La versión que ha dado el gobierno sobre el episodio del jueves en Santa Cruz parece tener agujeros que la ponen en peligro. A tres dias de los acontecimientos del jueves, persisten interrogantes que surgieron desde la primera versión. Y los medios empiezan a cuestionarla abiertamente. Al gobierno no le resulta fácil convencer al país sobre la veracidad de las informaciones que entrega.Algunas de las preguntas que aún no tienen respuesta:
¿Por qué los cadáveres de los tres que murieron en la operación policial quedaron en el hotel durante tantas (14) horas? ¿Hay alguna razón legal o investigativa? Puede decirse que allí mismo se practicó la autopsia. ¿Era el lugar adecuado?
La visión de las cámaras de vigilancia del hotel fue suprimida a partir de las 0300 AM, según los responsables del establecimiento. ¿Por qué? Habría sido un valioso testimonio de toda la operación.
Si el grupo ofreció fuerte resistencia (cuando ni llevaban puestos pijamas, por lo visto en las fotos y la TV), ¿por qué no ocurrió ninguna baja entre los agentes de seguridad? Que se sepa, nadie tiene un rasguño que hubiese provenido de la supuesta banda, lo cual choca de frente con la afirmación inicial de las autoridades policiales de que “hubo fuerte resistencia”.
¿Por qué y por gestión de quién fueron bloqueadas todas las cámaras de seguridad del hotel?
¿Por qué no se pidió la intervención ni de la policía ni de autoridades judiciales de Santa Cruz?
Por ultimo, la pregunta de las 64.000 lochas: Que hacia el grupo en Bolivia? Quien lo trajo? Exactamente para que?
Dos notas publicadas el sábado (Los Tiempos y La Razón) subrayan las confusiones generadas por la historia oficial. La información de Los Tiempos cita al diputado cruceño Oscar Urenda expresando perplejidad porque toda la operación hubiese acontecido a solamente horas de la participación del presidente Morales en la Cumbre de las Américas y porque hasta ese momento (y aún hasta hoy, domingo) se desconociese algún informe forense que determinase si los fallecidos y los detenidos llegaron a utilizar armas de fuego.
Tampoco es muy clara la versión sobre el hallazgo de armas de fuego en el área de Cotas de la feria Exposición de Santa Cruz. Para Urenda, en Los Tiempos, la explicación oficial no es convincente y da la impresión de que las armas estaban expuestas y fácilmente localizables. Es igualmente “absurda”, dijo, la afirmación de que el grupo fue contratado por internet a través de una persona a la que llamaban “el viejo”, por un valor de US$ 6.000 para cada uno. El diputado de UN, Arturo Murillo, desafió a las autoridades: “No es coherente lo que ha pasado. Algo hay detrás de todo esto y como en Bolivia nada se puede ocultar, vamos a averiguarlo o la gente va a cantar”. El mismo diputado sintetiza: (tras el atentado del martes en la casa del Cardenal Primado) “…matan a tres personas en calzoncillos y a los minutos encuentran un depósito de armamento…”. El diputado oficialista René Martínez encontró la versión gubernamental más verosímil y pidió que el gobierno investigue la relación entre el grupo y autoridades cruceñas.
La Razón del sábado acentúa el escepticismo. Cita al gerente del hotel Las Américas, Hernán Rosel, destacando que la noche del atentado sobre la residencia del Cardenal Terrazas, ninguno del grupo salió del hotel. Lo que sugiere que ese atentado habría sido perpetrado por otros y no por el grupo.
El informe de La Razón agrega una duda desconcertante: “El reporte de una requisa que realizó el personal, al que tuvo acceso La Razón, revela que no se encontraron huellas de balas que demuestren que los presuntos delincuentes respondieron a los disparos del grupo policial de élite que intervino el hotel la madrugada del jueves, mató a tres de ellos y detuvo a dos”. El gerente Rosel informó que tres de los cinco huéspedes se habían registrado a las 20:30 y los otros dos a las 22:40 del martes. Cuando salieron, el jueves, tres de ellos estaban muertos y dos detenidos, dijo Rosel. “No hay posibilidad de que hubiesen salido sin ser vistos”, afirmó. Esta información hace tambalear la hipótesis de que el grupo fue autor del atentado contra la casa del Cardenal.
Continúa la versión de La Razón: “El grupo de élite que incursionó luego de las cuatro de la madrugada, detonó la puerta de la habitación 458, donde se encontraba el presunto sicario Eduardo Rozsa. Según el reporte del seguro, en la habitación se encontraron 10 orificios de bala alrededor del lugar donde quedó el cuerpo. Ni uno en la puerta o el pasillo.
La habitación 457 presentaba tres orificios en la pared hacia el lado de la cama, donde murió el rumano Magyarosi Arpad. Mientras que en la pieza 456, donde murió Dwyer Michaerl Martin, se observó solamente un orificio de bala, nada más.
La siguiente habitación, 455, tenía ocho perforaciones, seis en la pared al lado de la cama, una a la altura del televisor y otra en un cuadro. En la pieza 454 había sangre en el piso y en la puerta. Y en la 453, los policías de élite no hallaron a ningún huésped, pero dispararon hacia el baño.
Agrega que la versión policial sostiene que “los análisis en los laboratorios de balística y explosivos determinaron que los residuos de elementos plásticos son coincidentes con una tapa de basurero que se encontró en el hotel Las Américas”. Sin embargo, la explicación no aborda el hecho que muchos hoteles y viviendas particulares cuentan con el mismo tipo de basureros y que, incluso, otros recipientes pueden haber sido fabricados con material plástico similar al de los residuos encontrados tras la explosión en la residencia del Cardenal.
El Nuevo Día trae este domingo una declaración del ex forense Ronny Pedro Colanzi reforzando “la teoría que en el hotel Las Américas no hubo enfrentamiento”. La versión añade: “Dijo haber observado que por lo menos en uno de los casos es muy preciso el disparo en el corazón, que recibe sin dejar ninguna huella de violencia o de algún forcejeo. Señaló que por norma general cuando se produce un intercambio de disparos existe desorden en la escena del crimen, situación que a primera vista no acontece en este caso. La versión del patólogo coincide con la del diputado de Podemos, Walter Arrázola, en el sentido que se trató de una cruel ejecución por parte de los policías que no dieron lugar a los supuestos terroristas a defenderse y que tampoco hubo un tiroteo como afirman las autoridades”.
