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domingo, 3 de febrero de 2013

Susana Seleme luce su sapiencia y precisión cuando se refiere al uso y abuso de Evo Morales y su entorno de "la justicia como brazo operativo de sus consignas" y la violación de todos los derechos sin importarle "un comino la suerte de los encarcelados, perseguidos, exiliados de hoy en dia". recojamos el testimonio para nuestros favoritos.


Son tantos los dislates que dice el presidente de Bolivia, que entre amigos nos preguntábamos ¿quiénes lo asesoran sobre temas de tanta sensibilidad como Derechos Humanos, relaciones internacionales, historia, cultura, economía, geopolítica, entre otros? ¿Quiénes lo asesoran, preguntamos, o él se despacha solo al calor de sus desenfrenadas ignorancias, en sintonía con su autoritaria personalidad político-sindical? Peligrosa mezcla que por extensión conjuga una degradación del comportamiento individual de los miembros del bloque en el poder, con Morales a la cabeza.

Creen tener licencia para matar por su condición de indígenas, mestizos, cholos, pobres, excluidos de la sociedad y la política durante siglos, humillados, sin lugar a dudas, resentidos hoy y convertidos en verdugos de la política, los políticos, la convivencia democrática, el decoro y el respeto. Sobre todo a las mujeres, a las que violan y ultrajan de palabra y obra a título de “usos y costumbres” ahítos de alcohol y de poder. Pero culpan a la derecha. Merced a su mayoría política, aplican la fuerza lo que, según la definición de Simone Weil, “es la capacidad para convertir un hombre en un cadáver… Puedo no matar a una persona, sino únicamente privarla de su libertad; quizá quiero sólo humillarla o despojarla de sus bienes; pero haga yo lo que haga, detrás de todas esas acciones está mi capacidad de matar y mi deseo de hacerlo.”
No se trata solo de las reiteradas violaciones a los Derechos Humanos y el menoscabo al debido proceso de personas afectados por el derecho a pensar diferente sin someterse al pensamiento único oficialista; personas acusadas por la comisión de supuestos delitos político-económicos, a las que aplican ‘guillotinas judiciales’, en ausencia de las que cortan cabezas. No son solo los atentados a la institucionalidad democrática, a las libertades individuales o los obstáculos para el acceso a la justicia imparcial. Tampoco es solo la cooptación política del Órgano Judicial con funcionarios mucha veces incompetentes, pero designados a dedo por favor político. Ello otorga a sus administradores, sobre todo a fiscales, poderes por encima de la Constitución y las leyes, de ahí la cadena de extorsionadores-sobornadores que enlodan al poder judicial, apéndice del poder político, como el legislativo. Se trata, en primera instancia, del desprecio a la dignidad humana y un avasallamiento permanente a los DDHH, según la abogada Julieta Montaño, tras la presentación del informe del Observatorio de Derechos Humanos de la Fundación Nueva Democracia en Bolivia, a fines de enero 2013.
No, no parecen ser solo los abogados los culpables: es la pulsión de permanente confrontación, que elimina toda posibilidad de acuerdos y convivencia democrática con adversarios políticos, a los que hay que destruir, casi siempre a las malas. Pero Morales achaca a sus abogados los errores cometidos en la pasada reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, (CELAC) y la Unión Europea, celebrada en Chile del 26 al 29 de enero pasado. Cumbre de integración para el olvido, aquella, salvo por las arengas de Morales sobre la Guerra del Pacífico, perdida frente al vecino andino en 1879.
Ofrecer ahí “gas por mar”, si es que se resuelve el tema marítimo, en aparente olvido de la historia reciente, indigna. Fue esa oferta la que provocó el golpe de Estado, abonado por Morales y otros, del gobierno constitucional de entonces, en 2003, a poco más de año de instalado. Indignan su oferta y el oportunismo de un par de ex presidentes que se suman al coro de falacias, entre otras, porque Bolivia, hoy, no tiene gas para venderle a nadie más –ya le vende a Argentina y Brasil- a no ser a costa de su consumo interno.
A ninguno de los que apoyaron su iniciativa, se les ocurre exigirle a Morales explicaciones por su incoherencia: durante un siglo Bolivia planteó la demanda marítima en el ámbito multilateral y siendo presidente, hace siete años, la trasladó al bilateral: de gobierno a gobierno, luego pretendió llevarla al Tribunal Internacional de La Haya y ahora vuelve a la multilateralidad.
La ignorancia es atrevida, cierto, pero sus asesores tampoco le enseñan que los tratados internaciones producto de conflictos bélicos, siempre feroces e injustos, no admiten berrinches de niño chico. Tampoco le enseñan que hay políticas de Estado que sobreviven a cualquier gobierno, como en Chile, precisamente. Morales y los suyos creyeron que gracias al connubio ideológico con la ex presidente Michel Bachelet, ella sí de buenas raíces socialistas, ya tenían mar en casa.
Sin embargo, seguimos sin cualidad marítima, que es lo que importa, mientras se pelea soberanía en un litoral, que hasta la guerra donde se perdió, hace 134 años, nunca atendimos. Sin embargo, no se pelea soberanía en nuestro propio territorio interno. Soberanía de la que carecemos para lograr un desarrollo sustentable, y soberanía para erradicar los cultivos de coca excedentaria, por ejemplo, y dejar de ser prisioneros del ilegal mercado de la droga nacional y global.
Y la pregunta sobre quiénes asesoran a Morales es de verdad cada vez más pertinente porque tampoco respeta los códigos de las relaciones internaciones, ni las coyunturas internas de los países donde asiste a reuniones multilaterales. En la cumbre de marras no solo le ofreció a Chile “gas por mar con soberanía”, sino que le aseguró un exorbitante ahorro, pues el vecino gas boliviano, sería más barato que el que compra ahora en otras latitudes. Para algunos analistas chilenos que comentan el tema desde Europa, Morales le hizo un tremendo favor a Sebastián Piñera, pues su respuesta “los temas de soberanía no se negocian por intereses económicos”, le proporcionó un balón de oxígeno a su exiguo 30 % de apoyo.
Estos análisis de amigos internautas apuntan a que Piñera “Se ganó el aplauso incluso de parte de la oposición y así podrá repuntar unos puntos en su miserable base de apoyo y de paso también los candidatos presidenciales de la derecha. El tema de Bolivia quedó a partir de ayer, instalado en el debate presidencial chileno con miras al 2014”. Para que quede escrito: el autodenominado izquierdista socialista del Siglo XXI, Evo Morales, ayuda a la derecha chilena, frente a una coalición de socialistas que se perfilan para entonces, incluida Michel Bachelet, probable nueva candidata.

