
Exportar o morir
casi a diario accedemos a textos cuya importancia necesitamos almacenar, tenerlos siempre a la mano, recordarlos a menudo, éste el objeto de este blog, porque los textos resultan documentos imperdibles.
La Misión de Observación Electoral de la Unión Europea (UE) concluyó que, durante la campaña que antecedió a las elecciones generales del 6 de diciembre, el Movimiento Al Socialismo (MAS) abusó de la propaganda del Estado y de la entrega de obras públicas con transmisiones en directo, y excedió el límite diario de tiempo de spots proselitistas en medios estatales.
El organismo internacional considera que en Bolivia existe una ausencia de normas eficaces para transparentar los gastos de las campañas.
El senador oficialista Adolfo Mendoza admitió que su partido se excedió y dijo que se debe establecer un límite legal y un mayor control de la difusión de propaganda.
La Unión Europea también anticipó que no acompañará las elecciones del 4 de abril por falta de presupuesto y por la cantidad de procesos electorales que debe atender en 2010 en varios países del mundo.
La delegación de la UE cerró ayer sus actividades en el país con la entrega de su informe final al Órgano Electoral Plurinacional (OEP). El documento, de 54 páginas, incluye una lista de recomendaciones en 10 áreas relacionadas con la democracia y a la institucionalidad en el país.
La jefa de la Misión de Observación, Renate Weber, expresó que una de las recomendaciones de su equipo es que los spots informativos de reparticiones del Estado sean suspendidos ante cualquier proceso electoral.
“La nueva normativa electoral debería incluir la prohibición tajante de difundir en los medios de comunicación cualquier tipo de propaganda institucional durante el transcurso de la campaña. Las instituciones del Gobierno y del Estado deberían poner fin a ese tipo de propaganda antes del inicio de cualquier campaña proselitista”.
El informe entregado por la UE dice que: “Si bien las normas electorales prohíben la difusión de publicidad gubernamental durante los 30 días anteriores a la jornada electoral, el monitoreo constató la presencia, durante todo el periodo de campaña, de spots institucionales en radio y televisión (tanto en los medios públicos como en los privados), así como la aparición de avisos y separatas publicitarias del Gobierno en la prensa escrita”.
El documento precisa que en plena campaña aparecieron propagandas de la Renta Dignidad, el Bono Juancito Pinto, el Bono Juana Azurduy, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, entre otros, “destinados a ensalzar los logros de gestión. (…) En radio Patria Nueva y Bolivia Tv sumaron más de la mitad de la publicidad en campaña”. Además criticó que el presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera hicieran entrega de obras públicas con transmisiones en directo.
Sobre este tema, el senador Mendoza dijo que el MAS buscará establecer un límite y “es algo que se superará en una futura legislación. Más allá de las aquellas circunstancias, y el informe coincide con esto, la campaña gozó de transparencia”.
El informe destaca también que entre octubre y noviembre de 2009, Bolivia Tv transmitió actos proselitistas, como entrega de obras del Gobierno, y que concedió una hora diaria de tiempo contratado, cuando el límite establecido por el OEP es de 10 minutos.
La UE anunció que no observará las elecciones regionales del 4 de abril.
Veedores sugieren inmunidad política
La Misión de Observación Electoral de la Unión Europea (UE) sugirió ayer que es recomendable establecer una inmunidad temporal y limitada de los candidatos durante el periodo de campaña electoral, como adoptaron otros países de la región.
El jefe adjunto de misión, José Antonio de Gabriel, citó como ejemplo que en Ecuador, la Ley Orgánica Electoral, y el Código Electoral de Panamá establecen este principio y cifró sus esperanzas de que esta reforma pueda ser insertada en la nueva normativa electoral que se aprobará en la Asamblea Legislativa Plurinacional.
En las elecciones generales del 6 de diciembre, el candidato a la Presidencia por el Plan Progreso para Bolivia-Convergencia Nacional (PPB-CN), Manfred Reyes Villa, fue arraigado por las autoridades judiciales a pedido de la Prefectura cochabambina, que está controlada por el partido oficialista, que le abrió al menos 10 procesos legales por supuestas irregularidades en su gestión como Prefecto de Cochabamba.