El Deber, también este domingo, cita al Presidente del Senado, Oscar Ortiz, diciendo: “Por lo que se está develando, no hubo enfrentamiento sino una ejecución. Esto es grave y demuestra que hay algo oscuro, pues mucho antes el Presidente de la República hablaba de que había una célula de personas que pensaba atentar contra su vida y la de otras autoridades”.
Abril 19, 2009 - Publicado por haroldolmos Bolivia
casi a diario accedemos a textos cuya importancia necesitamos almacenar, tenerlos siempre a la mano, recordarlos a menudo, éste el objeto de este blog, porque los textos resultan documentos imperdibles.
lunes, 20 de abril de 2009
domingo, 19 de abril de 2009
tenemos demasiados antecedentes para no creerle a EVO. nos sorprende de nuevo A. Gumucio con un acertado artículo que toca fondo el engañoso proceso..
mi carpintero poncho rojo
En la Plaza de San Pedro en La Paz, frente al penal, hace vigilia desde hace varias semanas un grupo de “ponchos rojos”. Vigilia, según dicen los del MAS, para que no se escape el Prefecto de Pando, el “neoliberal” Leopoldo Fernández. Uno hubiera pensado que estos ponchos rojos -que matan perros y los exhiben colgados para infundir temor- llegaron de las comunidades de Achacachi imbuidos de un fervor revolucionario que los hace abandonar durante meses sus sembradíos (o dejar esa carga a sus mujeres e hijos). Pero no, estos ponchos rojos son más urbanos que rurales, se trata de gente contratada por el gobierno, algunos del mismo barrio de San Pedro.
Es el caso del que fue mi carpintero, quien afirma que le va mal con la carpintería (no me extraña porque era un falluto) y le va mejor con lo que recibe de estipendio por sentarse todo el día frente al Panóptico de San Pedro. Así están las cosas. El uso de fondos públicos para aparentar un masivo y espontáneo apoyo popular hacia el MAS en el gobierno, se ha vuelto el pan de cada día. Ningún gobierno anterior ha sido tan astuto para enmarcar a grupos sociales a su guisa, acarreándolos de un lado a otro para ejercer presiones (como el cerco a la Asamblea Constituyente, el cerco al Parlamento, o las provocaciones en Pando) o para manifestar su entusiasta apoyo al gobierno de la "refundación" de Bolivia. Las turbas han entrado en acción, como es el caso en El Alto, pero los verdaderos movimientos sociales organizados han sido marginados. Los mineros sindicalizados, que fueron la vanguardia durante décadas, han sido desplazados por los cooperativistas que chantajean al gobierno para obtener concesiones.El ejército entrena a los campesinos que van a participar en las celebraciones públicas que organiza el MAS. Los hace ejercitar marchas, los encuadra. Se trata de una reedición curiosa del pacto militar-campesino de las épocas dictatoriales, ahora con el sombrero de pacto militar-indígena. No es pues casual que el vice-presidente, nuestro Robespierre de alasitas, le diga al pueblo boliviano que tiene que "acostumbrarse a ver militares" por todas partes. Habría que rescatar las declaraciones de su época de "chofer-guerrillero" para contrastarlas con las actuales.Los ataques a dirigentes de la oposición no son hechos ni aislados ni fortuitos, sino perfectamente coordinados desde altas esferas del gobierno. Hay ministros que juegan a esta política sucia para sentirse más dueños del poder. Nada menos que el Ministro de Hacienda es un "aficionado" a las escuchas telefónicas, "pincha" los teléfonos de quien le da la gana para escuchar conversaciones privadas y envía matones para golpear a la gente que no le cae bien. Las agresiones a periodistas por parte de individuos masistas que han sido claramente identificados -con nombres y fotos- se han repetido de manera incontrolada, entorpeciendo el trabajo de los medios de información. Si bien algunas de esas agresiones aparecen como "espontáneas reacciones del pueblo en contra de la prensa neoliberal", otras son orquestadas desde el entorno presidencial, como es el caso del atentado con dinamita contra el Canal 4 de televisión de Yacuiba, perpetrado por un oficial del ejército asignado a la seguridad presidencial y "en comisión" el día de los hechos, el Subteniente George Nava Zurita. Duele decirlo, pero todo esto trae a la memoria la época de las dictaduras militares, cuando teníamos que "caminar por la sombrita" para cuidarnos de los esbirros que nunca faltan. Los grupos de choque alentados desde esferas gubernamentales son lo más ajeno que puede existir a los procesos democráticos. Está claro que este proceso no es democrático en lo cotidiano, solamente aparenta serlo en los lances electorales, que no dicen mucho del comportamiento de la democracia en tiempos normales. Las elecciones, como bien se sabe, son apenas una manifestación precaria de la democracia. Pero para este régimen el voto es la manera de legitimar los comportamientos menos democráticos. Por eso el país vive en una permanente fiebre electoral, que no es lo mismo la que participación democrática en la construcción de la nación.El estado permanente de campaña electoral nos envuelve desde hace tres años. El gobierno del MAS invierte enormes cantidades de fondos públicos para propaganda en la calle y en los medios, superando con creces el malgasto que cualquier gobierno anterior hubiera hecho. Ni siquiera los gobiernos más inseguros y con menor apoyo popular se han volcado con tanto ahínco en la publicidad, trasladando el costo a la ciudadanía y sin rendir cuentas claras. Las gigantografías en las carreteras principales abundan, ya sea promoviendo algún voto (siempre hay algún referéndum en el horizonte) o propagandizando algún logro gubernamental. Esa propaganda es en muchos casos tendenciosa y mentirosa. Por ejemplo, los carteles de "Bolivia libre del analfabetismo" con la foto del Presidente Morales, encierran en si una mentira o por lo menos una verdad a medias, porque ninguna institución internacional independiente, ha certificado que se haya erradicado el analfabetismo en Bolivia. La UNESCO sería la organización idónea de las Naciones Unidas para otorgar esa certificación a Bolivia, pero desde la época de la Campaña de Alfabetización en Nicaragua, la UNESCO se abstiene de ejercer un papel de verificación y de otorgar la certificación correspondiente, por la sencilla razón de que eso le podría acarrear problemas políticos con los gobiernos que claman algo que no es cierto. En el caso de Bolivia, donde cubanos y venezolanos apoyaron la campaña "Yo si puedo..." para enseñar a leer y a escribir -lo cual es muy bueno- no tenemos la certeza de que realmente se haya eliminado el analfabetismo. Tendríamos que tomar la palabra de Evo Morales como verdad absoluta, pero ya tenemos demasiados antecedentes para no creerle. Este es el régimen de las apariencias y del doble discurso. Baste un ejemplo: el gobierno utiliza el término "neoliberal" para descalificar a la oposición de derecha y de izquierda por igual, pero no ha sido coherente como para desaparecer el decreto 21060 (que es un decreto, ni siquiera una ley) sobre el que se funda el neoliberalismo en Bolivia. Lo mismo sucede con la "nacionalización del gas", "la revolución agraria mecanizada" y otros cuentos. La realidad es muy diferente.
