desprestigio del Congreso o Poder Legislativo
Los hechos políticos que ocurrieron esta semana revelan, tristemente, que los inquilinos del Palacio de Gobierno están incómodos con los senadores y diputados que constituyen el Órgano Legislativo, y que, en ese camino, están dispuestos a sacrificar a los mismos oficialistas.
La existencia del Parlamento es una de las condiciones más importantes de un Estado, si éste quiere ser considerado democrático, más allá de sus legítimas posiciones ideológico-políticas. Entonces, cabe decir que un país es democrático, entre otras particularidades, mientras respeta a su Poder Legislativo —en Bolivia, desde enero se llama Órgano Legislativo— y los miembros de éste, por supuesto, cumplan con su mandato.
El Diccionario de Ciencias Políticas de Manuel Osorio señala que “dentro de la organización del Estado, el Parlamento constituye la expresión más característica de la soberanía popular, y por eso, sin merma de su equilibrio respecto a los otros poderes estatales, ejerce una función fiscalizadora de ellos, además de la legislativa que le es propia”. A partir de esta explicación se puede entender por ejemplo que el Gobierno nacional tiene una representación mayoritaria en el Legislativo y que, al mismo tiempo, la oposición puede generar equilibrios, como consecuencia de unas reglas electorales que fueron aceptadas por los políticos que participaron en las elecciones del 2005.
Sin embargo, los hechos políticos que ocurrieron esta semana revelan, tristemente, que los inquilinos del Palacio de Gobierno están incómodos con los senadores y diputados que constituyen el Órgano Legislativo, y que, en ese camino, están dispuestos a sacrificar a los mismos oficialistas que tienen la obligación constitucional de fiscalizar a los otros poderes del Estado Plurinacional y legislar bajo el principio de independencia de poderes.
Como el presidente Evo Morales Ayma ha declarado, el Gobierno divide a los bolivianos entre masistas y fascistas, y está claro que si el Legislativo no responde a los planes masistas, éste deber ser anulado porque puede estar prestándose a los juegos desestabilizadores de los fascistas. Ésa es la impresión que dan las declaraciones provenientes del partido gubernamental.
En estos días, desde el oficialismo se han barajado varias opciones para “matar dos pájaros de un tiro”, como bien interpreta la sabiduría popular, cuando una acción busca además un objetivo oculto. Los sindicatos dirigidos por Fidel Surco advirtieron con un cerco al Congreso Nacional, para que apruebe el proyecto de Ley de Régimen Electoral Transitorio; luego, ha tenido que ser el mismo Surco e Isaac Ávalos quienes dijeron que en lugar de cerco habrá vigilia; es decir la presencia pertinaz de los dirigentes en los pasillos del Legislativo. Pero a principios de esta semana surgió una opción que reveló las verdaderas intenciones del oficialismo: la parálisis y posterior cierre del Congreso, provocados por la renuncia masiva de los parlamentarios oficialistas. Es decir, al Gobierno le urge contar cuanto antes con un instrumento jurídico que le permita avanzar hacia las elecciones de diciembre, pero también pretende administrar el Estado sin obstáculo alguno.
Hasta ahora resulta un misterio la razón que impidió que el Ejecutivo baje las banderas para la renuncia de los parlamentarios oficialistas a su mandato electoral. ¿Habrá sido la preocupación planteada por países u organismos de la comunidad internacional? O, por el contrario, ¿habrá sido una posición institucional de las instituciones tutelares de la república, las Fuerzas Armadas o la Policía, para que aquello no ocurra? O, finalmente, ¿la amenaza de renuncia fue sólo parte de un show mediático para desprestigiar más aún al Parlamento Nacional? (La Razón de La Paz)
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