Para destacar
La Misión de la Unión Europea estuvo en e n Bolivia entre el 26 de octubre de 2009 y el 9 de enero de 2010.
Participaron 130 observadores que llegaron al país desde 24 países de la UE más Noruega y Suiza.
El trabajo de observación se realizó en los nueve departamentos de Bolivia y se supervisaron más de 500 mesas.
Para las elecciones de abril, no habrá delegación de la UE por la cantidad de elecciones que hay en todo el mundo.
La jefa de Misión, Renate Weber, espera que la UE pueda participar en las elecciones judiciales del 5 de diciembre.
A propósito de la promulgación de la ‘Ley Corta’ que confiere facultades transitorias al Presidente Evo Morales para controlar el Poder Judicial, en la visión totalitaria, para dominar un país se recomienda de inicio aplicar una reforma constitucional o una refundación del Estado y legalizar con cualquiera de ellas el ejercicio del poder total, propósito que se consigue modificando la legislación vigente.
Tal vez pocos recuerden que en el año 1933, Hitler, para la toma absoluta del poder hizo aprobar al Reichsrat una ‘Ley Habilitante’ (Ermachtigungsgesetz), que convirtió su voz en norma legal lo que le permitió centralizar el poder y acabar con las instituciones del Estado. Esta ley, estableció que las leyes del Reich, podían diferir de la Constitución en tanto no contradigan las instituciones del Reichstag y del Reichsrat.
Con el ‘nazismo’, la nación alemana quedó dividida en dos categorías: el Volksgenossen (compañeros de la nación) y el Gemeinschaftsfremde (residentes). En esta última, estaban incluidos los ciudadanos de nacionalidad judía. Observamos que en Bolivia el Art. 3 de la nueva Constitución del Estado Plurinacional, selecciona a los bolivianos en tres categorías: ‘indígena originario campesinos’, ‘comunidades interculturales’ y ‘afrobolivianos’.
El Fuhrer, aprobó también la ‘Ley de la ciudadanía del Reich y el Estado’, por la que se consideraba ciudadano a aquel sujeto que sólo tenía sangre alemana o afín. Sólo éste gozaba de completos derechos políticos. Para Hitler, la sangre era considerada la portadora de las cualidades raciales cuya pureza constituía el fundamento de su doctrina racial. En nuestro país la nueva norma constitucional, basada en el núcleo profundo de los partidos populistas para tomar y consolidar el poder, favorece a los ‘indígena originario campesinos’ con derechos políticos diferentes de los establecidos a los ‘interculturales’ (mestizos y otros).
Una ‘Ley Habilitante’ también fue aprobada por el Parlamento en Venezuela. Según Hugo Chávez, para impulsar el socialismo del siglo XXI. Curiosamente esta norma llevó el mismo nombre que la de Hitler. La ‘Ley Habilitante’ venezolana posibilitó al Chávez controlar la política y la economía. Entre las sanciones contempló el cierre temporal y definitivo de empresas, pago de multas millonarias, castigo de cárcel, etc. Bajo esta disposición, en materia de seguridad, el presidente aprobó la ley que da carácter legal a las “milicias” que conforman los “consejos de defensa” del país.
Es irreal pensar que lo que ocurre en Bolivia es exactamente lo mismo que en la Alemania de los años 30, o en Venezuela y más aún tratar de comparar a Evo Morales, con Chávez o con Hitler, aunque tratándose de ejercer el poder totalitario, el propósito reviste modalidades comunes al aplicarse. Hitler y Chávez con la ‘Ley Habilitante’ terminaron de centralizar el poder y acabaron con las instituciones del Estado; Evo Morales con la ‘Ley Corta’, y el control de los tres poderes del Estado inicia la era del totalitarismo en Bolivia. Ya dio muestras decretando la muerte del viejo Estado y sustituyendo los símbolos patrios tradicionalmente emblemáticos para los bolivianos y proclamando a las FF.AA como revolucionarias y anticapitalistas. Antes había reconocido a grupos sociales armados, como los ponchos rojos, la policía sindical cocalera, y definido la ocupación de las tierras del oriente, consideradas como ‘espacio vital’ para las prebendas políticas.