En la Plaza de San Pedro en La Paz, frente al penal, hace vigilia desde hace varias semanas un grupo de “ponchos rojos”. Vigilia, según dicen los del MAS, para que no se escape el Prefecto de Pando, el “neoliberal” Leopoldo Fernández. Uno hubiera pensado que estos ponchos rojos -que matan perros y los exhiben colgados para infundir temor- llegaron de las comunidades de Achacachi imbuidos de un fervor revolucionario que los hace abandonar durante meses sus sembradíos (o dejar esa carga a sus mujeres e hijos). Pero no, estos ponchos rojos son más urbanos que rurales, se trata de gente contratada por el gobierno, algunos del mismo barrio de San Pedro.
Es el caso del que fue mi carpintero, quien afirma que le va mal con la carpintería (no me extraña porque era un falluto) y le va mejor con lo que recibe de estipendio por sentarse todo el día frente al Panóptico de San Pedro. Así están las cosas. El uso de fondos públicos para aparentar un masivo y espontáneo apoyo popular hacia el MAS en el gobierno, se ha vuelto el pan de cada día. Ningún gobierno anterior ha sido tan astuto para enmarcar a grupos sociales a su guisa, acarreándolos de un lado a otro para ejercer presiones (como el cerco a la Asamblea Constituyente, el cerco al Parlamento, o las provocaciones en Pando) o para manifestar su entusiasta apoyo al gobierno de la "refundación" de Bolivia. Las turbas han entrado en acción, como es el caso en El Alto, pero los verdaderos movimientos sociales organizados han sido marginados. Los mineros sindicalizados, que fueron la vanguardia durante décadas, han sido desplazados por los cooperativistas que chantajean al gobierno para obtener concesiones.El ejército entrena a los campesinos que van a participar en las celebraciones públicas que organiza el MAS. Los hace ejercitar marchas, los encuadra. Se trata de una reedición curiosa del pacto militar-campesino de las épocas dictatoriales, ahora con el sombrero de pacto militar-indígena. No es pues casual que el vice-presidente, nuestro Robespierre de alasitas, le diga al pueblo boliviano que tiene que "acostumbrarse a ver militares" por todas partes. Habría que rescatar las declaraciones de su época de "chofer-guerrillero" para contrastarlas con las actuales.Los ataques a dirigentes de la oposición no son hechos ni aislados ni fortuitos, sino perfectamente coordinados desde altas esferas del gobierno. Hay ministros que juegan a esta política sucia para sentirse más dueños del poder. Nada menos que el Ministro de Hacienda es un "aficionado" a las escuchas telefónicas, "pincha" los teléfonos de quien le da la gana para escuchar conversaciones privadas y envía matones para golpear a la gente que no le cae bien. Las agresiones a periodistas por parte de individuos masistas que han sido claramente identificados -con nombres y fotos- se han repetido de manera incontrolada, entorpeciendo el trabajo de los medios de información. Si bien algunas de esas agresiones aparecen como "espontáneas reacciones del pueblo en contra de la prensa neoliberal", otras son orquestadas desde el entorno presidencial, como es el caso del atentado con dinamita contra el Canal 4 de televisión de Yacuiba, perpetrado por un oficial del ejército asignado a la seguridad presidencial y "en comisión" el día de los hechos, el Subteniente George Nava Zurita. Duele decirlo, pero todo esto trae a la memoria la época de las dictaduras militares, cuando teníamos que "caminar por la sombrita" para cuidarnos de los esbirros que nunca faltan. Los grupos de choque alentados desde esferas gubernamentales son lo más ajeno que puede existir a los procesos democráticos. Está claro que este proceso no es democrático en lo cotidiano, solamente aparenta serlo en los lances electorales, que no dicen mucho del comportamiento de la democracia en tiempos normales. Las elecciones, como bien se sabe, son apenas una manifestación precaria de la democracia. Pero para este régimen el voto es la manera de legitimar los comportamientos menos democráticos. Por eso el país vive en una permanente fiebre electoral, que no es lo mismo la que participación democrática en la construcción de la nación.El estado permanente de campaña electoral nos envuelve desde hace tres años. El gobierno del MAS invierte enormes cantidades de fondos públicos para propaganda en la calle y en los medios, superando con creces el malgasto que cualquier gobierno anterior hubiera hecho. Ni siquiera los gobiernos más inseguros y con menor apoyo popular se han volcado con tanto ahínco en la publicidad, trasladando el costo a la ciudadanía y sin rendir cuentas claras. Las gigantografías en las carreteras principales abundan, ya sea promoviendo algún voto (siempre hay algún referéndum en el horizonte) o propagandizando algún logro gubernamental. Esa propaganda es en muchos casos tendenciosa y mentirosa. Por ejemplo, los carteles de "Bolivia libre del analfabetismo" con la foto del Presidente Morales, encierran en si una mentira o por lo menos una verdad a medias, porque ninguna institución internacional independiente, ha certificado que se haya erradicado el analfabetismo en Bolivia. La UNESCO sería la organización idónea de las Naciones Unidas para otorgar esa certificación a Bolivia, pero desde la época de la Campaña de Alfabetización en Nicaragua, la UNESCO se abstiene de ejercer un papel de verificación y de otorgar la certificación correspondiente, por la sencilla razón de que eso le podría acarrear problemas políticos con los gobiernos que claman algo que no es cierto. En el caso de Bolivia, donde cubanos y venezolanos apoyaron la campaña "Yo si puedo..." para enseñar a leer y a escribir -lo cual es muy bueno- no tenemos la certeza de que realmente se haya eliminado el analfabetismo. Tendríamos que tomar la palabra de Evo Morales como verdad absoluta, pero ya tenemos demasiados antecedentes para no creerle. Este es el régimen de las apariencias y del doble discurso. Baste un ejemplo: el gobierno utiliza el término "neoliberal" para descalificar a la oposición de derecha y de izquierda por igual, pero no ha sido coherente como para desaparecer el decreto 21060 (que es un decreto, ni siquiera una ley) sobre el que se funda el neoliberalismo en Bolivia. Lo mismo sucede con la "nacionalización del gas", "la revolución agraria mecanizada" y otros cuentos. La realidad es muy diferente.
