados a director de empresa. Donde domina la mentalidad presidencialista, los ascensos están al arbitrio del mandamás. Y éste favorece al leal, o incluso al servil, por sobre el competente.

Son excepcionales las organizaciones en las que rige la meritocracia. En las más, dominan la autocracia y su fiel compañera, la mediocracia.

Las organizaciones meritocráticas son tan excepcionales que se las puede enumerar: entre ellas están el ejército ateniense de la época de Pericles, el ejército napoleónico, en el que "todo soldado lleva el bastón de mariscal en su mochila"; las cooperativas, las organizaciones no gubernamentales de bien público, tales como las asociaciones vecinales, la buena universidad, y pará de contar.

Raúl Alfonsín intentó, en la reforma constitucional de 1994, avanzar hacia un régimen parlamentario, pero su empeño no tuvo resultados en la práctica. Se explica: un régimen parlamentario no da cabida a un mandatario omnímodo, sea populista como Perón o plutocrático como los Bush.

Se objetará que el parlamentarismo no es garantía de buen gobierno. Es verdad. La perfección es prerrogativa de la matemática y del arte. Hay por lo menos dos maneras de desvirtuar el régimen parlamentario. Una es combinarlo con el presidencial, como ocurre en Francia. Si ambas ramas pertenecen al mismo partido, pueden funcionar. De lo contrario, los parlamentarios gastan más tiempo peleando entre sí que legislando. (Esto sucedió durante la última fase del "gobierno de cohabitación" del presidente socialista François Mitterrand con el jefe de gabinete conservador, Jacques Chirac.)

Otra manera de desvirtuar el parlamentarismo es elegir un parlamento sumiso, que se limite a aprobar todos los proyectos que le proponga el presidente. En este caso, el parlamentarismo apenas se distingue del presidencialismo, porque, de hecho, el parlamento no cumple su papel específico.

En todo caso, es más fácil corregir errores y evitar delitos políticos cuando el poder se distribuye que cuando se concentra. Esto se debe, en parte, a que el poder se debilita al diluirse (democratizarse). Y también a que el poder compartido incluye el debate y la transparencia.

En resumen: el presidencialismo es un cáncer que tiende a la metástasis en toda la sociedad. Habiendo fracasado desde su origen, en 1776, es hora de reemplazarlo por el parlamentarismo, el que invita a intensificar la participación, que es el carozo de la democracia auténtica. Además, divide menos y cuesta mucho menos. Aliente el parlamentarismo y ahórrese unos pesos.

jueves, 16 de julio de 2009

guillermo bedregal ex-canciller y político de envergadura, actual jefe del MNR, sale por los fueros y puntualiza la realidad del Silala revelando...

Atropellando la soberanía territorial de Bolivia, los vicecancilleres Van Klaveren, de Chile, y Fernández, de Bolivia, han definido en principio que el agua del Silala es un río de curso sucesivo y compartido. Nuestro país recibiría $us 17.000 diarios, según declaraciones del viceministro Fernández, no obstante que está técnicamente demostrado que el Silala es un manantial (bofedal) que nace en Sud Lípez. Estas aguas fueron desviadas arbitrariamente por Chile mediante la construcción de canales artificiales, del mismo modo como en 1962, desvió abusivamente el río Lauca.

El ingeniero Bazoberry explica que en esa región del Quetena Chico no escurre el agua porque no llueve, ni hay deshielo que pueda filtrarse en el subsuelo para originar vertientes que afloren y escurran por gravedad los suelos volcánicos permeables. El origen del Silala corresponde a un aluvión por escurrimiento de aguas fluvio-glaciales en las hondonadas del cantón Quetena Chico hace más 10.000 años, saliendo a la superficie como manantial. Geológicamente se demostró que el Silala jamás puede clasificarse como un río de curso sucesivo binacional.

Según datos hidrométricos realizados durante 95 años, la deuda de Chile en 100 años de explotación alcanzaría a $us 797.803.470; en consecuencia, los $us 17.000 por día que Chile ofrece representa apenas un 2% del ingreso anual que sería $us 79.780,347, por la venta de las aguas del manantial boliviano, calculando un precio mínimo de 90 centavos de dólar por metro cúbico de agua.

