Damas y
caballeros.
Minutos antes de que comenzara este programa, he
tenido el privilegio de saludar a muchas de las personalidades presentes de
quienes conozco sus intensas y honrosas actividades profesionales, políticas,
académicas y principalmente cívicas, convergentes en los mayores e
imprescindibles objetivos -y por eso mismo irrenunciables- dirigidos a lograr
el desarrollo regional.
Cada una de estas personalidades a través de las
históricas experiencias que han protagonizado, constituyeron el mayor impulso
que durante la década de los años 70 y algo más, transformó la parsimonia y
resignación con la que se especulaba el porvenir del Departamento, en una
actidud disciplinada y exigente, que diseñó con precisión, los proyectos
concernientes al desarrollo dentro de un plan estratégico departamental, cuya
dinámica fue y sigue siendo constante con el flujo y diversidad de los
problemas contemporáneos.
Reclamo pues, por un pronto recuento testimonial de
aquella época, o mas bien dicho, de aquellas luchas, para que forme parte de la
memoria histórica activa y sea el referente idóneo para continuar actuando en
procura de todas nuestras metas.
Distinguidos presentes:
Aquí estoy invitado para ser parte de este momento
dedicado a Don Mauricio Aira Flores.
Y voy a aprovecharlo para una breve semblanza en la que
quiero que prevalezca nítida no otra condición que la del culto a la amistad,
ese intenso, franco e inquebrantable lazo que nos une a ambos. Se trata del
tiempo en que se inició nuestro tiempo.
Algo así como siete décadas -perdonen la distancia-
desde la escuela y quizá antes, nos juntó la irrepetible experiencia de jugar
alborotando el barrio, reunidos con otros changos como nosotros. Podría decir
sus nombres, sus apellidos, sus apodos. Podría dibujar los portones y los
balcones de sus casas en la calle Bustillos, casi en el mismo centro de la
ciudad de Potosí.
Mauricio, con dificultades físicas en los pies, era un
integrante puntual del bullicio vespertino, con una voz chillona -como la de
todos- apurando el desempeño de cada uno para sacarle el jugo a las horas
porque las teníamos disponibles como querríamos.
Mauricio, ten por seguro que eras el más querido de la
tojpa. Porque no nos dabas chance para pensar en tu dificultad. Estabas listo
para cualquier puesto y jugar como los
mejores. Cuando era fútbol lo que jugábamos, casi siempre era eso, cada cual
aportaba sin jactancia, con su pelota propia. Por supuesto pelota de trapo. Cuando
con el tiempo pudimos entender el significado de las actitudes, supimos que la
tuya se llamaba autoestima.
Empezamos a cambiar la voz, con frecuentes gallos de
por medio y las bromas de esa aparentemente larga temporada. Un poco mas que
adolescentes en aulas y colegios distintos, transcurrimos edades sintonizados
en inquietudes, curioseando novedades y descubriendo aptitudes.
Fue el tiempo de la juventud explosiva. La que quiere
transformarlo todo para fundar el mundo de las maravillas. Entonces todo se
califica anacrónico, obsoleto, desigual e inútil. Quieres nuevos paradigmas,
nuevas visiones. Incluso quieres líderes a los que llamas “verdaderos”. Quieres gritar desde tu
conciencia y quieres convertirte en el ser esencial. En esa etapa ocurrió
nuestro encuentro intermedio. En una calle de La Paz: “hola Mauricio” el grave
impedimento físico ya no estaba. Sucesivas cirugías incluso en el exterior, lo
habían superado al más óptimo de los resultados.
Ver Mauricio así, ha sido la vivencia que con más
emoción he recordado y recuerdo hasta hoy como si se tratara de un refuerzo,
mejor dicho, un revitalizador de nuestra amistad. Pocos meses después estaría
organizando en el centro minero Siglo XX una emisora católica, para inducir y
reflejar la espiritualidad de esa comunidad en su convivencia diaria. En mi
caso, también pocos meses después, estaría en el centro minero Huanuni, para
reflejar la realidad de los obreros y defenderlos de los atropellos del Estado.
Los recovecos de la vida profesional en áreas de periodismo y formación de la
opinión pública, nos colocaron por entonces en veredas -por entonces-
contrarias. Puede ser, que inclusive ahora, no compartamos los mismos
principios. Ni siquiera la acción y los procedimientos para alcanzar horizontes
en los cuales figuran nuestros anhelos, es decir, las expectitivas de todas las
personas que carecemos de poder.
Sin embargo, la presencia casi tangible de una amistad
total, es una fortaleza irreductible. En ella están protegidos los mejores
sentimientos y la voluntad de que siempre, siempre sean invariables y
auténticos. En Mauricio y yo, es una tradición. Proviene del ejercicio
constante desde la infancia. Por eso actuamos de consumo hace medio siglo para
fundar con otros meritorios periodistas, la entidad sindical máxima de los
trabajadores de Radio y Televisión.
Organizamos seminarios de profesionalización en los
centros mineros y asistimos a innumerables conferencias y congresos. Aquí en
Cochabamba, la faceta cívica de Mauricio Aira, es decir la que tiene que ver con
el desarrollo se hizo notable respaldando la Gestión del Dr. Hugo Bilbao La
Vieja y de otros líderes, la ardua e inefable actividad de la denominada Junta
de la Comunidad, JUNCO, la cual abanderada con y por el desarrollo
departamental obtuvo éxitos que son visibles y patentes.
Queda una reflexión: no existe un final en la esencia
del verdadero civismo. Aquí cabe la máxima de que se “cosecha lo que se siembra”
sin importar quién está o ya no está “para todos, el sol sale cada mañana”.
Querido Mauricio: me tomo la libertad de decirte que auí en Cochabamba eres
bienvenido, junto a Jenny, tus hijos y nietos. En cuanto a mi familia y mi
persona tienes el lugar cariñoso de siempre. Alfonso Rojas Moncayo,
julio 16 del 2013. Cochabamba.