sábado, 18 de abril de 2009
repasa la razón los acontecimientos que constituyen una escalada de violencia que dañan la justicia, el derecho la imagen de Bolivia para hoy y siempr
Una anómala escalada
Es probable que sea importante la revolución que se propone llevar adelante el Gobierno, pero quizá sea oportuno que, además de ocuparse del calendario de las votaciones que están pendientes, alguien se ocupe de la imagen del país y de la seguridad de las personas.
Una aguda sensación de incertidumbre y desesperación se vive en Bolivia desde hace algunas semanas, aunque se suponía que el malestar podía aplacarse luego de la aprobación de la Ley de Régimen Electoral de Transición, que tantas inquietudes provocó entre la ciudadanía y tan cuantiosas amenazas de inestabilidad institucional transmitió al mundo.
La tranquilidad se ha esfumado del país, al menos estos días. A la huelga de hambre del Primer Mandatario y la consecuente aprobación de la norma constitucional, se ha sumado el atentado contra el cardenal Julio Terrazas en su domicilio en Santa Cruz, mediante una poderosa bomba, además del asesinato de tres sujetos, aparentemente en un ajuste de cuentas del narcotráfico, y, asimismo, en condiciones similares hasta ahora no aclaradas, el “ajusticiamiento” de siete personas más en San Matías, frontera con Brasil. A esto se ha sumado la muerte, en un aparente enfrentamiento con fuerzas del orden, de tres presuntos terroristas —dos de ellos extranjeros— en un hotel, todo lo anterior en el departamento de Santa Cruz.
El clima de incertidumbre y angustia se nutre también de las noticias sobre el asalto a una patrulla de policías en la mina Himalaya, con el secuestro de sus armas —que todavía no han sido recuperadas—, la ocupación de otras 15 minas en el occidente, dos de ellas en la zona de Teoponte, además del cerco al que ha sido sometido el campo petrolero Víbora, en Santa Cruz, por originarios de la zona que exigen una participación en las utilidades de la operación económica.
Fuerzas policiales atacadas en el Chapare por cocaleros armados, en hechos que nadie investiga ni se propone castigar, plantaciones de coca que han invadido incluso los parques nacionales, el narcotráfico copando casi todo el territorio; en suma, el país convertido en uno de los mayores centros de producción de droga de Sudamérica.
Más de una decena de muertes por asesinato, en distintos lugares y en tan pocos días, resulta demasiado. Esto debe preocuparnos a todos, sin la menor duda.
Ahora que el Presidente está fuera del país cumpliendo con su agenda internacional en Venezuela y Trinidad y Tobago, y que su presencia debe ser debidamente representada, se tiene que actuar de acuerdo a las leyes, pero sin ninguna demora. Justamente para frenar esta anómala escalada violenta se necesita de serenidad, prudencia, pero también de decisión. No sería posible admitir que el país, además de la endémica pugna política interna, esté expuesto a bandas de narcotraficantes y, peor aún, que a lo anterior se sume el terrorismo, como sospechan algunas autoridades nacionales.
Todo este negro panorama tiñe de desprestigio a la imagen internacional del país. Si los inversionistas no se atreven a venir porque comprueban que no hay seguridad jurídica para sus operaciones, ahora ni siquiera los turistas querrán llegar, por el temor a que el hotel donde están alojados se convierta en un campo de batalla. Es probable que sea muy importante la revolución que se propone llevar adelante el Gobierno, pero quizá sea oportuno que, además de ocuparse del calendario de las votaciones que están pendientes, alguien se ocupe de la imagen del país, de la seguridad de las personas, de la integridad de las instituciones y de la permanencia del país.
Es probable que sea importante la revolución que se propone llevar adelante el Gobierno, pero quizá sea oportuno que, además de ocuparse del calendario de las votaciones que están pendientes, alguien se ocupe de la imagen del país y de la seguridad de las personas.
Una aguda sensación de incertidumbre y desesperación se vive en Bolivia desde hace algunas semanas, aunque se suponía que el malestar podía aplacarse luego de la aprobación de la Ley de Régimen Electoral de Transición, que tantas inquietudes provocó entre la ciudadanía y tan cuantiosas amenazas de inestabilidad institucional transmitió al mundo.
La tranquilidad se ha esfumado del país, al menos estos días. A la huelga de hambre del Primer Mandatario y la consecuente aprobación de la norma constitucional, se ha sumado el atentado contra el cardenal Julio Terrazas en su domicilio en Santa Cruz, mediante una poderosa bomba, además del asesinato de tres sujetos, aparentemente en un ajuste de cuentas del narcotráfico, y, asimismo, en condiciones similares hasta ahora no aclaradas, el “ajusticiamiento” de siete personas más en San Matías, frontera con Brasil. A esto se ha sumado la muerte, en un aparente enfrentamiento con fuerzas del orden, de tres presuntos terroristas —dos de ellos extranjeros— en un hotel, todo lo anterior en el departamento de Santa Cruz.