Sin lugar a dudas, la ‘Ley Corta’ permitirá a Evo Morales ejercer el poder total y convertir en instituciones títeres a los otros poderes del Estado. Obviamente el carácter unipersonal del poder toma la forma de quien lo ejerce. El siguiente paso, sin lugar a dudas, será el de controlar las entidades subalternas al poder nacional, es decir las gobernaciones y los municipios aunque para ello tenga que recurrir a intervenciones ilegales.
A mitad de camino entre el cielo y el infierno, la Argentina no tiene las mejores notas, o al menos las deseables, en rubros tan trascendentes como las libertades política y económica, y la transparencia. Cada año, el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal) cruza los resultados de los índices más importantes en esas materias, elaborados por The Freedom House, The Heritage Foundation, The Wall Street Journal y Transparencia Internacional. Esta vez, el país quedó en el lugar número 71 sobre 168 auscultados, de los cuales Nueva Zelanda y Dinamarca encabezan la tabla y Zimbabwe y Myanmar la cierran.
Existen varias razones para esta mediocre ubicación, por debajo de nueve países de América latina (Chile, Uruguay, Costa Rica, Panamá, El Salvador, Brasil, Perú, México y la República Dominicana). La libertad política, el único ítem razonablemente bien calificado, no logra compensar las malas notas en libertad económica (52,3 sobre 100) y en percepción de la corrupción (2,9 sobre 10).
Más allá de esa imagen, no tramada por ninguno de los enemigos que los Kirchner suelen elegir para defenestrarlos en sus cada vez más frecuentes hostigamientos, lo curioso es que ninguno de esos índices parece preocuparles. Es lamentable que esto sea así, sobre todo frente a ejemplos cercanos de gobiernos y países que se muestran decididos a marchar en otra dirección y, sin anteojeras ideológicas, abrazar la inversión extranjera como una bendición.
¿Qué lleva, si no, a un ex tupamaro como José "Pepe" Mujica, presidente electo de Uruguay, a reunir a empresarios de todas las latitudes, en especial argentinos, para prometerles que en su país no habrá expropiaciones (como en Venezuela y la Argentina) ni impuestos desmedidos?
¿Qué lleva, si no, a los chilenos a elegir a un presidente radicalmente opuesto en su visión a los cuatro anteriores, todos ellos pertenecientes a la Concertación, después del gobierno más exitoso de su historia? Sebastián Piñera, el presidente electo, no proviene, como dicen provenir los Kirchner, del campo nacional y popular ni ha pedido a sus futuros ministros, en su mayoría técnicos sin trayectoria política, otra cosa que no sea honestidad y eficiencia. Todo eso en medio de una armonía que abruma si se la compara con el cada vez más enrarecido clima político argentino.
El índice de Cadal, en el cual se mencionan ganadores y perdedores, ubica a la Argentina en un lugar rezagado, irreconocible si de la misma tierra que habitaron nuestros mayores se trata. Es penoso que el ánimo crispado de un gobierno que funciona en estéreo y decide en soledad se traslade al resto de la sociedad como una señal de frustración frente a enemigos imaginarios que, con su pretendida perversidad, sólo pretenden dañar la obra realizada desde 2003 por Néstor Kirchner y, desde 2007, por su esposa.
En ocasiones, la ceguera ideológica es peor que la biológica. Esta es una de ellas. La Argentina insiste en vivir ensimismada, con una política exterior sujeta a las necesidades electorales domésticas y una visión prospectiva más cercana a mediados del siglo pasado que a mediados del actual. El mundo se proyecta hacia el año 2050; los Kirchner no pierden ocasión de evocar los setenta, más allá de su nulo protagonismo en supuestas causas que nunca abrazaron, como la defensa de los derechos humanos. Esa imagen que se quiere exhibir es falsa. Lo sabe el mundo y lo sabe la mayoría de los argentinos, pero, como los índices del Indec, parece ser una imposición que debe ser aceptada por todos.
En un mundo interconectado como el actual ya no hay un discurso doméstico y uno externo, como también parecen creer los Kirchner. El discurso y la imagen son iguales en cualquier latitud. El problema no es que sean regulares o incluso malos, sino que se persista en el error y que no exista la más mínima voluntad de mejorarlos. Con la necedad se rinde tributo a la mediocridad y se les cierran las puertas a las posibilidades de progreso.
