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domingo, 25 de noviembre de 2012

Lupe Cajías pule su texto para referirse a "Los cholos y el poder" tema casi prohibido porque hay en verdad, un cierto miedo a decir "cholo, mestizo, indio" se ha creado un tabú que sin embargo Lupe lo afronta. texto imperdible para guardar en sus favoritos.


¿Qué sector social ocupa el poder político nacional desde 2006? ¿Los indígenas? Para ensayar el inicio de cualquier respuesta, ¿qué es ser originario?, ¿ser caranga es ser aimara?, ¿ocupa un ministerio algún moxeño?
¿No será más bien que el nuevo poder emergente es el de los cholos? ¿Existe esa categoría? ¿Por qué en este inicio de siglo se evita ese calificativo? ¿Es peyorativo, es racista, es discriminador, huele a rancio? ¿Y el adjetivo mestizo? ¿Es un concepto, una idea, una teoría, un código en una boleta censal?
¿Tienen los cholos ricos el dulce encanto de la burguesía decimonónica? ¿Tienen gusto para construir sus chalés? ¿Cómo es su gastronomía, cómo combinan los alimentos, cómo comen, usan correctamente el tenedor y la servilleta blanca? ¿Cómo son sus mujeres? ¿De piel suave, de cabellos sedosos, de uñas pulidas y delgadas?
¿Quiénes son sus padres? ¿De dónde vienen? ¿O son hijos de los hijos de los hijos que en 10 generaciones entreveraron las sangres de ibéricos empobrecidos con las indígenas y fueron después funcionarios de la corona; criollos rebeldes después conservadores hacendados, azogueros; después liberales industriales, mineros; después movimientistas ‘cuperos’, después miristas ‘gasolineros’, después ‘chuteros’, cooperativistas? Las crónicas y la literatura nacional nos retratan esta angustia boliviana permanente para entender cómo llegan los cholos al poder.
Primero, en épocas coloniales para enderezar a porquerizos analfabetos que, por el solo hecho de matar a cientos de nativos, lograron encomiendas y ducados. Un siglo más tarde aparecían como finos y sofisticados en sus retratos, aunque los informes de salud pública los describen sudorosos, desdentados y hasta sarnosos.
En la transición se los llamó criollos, aunque muchos eran hijos de la fortuna o secretos de curas. Pasaron como los doctores en la nueva República, consolidaron sus propiedades y expandieron las haciendas a costa de las tierras de comunidades. Despreciaron a los comerciantes del norte que ocuparon los mercados del sur.
Armando Chirveches en la Candidatura de Rojas, como otros escritores del cambio de siglo, recrea todo aquel asombro de los ‘cultos’ frente al arribo de los cholos liberales, a quienes se los describe como ejemplos del deterioro moral y de incapacidad intelectual, ¡sin glamour, pero con plata! Los mineros decadentes se casan con las claudinas, los emergentes cambian concubinas por las magníficas de la época.
Desde 1952, el escozor pasó de los encumbrados Montes y Montes del alicaído Partido Liberal y sus ramificaciones -habitantes típicos del paceño Sopocachi y de tantas plazas centrales provincianas– a los cholos ‘movis’. Aun cuando los apellidos se repetían, con diferentes grados de intercambio biológico con estirpes originarias o con las dueñas de las chicherías, los liberales describieron con desprecio a los advenedizos del Movimiento Nacionalista Revolucionario.
Los movimientistas, décadas después, se negaron a reconocer a sus hijos putativos, cada vez con tonos de piel más oscurecidos, que primero se apellidaron miristas, después condepistas o ucesistas y ahora masistas.
El invento de una oligarquía boliviana, de una burguesía y de sus tres ‘barones’ es solo eso: un invento. Un lamento de las capas más externas de una cebolla para provocar llanto mientras emergen las filas más ocultas, primero torpes en sus gustos y finuras, después seguras y armadas para impedir el paso de la siguiente tela, la nueva advenediza.

* Periodista e historiadora

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