El clima de incertidumbre y angustia se nutre también de las noticias sobre el asalto a una patrulla de policías en la mina Himalaya, con el secuestro de sus armas —que todavía no han sido recuperadas—, la ocupación de otras 15 minas en el occidente, dos de ellas en la zona de Teoponte, además del cerco al que ha sido sometido el campo petrolero Víbora, en Santa Cruz, por originarios de la zona que exigen una participación en las utilidades de la operación económica.
Fuerzas policiales atacadas en el Chapare por cocaleros armados, en hechos que nadie investiga ni se propone castigar, plantaciones de coca que han invadido incluso los parques nacionales, el narcotráfico copando casi todo el territorio; en suma, el país convertido en uno de los mayores centros de producción de droga de Sudamérica.
Más de una decena de muertes por asesinato, en distintos lugares y en tan pocos días, resulta demasiado. Esto debe preocuparnos a todos, sin la menor duda.
Ahora que el Presidente está fuera del país cumpliendo con su agenda internacional en Venezuela y Trinidad y Tobago, y que su presencia debe ser debidamente representada, se tiene que actuar de acuerdo a las leyes, pero sin ninguna demora. Justamente para frenar esta anómala escalada violenta se necesita de serenidad, prudencia, pero también de decisión. No sería posible admitir que el país, además de la endémica pugna política interna, esté expuesto a bandas de narcotraficantes y, peor aún, que a lo anterior se sume el terrorismo, como sospechan algunas autoridades nacionales.
Todo este negro panorama tiñe de desprestigio a la imagen internacional del país. Si los inversionistas no se atreven a venir porque comprueban que no hay seguridad jurídica para sus operaciones, ahora ni siquiera los turistas querrán llegar, por el temor a que el hotel donde están alojados se convierta en un campo de batalla. Es probable que sea muy importante la revolución que se propone llevar adelante el Gobierno, pero quizá sea oportuno que, además de ocuparse del calendario de las votaciones que están pendientes, alguien se ocupe de la imagen del país, de la seguridad de las personas, de la integridad de las instituciones y de la permanencia del país.
sábado, 11 de abril de 2009
no renunció el MAS al Congreso porque hubiese significado la clausura. sin Congreso no hay democracia y sin democracia no existe el Gobierno. Así es.
desprestigio del Congreso o Poder Legislativo
Los hechos políticos que ocurrieron esta semana revelan, tristemente, que los inquilinos del Palacio de Gobierno están incómodos con los senadores y diputados que constituyen el Órgano Legislativo, y que, en ese camino, están dispuestos a sacrificar a los mismos oficialistas.
La existencia del Parlamento es una de las condiciones más importantes de un Estado, si éste quiere ser considerado democrático, más allá de sus legítimas posiciones ideológico-políticas. Entonces, cabe decir que un país es democrático, entre otras particularidades, mientras respeta a su Poder Legislativo —en Bolivia, desde enero se llama Órgano Legislativo— y los miembros de éste, por supuesto, cumplan con su mandato.
El Diccionario de Ciencias Políticas de Manuel Osorio señala que “dentro de la organización del Estado, el Parlamento constituye la expresión más característica de la soberanía popular, y por eso, sin merma de su equilibrio respecto a los otros poderes estatales, ejerce una función fiscalizadora de ellos, además de la legislativa que le es propia”. A partir de esta explicación se puede entender por ejemplo que el Gobierno nacional tiene una representación mayoritaria en el Legislativo y que, al mismo tiempo, la oposición puede generar equilibrios, como consecuencia de unas reglas electorales que fueron aceptadas por los políticos que participaron en las elecciones del 2005.
Sin embargo, los hechos políticos que ocurrieron esta semana revelan, tristemente, que los inquilinos del Palacio de Gobierno están incómodos con los senadores y diputados que constituyen el Órgano Legislativo, y que, en ese camino, están dispuestos a sacrificar a los mismos oficialistas que tienen la obligación constitucional de fiscalizar a los otros poderes del Estado Plurinacional y legislar bajo el principio de independencia de poderes.
Como el presidente Evo Morales Ayma ha declarado, el Gobierno divide a los bolivianos entre masistas y fascistas, y está claro que si el Legislativo no responde a los planes masistas, éste deber ser anulado porque puede estar prestándose a los juegos desestabilizadores de los fascistas. Ésa es la impresión que dan las declaraciones provenientes del partido gubernamental.
En estos días, desde el oficialismo se han barajado varias opciones para “matar dos pájaros de un tiro”, como bien interpreta la sabiduría popular, cuando una acción busca además un objetivo oculto. Los sindicatos dirigidos por Fidel Surco advirtieron con un cerco al Congreso Nacional, para que apruebe el proyecto de Ley de Régimen Electoral Transitorio; luego, ha tenido que ser el mismo Surco e Isaac Ávalos quienes dijeron que en lugar de cerco habrá vigilia; es decir la presencia pertinaz de los dirigentes en los pasillos del Legislativo. Pero a principios de esta semana surgió una opción que reveló las verdaderas intenciones del oficialismo: la parálisis y posterior cierre del Congreso, provocados por la renuncia masiva de los parlamentarios oficialistas. Es decir, al Gobierno le urge contar cuanto antes con un instrumento jurídico que le permita avanzar hacia las elecciones de diciembre, pero también pretende administrar el Estado sin obstáculo alguno.
Hasta ahora resulta un misterio la razón que impidió que el Ejecutivo baje las banderas para la renuncia de los parlamentarios oficialistas a su mandato electoral. ¿Habrá sido la preocupación planteada por países u organismos de la comunidad internacional? O, por el contrario, ¿habrá sido una posición institucional de las instituciones tutelares de la república, las Fuerzas Armadas o la Policía, para que aquello no ocurra? O, finalmente, ¿la amenaza de renuncia fue sólo parte de un show mediático para desprestigiar más aún al Parlamento Nacional? (La Razón de La Paz)
Los hechos políticos que ocurrieron esta semana revelan, tristemente, que los inquilinos del Palacio de Gobierno están incómodos con los senadores y diputados que constituyen el Órgano Legislativo, y que, en ese camino, están dispuestos a sacrificar a los mismos oficialistas.