Por declaraciones del vocero del Ejecutivo, se está “politizando” el tema, refiriéndose a la protesta, sin amenazas, de los complacientes cívicos potosinos que sólo piden la renuncia del vicecanciller Fernández por la forma como dirigió las negociaciones con el Gobierno transandino. Para los partidarios de Evo Morales, aquellos que “defienden” los intereses de la patria son políticos que quieren desprestigiarlos. En este caso, “regalar” un recurso natural que es absolutamente boliviano es un delito político de “lesa Patria”, perverso e incomprensible.

El Legislativo y sus comisiones de Política Internacional están en la obligación de abrir un debate de expertos en el tema para no dar curso a las pretensiones de Chile y no obrar sin consultar a personas profesionales y técnicos en la materia, utilizando, en cambio, su consabido lema de “dignidad con soberanía” con el que se quiere firmar otro acuerdo leonino como los que firmaba Melgarejo con el país vecino. En el seno de la comisión de Política Internacional de Diputados cursan los documentos e informes técnicos que en pasadas legislaturas se acumularon.

Se sabe que mediante un acuerdo que será suscrito dentro de la “agenda de 13 puntos” se establece que las aguas del Silala son de propiedad de Bolivia y Chile, lo que es absolutamente falso e inicuo. A pesar de la evidencia del usufructo gratuito chileno, la representación boliviana acepta compartirlas con el país que hace un uso abusivo por más de 100 años. Con esa forma de actuar, nuestros delegados se someten una vez más a las exigencias ilegales del vecino.

El Presidente debe ordenar que se detenga el acuerdo que da derecho a Chile a utilizar el 50% de las aguas bolivianas, porque eso significa claudicar de nuestra soberanía sobre el Silala y la región del Quetena, aceptando que la prédica del MAS en el Gobierno nacional es la defensa de los recursos naturales.

* Ex Canciller y ex congresal

guibedre@yahoo.es

jueves, 9 de julio de 2009

alina diaconú es narradora argentina que escribe para La Nación como ahora refiriéndose "Miedo al Miedo" que afecta no sólo a los argentinos a todos

Desde hace meses los argentinos estamos viviendo en un estado de sobresalto que está disparando todos los miedos habidos y por haber ante la difusión de enemigos visibles e invisibles que nos acechan. A los asaltos y hurtos, abusos de niños y violaciones, incestos, crímenes, droga, jóvenes desbordados, violencia, vandalismo, dengue, incertidumbre política y económica que nos tienen en vilo día tras día, se suma ahora la pandemia de la gripe porcina (o gripe A) y la desconfianza en las cifras oficiales de infectados y muertos.

Ya se viene hablando de este flagelo en todas partes; los psiquiatras y psicoterapeutas han confirmado el alerta en cuanto al aumento de fobias, ataques de pánico y otras formas exacerbadas de angustia que ponen al rojo vivo el microclima de sus consultorios frente a un cada vez más preocupante estado anímico de sus pacientes.

Pero ¿es una tremenda exageración, hay mucho de sugestión o la realidad es verdaderamente confusa, perturbadora e inquietante?

Uno enciende el televisor y el alarmismo es prácticamente permanente, el alerta cunde. A los problemas de la inseguridad local, se han sumado pues, otros, nacionales e internacionales. Vimos caer aviones misteriosamente, gente joven muriéndose de manera sorpresiva, y ya casi todos nosotros estamos viviendo actualmente entre barbijos y alcohol en gel. Las últimas elecciones nos mostraron estas nuevas formas de protección incorporadas ya a nuestro estilo de vida. Es que los riesgos están por doquier: desde el delincuente y el asaltante hasta el estornudo o la tos de alguien a nuestro lado. Da miedo salir a la calle, entrar en un bar o en un cine, ir a escuchar una conferencia, enviar a los chicos al colegio. Pareciera que el miedo está instalado en nuestras vidas. En su texto, Una epidemia sin cabeza , Antonio E. Brailovsky afirma: "Tenemos al país en estado de pánico por la epidemia, la que pareció descuidarse para no alarmar a la población, hasta que se disparó mucho peor que en otros países que tomaron medidas sin interferencias políticas".

En los últimos tiempos, varios autores publicaron libros sobre la temática del miedo. Entre nosotros, los psicoanalistas José E. Abadi y Pacho O´Donnell. En el exterior, encontramos obras dedicadas al tema desde Krishnamurti y Osho hasta Arciniegas o José Antonio Marina. La historiadora Joanna Bourke, catedrática en Londres, sacó un libro sobre la historia del miedo, donde hace una diferenciación entre el miedo y la inquietud.