Los relatos políticos: construcciones parciales sobre la realidad

¡Qué incapacidad para hacer análisis políticos y geopolíticos la de Morales, asesores locales y externos, abogadas y afines! El relato político de Morales, como el de otros líderes, reduce un evento de alta complejidad social, a una simple lucha entre el bien y el mal: ellos frente a los demás. Ese relato, a falta de razones, es mucho más fácil de comprender que un análisis complejo y racional de lo que hace, dice, y dijo en la reunión de la CELAC, por ejemplo.
Reiterar -ya lo había dicho antes- que “Respetar los derechos de la madre Tierra, es más importante que respetar los derechos humanos”, es un insulto a la humanidad que ha abonado la conquista por los DDHH con miles y miles de muertos.
El relato político es un intento de modelar prejuicios e ideas preconcebidas, aparentemente nobles y moralizantes como defender la tierra, en un juego de construcción particular y parcializada de la realidad. Así construyen el relato político sobre Evo Morales, el primer presidente dicen que indígena, su guía espiritual, defensor de la Madre Tierra, a la cabeza del gobierno socialista del siglo XXI y el revolucionario proceso de cambio para “vivir mejor”. Esa simplificación ideológica y conceptual, se transforma en un instrumento poderoso cuyo fin es la captura de apoyo popular.
Los derechos de la tierra, madre o no, pueden estar por encima de gente de carne y hueso que la habita, aunque también la maltrata y la mal usa. La tierra sin personas no es más que un astro que gira como los otros, o un territorio vacío sujeto de interés para científicos, astrónomos, físicos y afines. Este relato político de Evo Morales responde también a una inocultable pulsión colectivista totalitaria con la que pretende desviar la atención de su mala gestión de gobierno, que nada tiene que ver con las grandes reservas internacionales que hoy tiene Bolivia, producto de los altos precios de materias primas bolivianas en el mercado. Pulsión además conservadora, como muchas de sus opiniones y prácticas sociales. De ahí que abjura del derecho y garantías individuales de las personas, relegadas al último resquicio de un relato político que prioriza las cosas -la Pachamama- antes que los seres humanos y sus derechos.
Afirmar que “Respetar los derechos de la madre Tierra, es más importante que respetar los derechos humanos” es otra impostura ecologista-colectivista, bien conocida en el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS). Reincidir en esa idea, anuncia nuevas violaciones en ese Parque, tierra y hábitat de indígenas desde tiempos inmemoriales, para expandir la frontera agrícola de las plantaciones de coca. Por extensión, las violaciones seguirán aplicándose a todo ‘librepensador’ político o civil que haga uso de su derecho a la crítica, y se interponga en la construcción de su construido relato político para aplicación de su proyecto de poder total y perpetuo.
Morales y sus asesores rechazan la política como construcción de acuerdos por el bien común y apuestan por la confrontación permanente y violenta como único medio de aniquilar la institucionalidad y pluralidad democráticas. A falta de razones, da réditos políticos inmediatos abrevados en la manipulación mediático-ideológica sobre la primacía absoluta del relato oficialista autoritario, frente al respeto de los derechos humanos y al pensamiento crítico. Poco falta para que presenten esos valores de la humanidad, como invento de la derecha, del imperialismo u otros ‘ismos’.

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