La existencia del Parlamento es una de las condiciones más importantes de un Estado, si éste quiere ser considerado democrático, más allá de sus legítimas posiciones ideológico-políticas. Entonces, cabe decir que un país es democrático, entre otras particularidades, mientras respeta a su Poder Legislativo —en Bolivia, desde enero se llama Órgano Legislativo— y los miembros de éste, por supuesto, cumplan con su mandato.
El Diccionario de Ciencias Políticas de Manuel Osorio señala que “dentro de la organización del Estado, el Parlamento constituye la expresión más característica de la soberanía popular, y por eso, sin merma de su equilibrio respecto a los otros poderes estatales, ejerce una función fiscalizadora de ellos, además de la legislativa que le es propia”. A partir de esta explicación se puede entender por ejemplo que el Gobierno nacional tiene una representación mayoritaria en el Legislativo y que, al mismo tiempo, la oposición puede generar equilibrios, como consecuencia de unas reglas electorales que fueron aceptadas por los políticos que participaron en las elecciones del 2005.
Sin embargo, los hechos políticos que ocurrieron esta semana revelan, tristemente, que los inquilinos del Palacio de Gobierno están incómodos con los senadores y diputados que constituyen el Órgano Legislativo, y que, en ese camino, están dispuestos a sacrificar a los mismos oficialistas que tienen la obligación constitucional de fiscalizar a los otros poderes del Estado Plurinacional y legislar bajo el principio de independencia de poderes.
Como el presidente Evo Morales Ayma ha declarado, el Gobierno divide a los bolivianos entre masistas y fascistas, y está claro que si el Legislativo no responde a los planes masistas, éste deber ser anulado porque puede estar prestándose a los juegos desestabilizadores de los fascistas. Ésa es la impresión que dan las declaraciones provenientes del partido gubernamental.
En estos días, desde el oficialismo se han barajado varias opciones para “matar dos pájaros de un tiro”, como bien interpreta la sabiduría popular, cuando una acción busca además un objetivo oculto. Los sindicatos dirigidos por Fidel Surco advirtieron con un cerco al Congreso Nacional, para que apruebe el proyecto de Ley de Régimen Electoral Transitorio; luego, ha tenido que ser el mismo Surco e Isaac Ávalos quienes dijeron que en lugar de cerco habrá vigilia; es decir la presencia pertinaz de los dirigentes en los pasillos del Legislativo. Pero a principios de esta semana surgió una opción que reveló las verdaderas intenciones del oficialismo: la parálisis y posterior cierre del Congreso, provocados por la renuncia masiva de los parlamentarios oficialistas. Es decir, al Gobierno le urge contar cuanto antes con un instrumento jurídico que le permita avanzar hacia las elecciones de diciembre, pero también pretende administrar el Estado sin obstáculo alguno.
Hasta ahora resulta un misterio la razón que impidió que el Ejecutivo baje las banderas para la renuncia de los parlamentarios oficialistas a su mandato electoral. ¿Habrá sido la preocupación planteada por países u organismos de la comunidad internacional? O, por el contrario, ¿habrá sido una posición institucional de las instituciones tutelares de la república, las Fuerzas Armadas o la Policía, para que aquello no ocurra? O, finalmente, ¿la amenaza de renuncia fue sólo parte de un show mediático para desprestigiar más aún al Parlamento Nacional? (La Razón de La Paz)
domingo, 5 de abril de 2009
fiel colaborador del mártir Luis Espinal, escritor y periodista, experto en comunicación para el desarrollo Alfonso Gumucio escribe palabras de oro a
sus amigos del MAS, en artículo publicado en Bol Press en que se refiere "a las manipulaciones palaciegas, a la influencia directa de funcionarios venezolanos, al clan de corrupción existente en los ministerios, a los humores dictatoriales de EVO, a la cobardía de los ministros que critican al jefe en los corredores y adentro se callan por temor..." honra al autor, honra al medio que lo publica y estamos seguros que "sus amigos del MAS..." no tardarán en reaccionar.
Cada tanto me pregunto, pensando en algunos amigos que tengo en el MAS, cuanto tiempo más van a seguir aguantando este proceso de malversación del cambio social, y hasta cuando van a seguir siendo cómplices de las mayores arbitrariedades que hayamos visto desde las épocas de las dictaduras militares.