En relación con el manifiesto desdén del matrimonio Kirchner por la Iglesia Católica hay un dato insoslayable. Ese matrimonio puede, como cualquier otro en su caso, ejercer el culto que le plazca, prescindir de exteriorizaciones de religiosidad y, desde luego, asumir algún grado de agnosticismo activo, incluso el más extremo.
Si así fuere, nadie sufrirá tropiezos, porque la gran constitución liberal de 1853/60 ha dejado la resolución de tales cuestiones a la esfera íntima de las personas. Tampoco afectará a los gobernantes, salvo en el plano de las inferencias morales individuales, una vinculación como la que ha hecho, muy suelto de cuerpo, el señor D´Elía, figura clásica del oficialismo, entre la familia Kirchner y la usura. Ha hablado, con derivaciones de mayor consternación en el Gobierno que en la oposición, de una práctica cuya condena ha honrado a la Iglesia desde el medievo.
La Iglesia sabe hasta dónde llegar en sus condenas. Tampoco ignora a partir de dónde ha de extender el manto piadoso de los olvidos a fin de no caer ella misma en comportamientos vengativos propios de espíritus mezquinos y codiciosos.
Lo que no es admisible es la destemplanza en los buenos modales y en la cortesía que se deben entre sí los individuos y las instituciones. Desde tiempo inmemorial, la humanidad civilizada estableció convenciones a fin de que el trato recíproco entre sus miembros tuviera un rango superior al que los bárbaros se dispensan entre sí. Más inaceptable aún es el destrato cuando éste afecta, por algún motivo esencial, a la sociedad en su conjunto. Es ése el caso de las controversias que el Gobierno ha mantenido con la Iglesia Católica desde mayo de 2003, momento de la asunción del poder por el señor Néstor Kirchner.
La pérdida de vocaciones para el ejercicio del ministerio evangélico o la disminución de prácticas religiosas en la población han dejado intactas, en este contexto, dos cuestiones. La primera, y por cierto obvia, concierne a la identificación del catolicismo con el historial del país. La segunda se refiere al catolicismo como parte del sistema nacional de valores culturales de la Argentina. Este sistema se expresa en tradiciones preservadas en la esfera pública y privada de la ciudadanía, en el respeto hogareño hacia memorias familiares, en usos y costumbres, en fin, de la vida cotidiana.
Aquella cultura de milenios de cristiandad se encuentra trabajada por los particularismos de la argentinidad y atraviesa, como un eje rotundo, todas las capas sociales, prolongándose en manifestaciones de religiosidad popular de extraordinaria magnitud, que llaman la atención del extranjero. Algunas de esas manifestaciones son de antigüedad remota, otras se han afirmado más recientemente. Lo han hecho como sentimientos surgentes en la población a medida que el país se ha ido debatiendo en crecientes e irresolubles problemas políticos y sociales, según ha ocurrido en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, o en estribaciones de la capital salteña.
Al margen de la habitualidad de referencias desdeñosas hacia prelados de la jerarquía eclesiástica, impropias de los círculos más próximos a un gobierno nacional, y de una literatura subalterna empeñada en lastimar la sensibilidad de la feligresía católica, ha habido hechos inconcebibles en los vínculos con la Santa Sede. Se puso en ridículo, por ejemplo, a un respetado dirigente del peronismo porteño y funcionario del kirchnerismo, tensándose las relaciones con el Vaticano al pretender la Cancillería argentina la concesión de plácet como embajador para alguien que es divorciado. ¿Con qué derecho podía la Argentina insistir, casi con insolencia, que el Vaticano modificase normas a las que se ha ceñido de manera invariable en el trato con otros Estados? ¿Qué distancia media entre una actitud de esa naturaleza y un vulgar acto provocativo?
Todos conocen el enojoso entredicho con Roma a raíz de palabras, por cierto infortunadas, del obispo castrense monseñor Antonio Baseotto. Una vez que laboriosas gestiones diplomáticas habían conseguido mediatizar la incomodidad producida por aquella situación, ahora se ha vuelto a fojas cero. No se pueden calificar de otro modo los cuatro años que lleva demorados el gobierno argentino en contestar la solicitud del Vaticano para la homologación del candidato a ocupar aquel obispado según los términos del acuerdo existente en la materia desde 1957.