Según ella, el miedo sería externo a uno, habría allí un enemigo que está identificado y del cual se huye o contra el cual se lucha. La inquietud, en cambio, estaría dentro de uno, fluyendo en nuestro interior y, en ese caso, sería difícil saber cuál es el enemigo.

Muchas veces el miedo se convierte en inquietud y la inquietud en miedo.

"En los estados de miedo -manifiesta Bourke- la gente tiende a acurrucarse, a juntarse entre sí. Durante los estados de inquietud, por el contrario, los individuos tienden a buscar amparo en lugares privados, tienden a refugiarse en sus casas, donde miran películas violentas y dramas que los asusten aún más que el mundo exterior".

Hace dos años, esta historiadora, de origen neocelandés, en un reportaje publicado en el diario español El País , decía lo siguiente: "Vivimos en un mundo sobrecargado de peligros: la alimentación, el cáncer, el cambio climático, estamos sobreexpuestos a información que produce miedo. De pronto el peligro está en todas partes, es el vecino, es el gobierno".

Karen Horney ya en su época (los años 60) hablaba de miedos subjetivos y miedos objetivos. Los primeros, inherentes a nuestra desvalida condición humana, frutos de nuestra historia personal o de nuestra imaginación; los otros, basados en hechos de la vida real cuya negatividad o nocividad resulta incuestionable.

Nos acordábamos en estas horas de aquella mañana en París, a comienzos de los años 90, cuando el talentoso escritor cubano, Severo Sarduy, frente a un vaso de whisky, nos confesaba que todo en la vida le daba miedo. ¿Qué era "todo"? Pues, todo, cualquier cosa: estar en su casa, salir de su casa, dormir, estar despierto, comer, no comer, escribir, no escribir, ver gente, no ver a nadie, la vida, la muerte, el SIDA, el mal de Parkinson, etc. Pobre Severo, ésa sería la última vez que lo veríamos , dado que partiría un par de años más tarde, víctima del HIV.

Lo de Sarduy era algo así como un miedo total y generalizado, miedo al miedo.

Quizás sea éste el más difícil de los miedos. A él le sucedía en los años 90, cuando el mundo todavía no era lo que es hoy en cuanto a amenazas que vienen desde todos lados.

El miedo al miedo tal vez sea, lo que nos ocurre hoy y aquí. Y es tan comprensible, tan humano, que nos suceda. Porque, en el fondo, todos los riesgos externos nos acercan el fantasma de la muerte, profundizando y haciendo más reconocible nuestra vulnerabilidad.

Lamentablemente, este estado de cosas nos lleva a que pueda ocurrir aquello del cuento sufi que dice que un peregrino se encontró un día en su camino con la Peste. Le preguntó adónde iba y ésta le respondió que se dirigía a Bagdad, donde iba a matar a cinco mil personas. Una semana más tarde, el peregrino volvió a encontrarla y, enojado, le reprochó: "¡Me dijiste que ibas a matar a cinco mil personas, pero mataste a cincuenta mil!". La Peste lo miró, sonriente: "Yo cumplí mi palabra. Yo sólo maté a cinco mil, los demás se murieron de miedo".

Se trata de lo que resumió el doctor Ré, director de la Red Sanar, cuando le dijo a este diario que "el pánico es más rápido que el virus".

Ahora, hay otro aspecto del miedo que fue destacado por Susan Sontag en su libro Al mismo tiempo , y es el hecho de que, así como el miedo puede dispersar a la gente, el miedo puede unir. Y contraponía al miedo, el coraje, "el coraje moral" (como lo llamaba ella, en contraposición al coraje amoral). "El coraje es inspiración de las comunidades -escribió-.El coraje da un ejemplo. El coraje es tan contagioso como el miedo".

En este sentido, estaríamos viviendo tiempos que plantean este gran desafío. La "conciencia solidaria" de la cual habla, entre nosotros, el médico sanitarista Ignacio Katz es lo que haría falta, más allá del estricto seguimiento de las medidas preventivas contra la enfermedad.

"Puede ser positivo sentir miedo, cuando sentimos miedo por los demás"-afirma Joanna Bourke en su libroFear: a cultural history ("Miedo: una historia cultural")-; porque se convierte en una fuente de creatividad. Podemos elegir cómo responder al miedo. Lo peor que podemos hacer es abandonarnos a él y afrontarlo sin esperanza".

Resuenan en nuestros oídos los famosos versos de aquella milonga de Borges: "Siempre el coraje es mejor,/la esperanza nunca es vana"?