Debo decir, ante todo, que los amigos a los que me refiero merecen todo mi respeto. Los conozco desde hace muchos años, he trabajado con ellos en proyectos de desarrollo y cambio social, hemos compartido los avatares del exilio y de la persecución, y sé que son personas honestas, valiosas por su trabajo y seres humanos dotados de principios y valores que los han acompañado toda su vida. Estos amigos no tienen nada que ver con la marabunta de arribistas y corruptos del MAS, que han llegado al gobierno para saquear y para usufructuar arbitrariamente del poder. Esos no son mis amigos. Hay excepciones. Tengo algunos amigos próximos al MAS, que no ocupan cargos (todavía) pero están en busca de ello, porque cada vez que pueden sacan a relucir su escarapela con la efigie de Evo y su discursito contra "los gobiernos neoliberales del pasado", y creen que uno no se acuerda que ellos medraron a la sombra de esos gobiernos neoliberales, y ocuparon puestos en delegaciones diplomáticas, en alcaldías, etc. Dan ganas de hacer una lista con nombres y apellidos, porque la gente se olvida y les permite reciclarse como furibundos "neo-revolucionarios".Pero volvamos a los que son honestos de verdad. ¿Hasta dónde puede una persona honesta ceder en sus principios en aras de un proceso de cambio que está minado por dentro, por los propios actores que lo impulsan? ¿Cuál es límite que la conciencia de cada uno debe ponerse para no hacerse cómplice de la mentira, de la falsedad, de la represión o de la corrupción? Yo sé que en mis amigos que siguen leales al MAS, existe un conflicto cotidiano que los hace dudar sobre su posición, y que en última instancia los hará separarse del esquema. Algunos han participado en el gobierno del MAS y han salido escaldados. Cada uno de ellos podría contar mucho sobre lo que ha vivido "desde adentro": las manipulaciones palaciegas, la influencia política directa (más de lo que yo mismo creía) de funcionarios del gobierno venezolano, los clanes de corrupción incrustados en los ministerios, los humores dictatoriales de Evo Morales, la cobardía de ministros y vice-ministros que en los pasillos critican la gestión de gobierno, pero continúan en el esquema y no abren la boca cuando tienen oportunidad de hacerlo, etc. ¿Hasta qué punto deben tolerar la injusticia, ellos que han luchado por la justicia durante toda su vida? ¿Hasta donde van a tragarse la mentira, ellos que lucharon a riesgo de sus vidas por la verdad? ¿Hasta cuando van a soportar la humillación que supone sumarse a un discurso político vaciado de contenido y tan distante de la realidad, ellos que militaron con coherencia? Mis amigos del MAS tienen una trayectoria política en partidos de la izquierda boliviana, de los que se separaron cuando los ideales que esos partidos decían defender fueron traicionados. Eso no es raro en política: uno se adhiere a un partido porque cree en los ideales que sus dirigentes defienden, pero al pasar de los años se da cuenta de la traición y no tiene más remedio que apartarse, cuando la conciencia y los principios lo llaman a hacerlo. Sobran los ejemplos. Fue muy duro para los militantes del Partido Comunista Boliviano (PCB) en los años 1960s, soportar la traición de sus dirigentes que le dieron la espalda al Ché Guevara y propiciaron su inmolación en Bolivia. Fue igualmente duro para quienes se separaron del PCB y fundaron el partido Comunista Marxista Leninista (PCML) bajo la batuta del furibundo "Motete" Zamora, ser testigos de la involución de este tránsfuga que terminó aliado a partidos de la derecha. Y qué decir de quienes creyeron en el MIR y su conductor, Jaime Paz Zamora, y tuvieron que ver sus piruetas políticas y su alianza "sobre ríos de sangre" con Banzer, el dictador. Las decepciones políticas llevan a los militantes honestos a elegir entre dos caminos cuando sienten que los ideales han sido traicionados y que los dirigentes acomodan la realidad a sus intereses personales. Muchos militantes deciden apartarse, ya sea para pasar a la sombra o para participar en otro proyecto político que retome los ideales por los que han luchado antes. Pero otros menos éticos prefieren cerrar los ojos, tragar sapos y seguir militando en una estructura que les ofrece comodidades, como ser un cargo en el gobierno, un buen salario, una pensión. Esta posición, que raya en el oportunismo o en la debilidad de espíritu, es triste. Algunos lo hacen imbuidos de un sentido de "lealtad" que en última instancia los traiciona, porque la lealtad se debe a los principios y no a las personas. Las personas, los dirigentes políticos, como hemos visto antes, cambian y abandonan los ideales. Bolivia vive un escenario contradictorio y dramático en estos años. Un gobierno que se dice de izquierda y proclama su intención de "refundar" el país, en la realidad cotidiana actúa irresponsablemente y, pero aún, con autoritarismo y con veleidades dictatoriales a pesar de haber sido elegido por votación popular. Estamos frente a un gobierno que miente, que propicia la corrupción con decretos arbitrarios, y que hostiga a la oposición mediante acciones violentas de grupos soliviantados (o pagados) para ese fin. Frente al abuso y a la corrupción, al doble discurso y a la impostura, ¿qué actitud pueden tomar mis amigos del MAS? Algunos ya se han desmarcado. Poco a poco el MAS ha ido perdiendo su mejor gente (así como el MIR perdió en su momento sus mejores cuadros que dieron origen al MIR-BL y al MIR-Masas). Los que se queden en el MAS a pesar de todo, tendrán que explicar algún día por qué lo hicieron. Cuando lo hagan, no valdrá la excusa de que "no sabían lo que estaba pasando", porque el país entero lo sabe. Dos o tres hechos recientes deberían ser suficientes para que mis amigos del MAS tomen, al menos internamente, una posición crítica que los dignificaría. Uno de esos hechos es la agresión orquestada a través de pobladores de Huatajata, para atacar la casa y familia de Víctor Hugo Cárdenas. El ataque -uno de tantos- es una prueba de la arbitrariedad y de la violencia que propicia el MAS, pero es aún más vergonzosa y lamentable la reacción oficial después de esos hechos. Evo Morales, presidente electo por un poco más de la mitad de los bolivianos, abrió la bocota para justificar la agresión, pero no para censurar a los agresores. El Vice-Presidente, Robespierre de alasitas, sugirió que la casa del exvicepresidente Cárdenas podría ser expropiada. Ambos se desdijeron unos días después al darse cuenta de los alcances del repudio nacional e internacional. Sólo un funcionario en sus cabales, el Vice-Ministro Almaraz, habló con la verdad. Uno se pregunta qué hay en la cabecita de estos dirigentes de la "refundación" de Bolivia, pero además, uno se pregunta hasta dónde puede la gente honesta que aún queda en el MAS, acompañar las arbitrariedades.
Cada tanto me pregunto, pensando en algunos amigos que tengo en el MAS, cuanto tiempo más van a seguir aguantando este proceso de malversación del cambio social, y hasta cuando van a seguir siendo cómplices de las mayores arbitrariedades que hayamos visto desde las épocas de las dictaduras militares.
