Muchos personajes célebres hicieron conocer sus convicciones, sus propuestas y sus convocatorias a la ciudadanía, través de sus discursos. Pero es en el siglo XX que estos mensajes llegaron a toda la ciudadanía, gracias a la tecnología que avanza con velocidad sin precedentes. Ahora, es posible difundir ampliamente el pensamiento y las informaciones de los gobernantes y los políticos, además, claro está, los temas de la cultura, las ciencias y las artes.
El presidente Abraham Lincoln, el 19 de noviembre de 1863, en el campo donde se había librado la sangrienta batalla de Gettysburg, en un brevísimo discurso –notable mensaje a sus compatriotas, recordando a las víctimas de la guerra civil–, afirmó: “Que resolvamos aquí, firmemente, que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra”.
No menos impactante fue el llamado patriótico de Winston S. Churchill, cuando el Reino Unido pasaba el momento más crítico de la Segunda Guerra Mundial, “No tengo nada que ofrecer –dijo–, sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” (“I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat) lo que reforzó la decisión de su pueblo de vencer y de ser libre.
Otro famoso discurso –considerado como uno de los mejores de la historia–pronunciado en Washington el 28 de agosto de 1963 por el defensor de los derechos civiles, Martin Luther King Jr., marcó un hito importante en la vida y en el sentimiento de los estadounidenses. Fue un llamado a la concordia “Yo tengo un sueño” (I have a dream), dijo, y fue el de la concordia.
Estos discursos fueron ejemplos de grandeza: se privilegió, sin demagogia, la paz y la armonía ciudadana. Las palabras paz y amistad, prevalecen sobre las incitativas a la violencia y el odio. Probaron que la imprecación, que es el tono obligado de las arengas del populismo, es el reflejo del autoritarismo.
Habrá que recordar que “el insulto es el argumento de la sin razón”. Hay, en efecto, una colección de insultos lanzados en discursos y declaraciones de los populistas, entre ellos el presidente venezolano Hugo Chávez y sus seguidores de la ALBA. Este mal ejemplo, infortunadamente, ha cundido.
Lo curioso es que estos personajes creen que sus agresivas embestidas, captan la atención –y la preocupación– del mundo. Pero son los resultados los que cuentan.
La muletilla del “imperio” para referirse a Estados Unidos, ya se gastó con el fin de la Guerra Fría, cuando la lucha se centraba contra el llamado imperialismo. La agresividad, ahora, es sólo de los débiles.
Es que los objetivos han cambiado. Se trata de tender puentes para la cooperación, para el comercio, para la complementación. Es más: hay que abandonar las quimeras, las utopías, los sueños negativos que, al ser tales, hacen que, al final, se esparza la decepción.
No le ha hecho ningún favor al oficialismo que, en vísperas de una reunión internacional a celebrarse en el país, se incite a “colgar” a los que no comparten un proceso político. ¿“Lapsus”? No es creíble.
¿Acaso hay causa alguna que necesite, para afirmarse y ganar el corazón de los ciudadanos, de la inquina y la injuria? Realmente, no es aceptable, ni moral o legalmente, enfervorizar a partidarios, incitando a la violencia y a la liquidación de disidentes.
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