La paciencia del nuncio apostólico ha sido notable en todo este tiempo como arduas y silenciosas sus gestiones para lograr con aquel nombramiento el cierre de un capítulo en el que el cargo en cuestión ha estado cubierto por un administrador castrense provisional. A nada bueno han conducido, entretanto, las nuevas sombras que ha derramado la política de cólera y falta de tacto de parte del gobierno argentino. Esperemos el milagro de que el problema pendiente de conclusión por tan largo tiempo se resuelva a la brevedad.
Estos días, la delicadeza del arzobispo de Buenos Aires de enviar a la clínica donde se encontraba internado el ex presidente Kirchner un capellán para ofrecer el sacramento de unción de los enfermos fue contestada a tono con el estilo de que ha dado el Gobierno cuenta en siete años. Así éste pasará irremediablemente a la historia, pero mientras ésa sea la modalidad con la que se represente a los argentinos, obrará como calificación poco feliz ante el mundo para la sociedad de la que somos parte.
(fragmento de Radiografía del Gobernante Paranoide artículo científico de Carlos Pagni en La Nación)
El autor Post sistematiza el modo como el fenómeno del poder y el liderazgo fue abordado por las principales escuelas psicológicas.
También analiza los casos de Bill Clinton y Saddam Hussein. Pero antes de exponer sus perfiles propone una caracterización de tres tipos psicológicos, en su relación con el gobierno, los entornos, la autoridad. Uno de esos tipos es el que Post denomina "mentalidad suspicaz" o "paranoide" (los otros son el narcisista y el obsesivo-compulsivo).
Antes de caracterizar a esta clase de políticos, el autor formula varias advertencias. La más relevante es que ningún individuo se ajusta a un solo modelo de personalidad, sino que, en general, se manifiesta sólo una tendencia dominante. También señala que la tipología no incluye patologías. Es decir: presenta los rasgos que aparecen en gente sana, aun cuando puedan tener algún trastorno psíquico. Esto vale en especial, dice Post, para el caso de los paranoides. Es difícil, si no imposible, que su versión enferma, el paranoico, pueda mantenerse demasiado tiempo en el poder. Otra salvedad del autor es que las características psicológicas no pueden ser evaluadas fuera del contexto biográfico, histórico, social, familiar y político en el que operan. También la edad determina peculiaridades.
Hechas estas acotaciones, Post describe el tipo de personalidad y estilo de liderazgo que se asocian con el discurso conspirativo. Según él, la nota distintiva de la modalidad paranoide es la convicción de que existe un enemigo oculto alrededor del cual se organiza la realidad. No es la conclusión de una serie de evidencias. Es un postulado. En consecuencia, sus características esenciales son "la persistente sospecha y desconfianza en la gente en general".
Los individuos con esta propensión "son hipersensitivos y se sienten fácilmente menospreciados". Ellos "continuamente escanean el ambiente detrás de pistas que validen sus prejuicios originarios".
Post cita a otros autores, como David Shapiro, autor de Neurotic Styles ( Estilos neuróticos ) para afirmar que un rasgo muy relevante de la mentalidad suspicaz es su rigidez. Ese tipo de gente, según dice, "no ignora nuevos datos, pero los examina con extremo cuidado.
El objetivo de ese examen es encontrar confirmación para sus suposiciones, descartando las evidencias que desmienten sus temerosas visiones y tomando aquellas que las confirman". En muchas circunstancias, admite el autor, estar en guardia es apropiado. Pero los individuos paranoides "tienen una firme conclusión en busca de evidencias. Hostiles, tercos y defensivos, ellos rechazarán los datos que desaprueben sus sospechas. En cambio, los intentos bienintencionados de tranquilizarlos o razonar con ellos provocarán, habitualmente, agresividad, y el comedido puede devenir objeto de la sospecha".
Las personas con estas propensiones, dice el autor, suelen estar poco dispuestos a los compromisos: "El suyo es un mundo de motivaciones ocultas y significados especiales. Ellos están listos para contraatacar contra lo que perciben como una amenaza". Los paranoides, sigue Post, "evitan la intimidad, excepto con aquellos en los que confían absolutamente, una población diminuta. Ellos muestran una exagerada necesidad de ser autosuficientes, sin confiar en nadie. Evitan participar en un grupo, al menos que estén en una posición dominante".