Debo decir, ante todo, que los amigos a los que me refiero merecen todo mi respeto. Los conozco desde hace muchos años, he trabajado con ellos en proyectos de desarrollo y cambio social, hemos compartido los avatares del exilio y de la persecución, y sé que son personas honestas, valiosas por su trabajo y seres humanos dotados de principios y valores que los han acompañado toda su vida. Estos amigos no tienen nada que ver con la marabunta de arribistas y corruptos del MAS, que han llegado al gobierno para saquear y para usufructuar arbitrariamente del poder. Esos no son mis amigos. Hay excepciones. Tengo algunos amigos próximos al MAS, que no ocupan cargos (todavía) pero están en busca de ello, porque cada vez que pueden sacan a relucir su escarapela con la efigie de Evo y su discursito contra "los gobiernos neoliberales del pasado", y creen que uno no se acuerda que ellos medraron a la sombra de esos gobiernos neoliberales, y ocuparon puestos en delegaciones diplomáticas, en alcaldías, etc. Dan ganas de hacer una lista con nombres y apellidos, porque la gente se olvida y les permite reciclarse como furibundos "neo-revolucionarios".Pero volvamos a los que son honestos de verdad. ¿Hasta dónde puede una persona honesta ceder en sus principios en aras de un proceso de cambio que está minado por dentro, por los propios actores que lo impulsan? ¿Cuál es límite que la conciencia de cada uno debe ponerse para no hacerse cómplice de la mentira, de la falsedad, de la represión o de la corrupción? Yo sé que en mis amigos que siguen leales al MAS, existe un conflicto cotidiano que los hace dudar sobre su posición, y que en última instancia los hará separarse del esquema. Algunos han participado en el gobierno del MAS y han salido escaldados. Cada uno de ellos podría contar mucho sobre lo que ha vivido "desde adentro": las manipulaciones palaciegas, la influencia política directa (más de lo que yo mismo creía) de funcionarios del gobierno venezolano, los clanes de corrupción incrustados en los ministerios, los humores dictatoriales de Evo Morales, la cobardía de ministros y vice-ministros que en los pasillos critican la gestión de gobierno, pero continúan en el esquema y no abren la boca cuando tienen oportunidad de hacerlo, etc. ¿Hasta qué punto deben tolerar la injusticia, ellos que han luchado por la justicia durante toda su vida? ¿Hasta donde van a tragarse la mentira, ellos que lucharon a riesgo de sus vidas por la verdad? ¿Hasta cuando van a soportar la humillación que supone sumarse a un discurso político vaciado de contenido y tan distante de la realidad, ellos que militaron con coherencia? Mis amigos del MAS tienen una trayectoria política en partidos de la izquierda boliviana, de los que se separaron cuando los ideales que esos partidos decían defender fueron traicionados. Eso no es raro en política: uno se adhiere a un partido porque cree en los ideales que sus dirigentes defienden, pero al pasar de los años se da cuenta de la traición y no tiene más remedio que apartarse, cuando la conciencia y los principios lo llaman a hacerlo. Sobran los ejemplos. Fue muy duro para los militantes del Partido Comunista Boliviano (PCB) en los años 1960s, soportar la traición de sus dirigentes que le dieron la espalda al Ché Guevara y propiciaron su inmolación en Bolivia. Fue igualmente duro para quienes se separaron del PCB y fundaron el partido Comunista Marxista Leninista (PCML) bajo la batuta del furibundo "Motete" Zamora, ser testigos de la involución de este tránsfuga que terminó aliado a partidos de la derecha. Y qué decir de quienes creyeron en el MIR y su conductor, Jaime Paz Zamora, y tuvieron que ver sus piruetas políticas y su alianza "sobre ríos de sangre" con Banzer, el dictador. Las decepciones políticas llevan a los militantes honestos a elegir entre dos caminos cuando sienten que los ideales han sido traicionados y que los dirigentes acomodan la realidad a sus intereses personales. Muchos militantes deciden apartarse, ya sea para pasar a la sombra o para participar en otro proyecto político que retome los ideales por los que han luchado antes. Pero otros menos éticos prefieren cerrar los ojos, tragar sapos y seguir militando en una estructura que les ofrece comodidades, como ser un cargo en el gobierno, un buen salario, una pensión. Esta posición, que raya en el oportunismo o en la debilidad de espíritu, es triste. Algunos lo hacen imbuidos de un sentido de "lealtad" que en última instancia los traiciona, porque la lealtad se debe a los principios y no a las personas. Las personas, los dirigentes políticos, como hemos visto antes, cambian y abandonan los ideales. Bolivia vive un escenario contradictorio y dramático en estos años. Un gobierno que se dice de izquierda y proclama su intención de "refundar" el país, en la realidad cotidiana actúa irresponsablemente y, pero aún, con autoritarismo y con veleidades dictatoriales a pesar de haber sido elegido por votación popular. Estamos frente a un gobierno que miente, que propicia la corrupción con decretos arbitrarios, y que hostiga a la oposición mediante acciones violentas de grupos soliviantados (o pagados) para ese fin. Frente al abuso y a la corrupción, al doble discurso y a la impostura, ¿qué actitud pueden tomar mis amigos del MAS? Algunos ya se han desmarcado. Poco a poco el MAS ha ido perdiendo su mejor gente (así como el MIR perdió en su momento sus mejores cuadros que dieron origen al MIR-BL y al MIR-Masas). Los que se queden en el MAS a pesar de todo, tendrán que explicar algún día por qué lo hicieron. Cuando lo hagan, no valdrá la excusa de que "no sabían lo que estaba pasando", porque el país entero lo sabe. Dos o tres hechos recientes deberían ser suficientes para que mis amigos del MAS tomen, al menos internamente, una posición crítica que los dignificaría. Uno de esos hechos es la agresión orquestada a través de pobladores de Huatajata, para atacar la casa y familia de Víctor Hugo Cárdenas. El ataque -uno de tantos- es una prueba de la arbitrariedad y de la violencia que propicia el MAS, pero es aún más vergonzosa y lamentable la reacción oficial después de esos hechos. Evo Morales, presidente electo por un poco más de la mitad de los bolivianos, abrió la bocota para justificar la agresión, pero no para censurar a los agresores. El Vice-Presidente, Robespierre de alasitas, sugirió que la casa del exvicepresidente Cárdenas podría ser expropiada. Ambos se desdijeron unos días después al darse cuenta de los alcances del repudio nacional e internacional. Sólo un funcionario en sus cabales, el Vice-Ministro Almaraz, habló con la verdad. Uno se pregunta qué hay en la cabecita de estos dirigentes de la "refundación" de Bolivia, pero además, uno se pregunta hasta dónde puede la gente honesta que aún queda en el MAS, acompañar las arbitrariedades.
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