El coraje no significa no tener miedo. Significa no quedar paralizado. Significa vencerlo, actuar a pesar de él.

Mantener el equilibrio, entonces, serenarnos, centrarnos en lo que podemos y conviene hacer, exigir a las autoridades una política sanitaria acorde e información fidedigna ¿no constituirían el gran coraje de este momento y la confirmación de una esperanza, nunca vana?

La autora es narradora y poeta. Su última novela publicada es Avatar .

jueves, 2 de julio de 2009

lo de Honduras se va poniendo oscuro, "el paseo de la democracia" tiende a convertirse en un embrollo. del informe especial de Iar-noticias (fragmento

Lo que al principio parecía que iba ser un"paseo de la democracia" se complica.

Las posibilidades de que Zelaya regrese a Honduras con el as de triunfo en la mano se diluyen con el paso de las horas. Los actores centrales del culebrón con el golpe bananero ensayan distintos argumentos y cambian de postura como el camaleón, según la ocasión.

Lo que había empezado con un blanco sobre negro con la condena unánime de los gobiernos de la región, de EEUU y de la Unión Europea, comienza a desdibujarse por falta de acciones concretaspara restablecer el proceso y la "gobernabilidad democrática" en Honduras.

Obama (que al principio deslumbró a Cuba y a los presidentes "revolucionarios") juega a dos puntas en el culebrón: Por un lado "condena" el golpe, y por otro mantiene la ayuda militar y económica al gobierno de facto y no instrumentó ninguna medida efectiva de bloqueo en su contra.

De la misma manera, las potencias de la Unión Europea (junto con Washington) presionan con "ultimátums" y advertencias a través de la ONU y de la OEA, que hasta ahora han sido ignorados olímpicamente por el gobierno golpista de Micheletti.

Chávez y los países del ALBA, comienzan a quedarse solos en los planteos duros contra la administración golpista para que restituya a Zelaya en el gobierno sin ningún condicionamiento.

Desde el sector chavista, se hablaba al principio de un golpe interno contra Obama protagonizado por los sectores ultraconservadores del Pentágono y del Departamento de Estado con el objetivo de boicotear (por medio del derrocamiento de Zelaya) sus políticas de acercamiento con Chávez, Cuba y los presidentes del ALBA.

A muchos causó extrañeza ver a Chávez y a Obama manifestando las mismas ideas sobre el retorno de Zelaya al poder. "A mí me asombró leer los comunicados de ambos (Obama y Chávez) y ver la coincidencia en las declaraciones", dijo a la BBC el director del COHA, Larry Birns.

El golpe de Estado en Honduras es un "globo de ensayo de los halcones de la inteligencia" de Estados Unidos, lo cual plantea al presidente Barack Obama un "problema interno" y frente a sus pares de América Latina, opinó la analista prochavista Estela Calloni.

La periodista afirma que hay "dos visiones", una que dio "un guiño previo" al golpe, y la otra que los "halcones usaron esto para poner en una situación difícil" a Obama, que se comprometió ante sus pares latinoamericanos a tener una relación distinta a la de George W. Bush y a poner fin a las intervenciones en los asuntos internos de la región.

No obstante, en las últimas horas el sector de Chávez (ante la prueba irrefutable de los hechos) comenzó a "desilusionarse" con la postura de "doble cara" de Obama y de las potencias europeas que ya no buscan restituir sin más trámite a Zelaya en el gobierno, sino que ahora buscan una "salida consensuada" con el gobierno de facto.

El martes Chávez pateó la canasta pidiendo tajantemente una"intervención internacional" contra el gobierno golpista de Honduras, cuyos cabecillas fueron formados en el Comando Sur y en las Escuela de las Américas.

A pesar de la posición de Washington a favor de la "constitucionalidad", la reacción de la Casa Blanca no ha sido tan dinámica en cuanto al retiro de su embajador en Honduras, como ya lo hicieron varios países latinoamericanos.

Ya nadie duda de una mano negra del Pentágono en el golpe caribeño: Honduras es una gran "base terrestre" de importancia clave para la estrategia geopolítica militar de EEUU en la región, y el gobierno de facto convive armónicamente con las bases y tropas norteamericanas desplegadas en territorio hondureño.

Eso está claro: Lo que no está claro es cómo se van a reacomodar las piezas del tablero una vez que Zelaya pise nuevamente la tierra de Honduras.

Dando algunas señales, en las últimas horas los golpistas contraatacaron y aparecieron en el horizonte los halcones USA.