Insiste Post: no son gente enferma. Sus ideas, por lo tanto, no son el resultado de una imaginación hiperactiva, sino de una observación intensa y penetrante. Y se pregunta: "¿Cuál es la premisa a ser confirmada por esa atención?" Respuesta: "La premisa del peligro exterior. La característica principal de la comprensión del mundo que tiene un paranoide es la rígida e intencionada búsqueda de un peligro exterior".
La contracara de esa rigidez es la baja capacidad de estas personas para relacionarse con las sorpresas. Cuando suceden cosas inesperadas, "el mundo ha sido perturbado, y su estructura, deshecha". Esa labilidad se debe a la sensación de que algo que debía estar controlado fue puesto fuera de control.
Una consecuencia de esta propensión a recortar los datos que confirman la premisa del peligro externo es que la evaluación de la realidad de las personalidades paranoides suele ser sesgada.
Otra nota sobresaliente de la mentalidad suspicaz es, según Post, una exagerada necesidad de autonomía: "Los paranoides están constantemente buscando evidencias del peligro de que otros los sometan a su control o los traicionen". Dicho miedo se proyecta sobre su entramado emocional. Este tipo psicológico tiende a controlar sus sentimientos, "especialmente la calidez o la suavidad, para evitar la sumisión, para evitar ceder a otro".
En el centro del sistema de creencias de este tipo de personalidad está el adversario, que es visto "como inherentemente malvado y como la mayor e incorregible amenaza contra el propio interés". Si ese adversario se muestra conciliatorio no debe generar duda alguna. Sólo está tratando de sacar ventaja. "El universo del paranoide es un universo maniqueo, dividido en dos campos: aliados y adversarios. Los neutros son imposibles."
Otra tendencia que Post señala en este tipo mental es que exagera las virtudes y capacidades de su adversario. "Tiende a ver al adversario como altamente racional, altamente unificado, en total control de sus acciones".
Al investir al adversario de esa superioridad, las mentalidades suspicaces viven con miedo a que ese peligro se infiltre en su entorno. Así se explica que estén siempre detrás de información sobre el "enemigo interno", el "quinta columna". Es una preocupación que condiciona la relación entre el líder y su entorno. Los jefes políticos en quienes predominan estas tendencias suelen seleccionar a sus colaboradores con el criterio casi exclusivo de la lealtad.
La desconfianza, además, los lleva a someter a prueba una y otra vez a quienes están cerca, controlándolos y chequeando su fidelidad mediante pequeñas humillaciones o malos tratos. Este sistema de creencias determina, según este análisis, la relación de este tipo de gente con la información. La búsqueda de novedades es sólo táctica. Como los objetivos de largo plazo del adversario resultan siempre conocidos, no hay nada que pueda cambiar demasiado lo que ya se conoce. También el modo de tomar decisiones es peculiar: "Manifiesta una tendencia a actuar rápido para evitar el ataque inminente del otro; piensa que el que duda está perdido".
Las personalidades paranoides, enseña Post, son muy manipulables. En el gran friso de la historia, el ejemplo clásico es el del jefe de la policía secreta de la Unión Soviética, Laurenti Paulovich Beria, en su trato con Stalin. "El subordinado manipulador puede sacar ventaja de las suspicacias del líder plantando sospechas sobre sus rivales dentro de la propia burocracia, como hacía Beria con Stalin". En un sentido más general, la ansiedad con que buscan información sobre movimientos conspirativos establece una dependencia muy marcada entre estos caudillos y los aparatos de espionaje e inteligencia.
"Su cuidado hipervigilante y disposición a tomar represalias a menudo generan miedo e intranquilidad en otros. Uno tiende a pisar con cuidado alrededor de un paranoide, «camina sobre cáscaras de huevo», no vaya a ser que se moleste", describe Post.
Estas premisas explican el estado de querella permanente en que viven las personas con rasgos paranoides. El mundo es muy conflictivo. Y el enemigo es incorregiblemente agresivo y políticamente tortuoso.
A partir de estas premisas, el líder paranoide decide un método: siempre será mejor usar la fuerza en lugar de la persuasión. ©LA NACION